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En algún lugar





Ayer volví a dormir en el bosque. Sencillamente no me atrevo a volver al campamento. No se si Marta logró escapar, la perdí mientras corríamos en dirección al bosque, mientras el miedo me impulsaba a no volver la vista atrás, mientras el pavor me obligaba a alejarme lo más aprisa posible de aquel lugar. Una y otra vez repasaba en mi mente aquella furtiva y espantosa visión, aquel intervalo de espanto que no me liberaba de la culpa de abandonarla a su suerte.

Primero fue Andrea. La buscamos sin éxito durante todo el día hasta que Marta encontró uno de sus zapatos en medio de un charco de sangre y jirones de ropa. No escuchamos sus gritos ni nada que pudiera alertarnos, los únicos gritos fueron los de Marta al encontrar aquel amasijo, un grito sordo y sin eco. Al parecer todo había sucedido muy rápido. Nos refugiamos en la Carpa y permanecimos en silencio durante toda la noche sin poder pegar un ojo, siempre con el oído atento a cualquier sonido. Ninguno de nosotros salio de la zona del campamento durante los próximos cuatro días, luego el frío poco a poco nos obligaba a aventurarnos al bosque en busca de algunas ramas secas que nos permitiera mantener encendida la fogata. Pese a nuestro miedo, Julián decidió aventurarse, no había mas que hacer, era impostergable la tarea de conseguir madera, tarde o temprano el frío terminaría por hacernos sucumbir.

Levantó el hacha y se dirigió al bosque, tras perderle de vista los minutos se volvieron horas y el paso de cada una de ellas se tornó un calvario, la espera no hacía mas que atentar contra nuestros nervios y cada tanto el golpe seco del hacha sobre la madera de algún árbol nos hacía estremecer, hasta que ya no hubo mas que el sonido cotidiano y ajeno de la vida silvestre circundante. Marta gritó repetidamente llamando a Julián, el sonido de aquel nombre se perdió entre el barullo de las aves que asustadas ante la fuerza del grito batieron al unísono cientos de alas cubriendo el pequeño trozo despejado de cielo que se abría sobre nuestras cabezas en un circulo casi perfecto. Tras un instante, Julián apareció de entre los árboles con un montón de gruesas ramas en los brazos. Marta respiró aliviada y aquella exhalación fue el último sonido antes del absoluto y repentino mutismo que nos envolvió como una sombra. Julián se quedo inmóvil observando en todas direcciones y al volver la vista al cielo se echo a correr en dirección al campamento, ni siquiera alcanzó a gritar, todo fue demasiado rápido. Desde lo alto la oscuridad se abalanzo batiendo inmensas alas y entre aguzadas garras le abrazó partiéndolo en dos, alzándolo velozmente del suelo en el más absoluto silencio.

Anoche creí sentir un llanto a lo lejos. Fue un gemido ahogado y breve. Abrí los ojos y me quede inmóvil conteniendo el aliento, tras una pequeña pausa aquel llanto pobre llegó nuevamente hasta mis oídos. Mi primer impulso fue gritar el nombre de Marta, pero el terror me contuvo, ¿y si no era Marta?. La penumbra absoluta que me envolvía aquella noche bajo el espeso follaje era tal que ni siquiera adivinaba mi mano frente al rostro y... ¡si era esa cosa!, ¿si era esa cosa indescriptible que intentaba engañarme?, ¿sería aquello posible?. Cerré los ojos con fuerza y me quede en silencio escuchando atentamente, mientras distintos e indescifrables sonidos me rodeaban y se apoderaban del entorno. El sosiego volvio a mi pecho al menos por aquellas horas, aquella noche estaría a salvo, aquella forma solo viene cuando todo lo demás parece estar muerto, cuando el mundo entero parece estar en perfecto equilibrio sobre el filo de una fría navaja. El silencio, un silencio sepulcral que transita a la vanguardia de un horror sin nombre, un terror sin rostro.

Pasa de mediodía y sin atreverme a dar paso fuera de este lugar, me siento y observo la libretita de apuntes que me regalo Marta, la misma en que voy enfermizamente anotando todo lo que hasta ahora a acontecido, observo la libretita y recuerdo a Marta y a su alegría al conocer la noticia de que habíamos sido elegidos para encabezar el grupo de avanzada en lo que sería el mayor proyecto de investigación botánica emprendido por una universidad.

Cierro los ojos y pienso en Marta mientras la penumbra se cierne otra vez sobre mi cabeza, mientras el eco del entorno se apaga y el silencio me rodea, mi cuerpo tiembla, no tiene caso seguir avanzando, he perdido toda orientación, ni una sola hoja se mueve alrededor, solo es cuestión de tiempo, silencio…las sombras ya vienen.

Me gusta la historia y consigues hacerte con el escenario adecuado para el suspense y la tensión. Muy bien.
Un "pero" te pongo, ten cuidado con la repetición de palabras,sobretodo en frases consecutivas, es un fallo en el que todos caemos (me incluyo) pero se puede evitar.

Es un muy interesante escrito... me ha encantado. Lo leí hace varios días, pero sólo ahora puedo postear.

Un fortísimo abrazo.

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