29 agosto 2008

Espiral



Los pies descalzos descansan al borde de la cama. Entre la hendija de las empolvadas cortinas el sol desaparece. Un halo del astro que corona cada día yace regado y en retirada sobre el piso y el humo del cigarrillo se revuelve delatándose al cruzarlo, giran y giran en ese breve espacio de luz delicadas espirales como en un nuevo universo, pequeño y mío, frágil y perecedero.

Observo como aquella luz se pasea lento y a su antojo sobre mis libros, rebotando sobre el cristal del único cuadro que pintaste para mí. Ahí están sus colores extrañamente hoy más vivos, pese a que en ese pequeño cielo enmarcado el sol es todo ausencia. Sigo dibujando espirales de humo que cruzan raudas aquel caudal de luz, mientras los retazos de otras nubes se mantienen inmutables flotando grácil sobre mi cabeza.

Tras el espacio que hay en medio de un prolongado respiro, de mi boca nace el caos sentenciando el divino castigo y en un solo segundo reformo los elementos con un solo soplido.

El sol con su mano entrometida se ha paseado incluso por mi cama, se desliza suave y tibio como el recuerdo de mi mano sobre tus pechos, rajando la penumbra casi completa, grácil, casi salva. Lento devorar del último brillo en la ventana tras las viejas cortinas, y contemplo el cielo que se duerme ante mis ojos en esta tarde vaga.

El rumor de los autos llega lejano y muere en la puerta del cuarto, intenta atravesar el mutismo de estos muros azules que se derrumban hacia adentro, no hace falta cerrar los ojos siquiera para imaginar otro sitio posible. La oscuridad de una noche naciente inquieta los pasos que urgentes buscan las luces de las calles, tras los zapatos los pasos a la puerta y las llaves al bolsillo, las ganas de encontrarte y de encontrarme a la vuelta de una esquina, tras las copas de algún bar donde nacen tantas letras. Escuchar tu risa mientras te doy estrellas de papel, en mi ingenuo empeño de alcanzar el firmamento, donde tú eres la estrella que guía y corona este espacio en el tiempo.

22 agosto 2008

Un día en el campo



El sol brilla y es un buen día para realizar un paseo al campo, Anette y Cristina suben a la furgoneta amarilla de transporte escolar que se habían conseguido con la vecina, cargaron combustible y algo de comida en la estación de servicio pasando el ultimo peaje, allí van alegres con los vidrios abajo por donde se cuela el aire fresco cargado de sol, que juguetea con el largo cabello de Cristina que conduce con una mano en el volante y la otra en el la palanca de cambios igual que un camionero, claro que sin tener la mas remota idea de mecánica. Anette pelo corto, rubio, hermosos ojos celestes y aro en la nariz como buena gringa, mientras se lía un pito de marihuana canta a todo pulmón “even the spirit are afraid” y ocasionalmente se caga de la risa con las intervenciones de Cristina que tiene un ingles de colegio fiscal algo mas o menos como “yo tarzan tu chita” a los oídos de Anette claro que ella va corrigiendo sus errores con tono fraterno.

La ciudad y el tumulto quedo atrás hace ya varios kilómetros, ahora frente a ellas se habré un paisaje generoso en colores y rebosante de aromas olvidados entre el cemento, encontrarse con joyitas tales como la hierba mojada por el roció, impagable. Anette va tomándole fotografías a todo lo que se cruza por su lente, hasta un cerco de división que mantiene un viejo poste de madera atado con alambres oxidados a punto de caerse de lo podrido le parece digno de inmortalizar, los campos de trigo, una que otra vaca, y las montañas, diablos que bellas montañas gran novedad para ella poco acostumbrada a estas majestuosas visiones en su natal Holanda, recuerda con tristeza que su querida patria es mas bien plana como una mesa de billar.

Es ya poco mas de medio día y Cristina decide que es mejor aparcar la furgoneta en el próximo signo de civilización, algún pueblito o caserío disponible que avisten, además necesita con urgencia vaciar la vejiga castigada por la cerveza, podrán estar en pleno campo pero ni discutirlo ella necesitaba un baño, “cosas de mina” le habría dicho su novio Manuel, pero en fin el gueon no estaba así que podía cagarse literalmente en esos detalles tan propios de su personalidad, al cabo de unos doscientos veinte kilómetros desde el ultimo edificio que vieron, un gran letrero blanco y rojo con las internacionalmente conocida leyenda de “Enjoy Coca-Cola”, les invita a detenerse con la promesa de refrescarse de este calor de mierda que les viene golpeando hace unas horas, es un pequeño restaurante situado justo en medio de la nada, adjunto al edificio principal, si se le pudiera llamar edificio a lo que tienen enfrente, enquistado en el extremo oeste se deja ver una tienda con un presuntuoso letrero que le titula como “Curiosidades de la zona”, Anette piensa que lo realmente curioso es la inocencia empresarial de la zona, a quien mierda se le ocurre poner un negocio en una carretera rural donde con cueva han visto pasar una carreta en varias horas.

Cristina se va directo en busca del baño al interior del restaurante “El paso”, tal como cita la leyenda sobre la puerta de entrada que es resguardad por un raído y sucio mosquitero, Anette decide curiosear en la tienda esperando captar una buena foto se acerca a la entrada y separa los hilachas de plástico que hacen de puerta igual que en las carnicerías de antes hay poca luz lo que la desanima en función de su objetivo principal, “la foto”, a pesar de esto entra igual, no hay nadie a la vista y a cada paso que da las tablas en el piso crujen como acusando dolor por el peso depositado en sus añosos cuerpos, la habitación es algo pequeña para tener pretensiones de tienda de curiosidades de echo por lo que puede apreciar lo único curioso del lugar es que no se haya venido abajo con el viento, no sabe muy bien por que y se sonríe un poco al descubrirse caminando despacito sobre las tablas, como si quisiera tratar de que no le escucharan. Las dimensiones de la habitación a simple vista podrían calcularse de unos cuatro por cuatro metros, toda de madera en uno de sus costados hay una repisa de madera algo mas nueva y de otro color, un color mas claro como el pino sin cepillar bastante tosca, con varios clavos asomándose oxidados en una esquina que contrasta con el tono oscuro de la construcción principal un color caramelo pero algo mas sucio con mucho polvo, al pasar el dedo por las tablas se nota algo pegoteado, como grasa, talvez filtración de la cocina del restaurante vecino. En la repisa hay variados objetos, algunos no reconocibles a primera vista, una pata de conejo, la caparazón de una tortuga de agua, conchas de erizos convertidas en ceniceros, puntas de flecha echas en una piedra verde, lagartijas disecadas, tres frascos con un liquido marrón que dificulta apreciar el contenido de su interior, no sabe por que pero ella cree que podría ser “orgánico”, se acerca al de mayor tamaño y lo coge para acercarlo a la luz del sol que se cuela por las rendijas del techo que se desprende como un velo filtrando las partículas de polvo en suspensión del ambiente, lo acerca a su rostro y cree ver un ojo en el interior.

-¡¡Buenos días!!....¡¡Eso no esta en venta!!

Anette no puede evitar la sorpresa y a pesar de sus torpes aleteos el frasco salta en sus manos como si estuviera caliente y se hace pedazos en un sonoro choque contra el piso el hedor es inmediato e inaguantable, el líquido marrón le empapa los pies casi descalzos enfundados solo en unas livianas sandalias de cuero, además de ser increíblemente fétido es también viscoso como la grasa tibia

-¡¡Que mierda hiciste!!....Vas a tener que pagar por eso

Al girar a la voz Anette ve dibujarse la imagen de un tipo calvo muy gordo, usa una playera que hace siglos debió haber sido blanca, llena de manchas multicolores y con grandes agujeros que dejan escapar parte de su flácida humanidad. El gordo se abalanza a recoger los pedazos del frasco y su contenido, Anette retrocede instintivamente, mientras se disculpa nerviosamente en holandés. El gordo recoge los despojos y pareciera no molestarle el hedor, con calma va depositando uno a uno los pedacitos de esa masa negrusca y viscosa que a ratos se confunde con la propia piel del tipo, especialmente con sus dedos regordetes y aparentemente desprovistos de uñas como si fueran gordos gusanos de seda. Anette se queda petrificada al observar como lo que en el interior del frasco parecía ser un ojo, ahora depositado sobre las tablas y a la luz no admite ninguna duda…. es un ojo, Anette comienza a retroceder lentamente en busca de la salida sin quitarle la vista al gordo que en un acto absolutamente asqueroso recoge el ojo y lo lame como si se tratase de un caramelo, al observar dicho procedimiento Anette siente que se le revuelve el estomago se sujeta del mostrador y vomita todo el desayuno, el gordo la mira todavía de rodillas sobre los restos de su majar y ríe grotescamente con tono seco en una mueca desdentada, el gordo se incorpora y avanza hacia Anette quien venciendo el asco se gira para emprender la retirada, la velocidad de la huida le impide ver la mano que golpea su rostro con fuerza por una inesperada presencia

Cristina entro casi corriendo al restaurante, un olor a queso rancio le quito de inmediato el animo de atreverse a pedir algún alimento en ese lugar, el lugar estaba vació salvo por el viejo tocadiscos de vinilo que emitía débilmente Hymne à l'amour de Edith Piaf, las pequeñas mesas con cubierta de melamina verde estaban regadas de polvo, en el centro de cada mesa adorna solitario un florero de greda con los vestigios de lo que fueron flores, las sillas estaban dispuestas ordenadamente en alrededor de estas con milimétrica exactitud, desde las vigas del techo se descolgaban largas trenzas de ajo, ajíes secos y ahumados, sobre la barra unas cuantas tiras de longaniza seca y negra llenas de moscas, a un costado de la barra una vieja vitrina refrigerada el motor de esta emitía un sordo y monótono ronronear acusando que estaba en funcionamiento, cristina se acerco a la barra cruzando las piernas para no orinarse y llamo por cuarta vez con un sonoro.. ¡holaaaaaaa!... ¡holaaaaaaa!..., la única repuesta fue el Batir del mosquitero en la puerta de entrada fruto de una racha de viento que silva entre las rendijas, Cristina mira al fondo en busca de la puerta con el letrerito que señale W.C. o en su defecto presente el dibujo que identifica incuestionablemente el baño de señoritas, al fondo a la izquierda rompiendo la tradición de “al fondo a la derecha”, encontró en la pared una flecha dibujada con tiza que indicaba “Baño”, se perdió en busca de su objetivo primario con un sonoro, ¡Permisooooooooo!…., mientras avanzaba flanqueado el muro rayado con tiza, rogaba por que el baño tuviera mejor aspecto que el resto del edificio, pero sabia que no habría excepción, se planto frente a la puerta y la empujo con suavidad, la puerta cedió con un sonoro crujido, un fuerte olor a orines viejos le sacudió la nariz, era una habitación pequeña iluminada tan solo por el sol que se metía por una ventanita muy pequeña situada en lo alto del muro norte en el que colindaban la hilera de retretes y sus respectivas divisiones de laminas de volcánica, semejante a un trencito, pero de mierda. Una vez satisfecha su urgencia se lanzo en busca de la salida un tanto anestesiada por el fuerte olor del amoniaco, al salir del baño fue como retroceder en el tiempo, el restaurante estaba lleno de personas que almorzaban con tranquilidad sin levantar la vista, se acerco a la barra tras la cual una delgada mujer muy pálida y de cabellos canos desgreñados preparaba café meciendo su cuerpo al ritmo de la música que no había cesado de sonar y que seguía en el mismo canturrear en francés. Pasó entre las mesas sin que nadie reparara en su presencia, sin que nadie le brindara una de las acostumbradas miradas que se suele recibir cuando se es un extraño, un visitante. Al llegar a la puerta el sol golpeo sus ojos cegándola brevemente, recordó que las gafas yacían descansando sobre su frente, las bajo a sus ojos con un dedo deslizándolas suavemente hasta el puente de su nariz, fue directo a la furgoneta, al abrir la puerta del conductor una bocanada de aire caliente le recordó lo estúpido que había resultado traer consigo la acostumbrada paranoia citadina, que le impidió dejar los vidrios abajo para que el aire aunque calido, circulara libremente y no se concentrara como en una olla a presión, Anette no estaba en el interior de haberlo estado estaría deshidratada eso era seguro, recordó que se encaminaba a la tienda adjunta justo cuando ella se abalanzo en busca de un baño, dejo las ventanas de la furgoneta abiertas y se dirigió a la tienda en busca de la gringa, lo mas seguro es que estuviera lateando con preguntas al vendedor siempre hacia lo mismo que, de donde es esto?, como se hace aquello?; es caro?;hay descuento?. Se acerco a la entrada, un gran cartel de madera con letras blancas señalaba “Cerrado”, se fue nuevamente a la furgoneta en busca de los cigarrillos, pese al calor encendió uno, se acerco a la carretera y miro en ambas direcciones, estaba desierta, el cielo completa y absolutamente carente de nubes, no había pájaros cruzando raudos ni ruido de ellos, observo el restaurante y recién reparo en lo extraño del cuadro estaba lleno y no había ningún automóvil u otro medio de transporte disponible aparcado junto al suyo, algo que resultaba muy extraño, es como si la gente hubiera estado oculta, decidió que lo mejor sería emprender la marcha, se fue en busca de Anette al restaurante, entro Tomo asiento en uno de los taburetes dirigiéndose a la mujer de la barra mientras repasaba con los ojos todo el restaurante como si la escena le despertara de un sueño bizarro, debe ser la marihuana pensó por que juraría que la primera vez entre en otro lugar.

– Disculpe Usted… Señora…podría indicarme si una chica rubia de pelo corto entro aquí, Señora….?, Señora…?

La mujer solo se limito a poner una tasa enfrente de cristina y a continuación la lleno de café, antes de que pudiera abrir la boca la mujer se dio media vuelta y se perdió por la puerta a lo que dedujo sería la cocina miro a las personas que almorzaban buscando a su amiga entre las mesas, noto algo en lo que anteriormente no había reparado ninguna persona tenía alimento alguno en sus platos todos sin excepción realizaban el gesto mecánico de llevares el cubierto a la boca y masticar un invisible bocado, siempre con la mirada fija en un punto, la música ceso y un escalofrío recorrió su espalda, se levanto y se encamino a la puerta de salida no sabia muy bien por que pero necesitaba imperiosamente salir de allí, se encamino a la puerta de salida pero en esta ocasión un enorme y asqueroso gordo de piel verdosa obstaculizaba el paso , le observaba divertido, ocultando las manos en la espalda untando amenazante y asquerosamente sonriente, el gordo le miro directo a los ojos y le grito desde la puerta - buenas tardes señorita se queda al almuerzo, hoy hay estofado

Poco a poco desde la espalda fue descubriendo lo que aferraba entre sus manos, los rubios rizos de Anette se escurrían entre los dedos de el gordo que sostenía la sangrante cabeza sin ojos de su amiga con la boca muy abierta casi desencajadas las mandíbulas dibujaba un silente grito de horror y desesperación, el gordo comenzó a reír al tiempo en que todos y cada uno de los parroquianos del restaurante reían mostrando una descomunal dentadura provista de sendos y bien afilados dientes, sus vacíos ojos se clavaron en los aterrados ojos de cristina que observaba con espanto como le rodeaban.

Juan llego con su grúa a la municipalidad de villa hermosa como a las cinco de la tarde, dejo la furgoneta estacionada junto al jeep verde que trajo hace tres semanas y que todavía nadie viene a reclamar, se fue a la oficina de don Carlos a entregar el reporte del turno de la mañana.

- Y Juanito que me trajiste hoy día?

- ¡Chuta don Carlos!... no se que pasa, pero ya es el tercer vehiculo que abandonan este mes en “el paso”

-¿”en el paso”?

-Si don Carlitos, ahí donde estaba el restaurante que quemaron hace como diez años, se acuerda?

- Como no me voy a acordar hijo, si lo hubieras conocido, el mejor estofado del valle,…. el mejor.

15 agosto 2008

Noctum





La bruma se extiende por la ciudad, se levanta de las adoquinadas calles bañadas por la lluvia de este invierno que no se atreve a abandonarme. El golpecito de las gotas suena en mi ventana como pequeños proyectiles lanzados por la mano invisible de algún niño travieso, mientras afuera se descuelgan los rayos castigando el aire en certeros latigazos de energía natural. Los ecos de la contienda entre las nubes hacen vibrar los vidrios sucios de mi ventana y por un instante la involución del barullo natural se permite una pausa, tal vez para atestiguar la primera y profunda exhalación que arrastra mas que aire
Hoy me despierto antes que el sol. Me siento en la cama y me balanceo en el borde de ella, todavía un poco dormido escudriño las gastadas paredes en busca de la memoria, no encuentro nada mas que el decorado que conforman las manchas de humedad y el polvo acumulado por meses tan grises como este que habita abúlico entre las pequeñas hojas de un amarillo calendario.


Enciendo la radio para ayudarme a despertar. Comienzo a vestirme con verdadero sosiego, sin la prisa acostumbrada y frenética de los que resucitaran a las 08:30 hrs., debiendo haberlo hecho a las 08:00. Un nuevo destello ilumina las paredes, me dirijo a la ventana y emerjo a la noche que me envuelve con intangible terciopelo, talvez el viento tibio mientras la lluvia se bate en retirada. El aire esta cargado de un cierto magnetismo, aquella familiar sensación que se tiene al estar al borde de descubrir un recuerdo que siempre termina por escabullirse, respiro profundo como si quisiera arrebatarle la frescura a las nubes que cubren el cielo.
Las azules luces del bar que nunca duerme me guiñan coquetas desde la esquina tratando de hechizarme con sus falaces promesas de instantánea felicidad, sacudo la cabeza disipando el encantamiento y emprendo la huida por la escalera de emergencia hacia la azotea, una vez allí me siento en la cornisa. El viento aún es tibio y suave. Observo la ciudad dormida que lentamente comienza a despertar, pequeñas lucecitas en las ventanas anuncian que tal vez mas allá de mi mirada alguien también respira la calma y merodea desde las azoteas cual guardián de antiguas torres


La calle casi vacía. Tres vagos duermen acurrucados en la entrada al edificio de enfrente, el mas viejo de ellos abraza su botella como un niño abraza su osito de peluche, se ve tan sereno que hasta parece estar sonriendo atrapado en un sueño donde él es un gran señor. A su lado yace su otro que duerme con la serenidad del que tiene todas las respuestas. Me levanto y camino por el borde de la cornisa hasta la esquina norte del edificio, el viento apura su marcha y se solaza con mi camisa alzándola en vuelo tras mi espalda, levanto la cabeza y extiendo los brazos al cielo como si pudiera alzar el vuelo a razón de mi voluntad al tiempo en que la lluvia comienza a cantar nuevamente sobre los techos.


En el callejón dos prostitutas se refugian bajo la puerta de servicio del restaurante chino donde cene la noche anterior se acurrucan procurando no mojar su último cigarrillo. Un taxi fuera de servicio enciende sus luces amarillas y se pierde por la calle que lleva al parque de mis domingos, un hombre en pijama cruza la calle en dirección a la farmacia bajo la atenta mirada de una mujer de torso desnudo que le observa desde la ventana del segundo piso. Cambio la dirección de mis pasos y sigo despacio por la cornisa circundando mi improvisada torre de vigilancia hasta volver al punto de partida completando el recorrido. La puerta del bar hechicero se habré dejando escapar el humo, las
risas y las notas del piano que en mas de una noche fue cómplice de mis conquistas y derrotas, testigo de alguna que otra lagrima que me tragué revuelta con un sorbo de tinto, y entonces amanece.

Dos mujeres abandonan el bar tomadas de la mano, se detienen en la esquina y observan alrededor, se estrechan en un abraso y se besan suavemente en los labios, la lluvia recorre sus cuerpos haciéndolos brillar con cada destello del cielo en ardiente armonía, desde una ventana se escapa el llanto de un niño, las mujeres emprenden la marcha sin soltarse de la mano.

08 agosto 2008

La Presencia

The Nigthmare: Fuseli



Dedicado a las imagenes de un falso despertar
Abro los ojos lentamente, es de noche, no sé que hora es, extrañamente mi cuarto habitualmente oscuro se baña en una bellísima y fría luz celeste, las cortinas del cuarto ondulan furiosas, serpenteantes como una hidra impulsadas por un invisible ciclón que se cuela por la ventana, es curioso toda la escena transcurre en angustiante lentitud como en gravedad cero, una pausa en el tiempo. Intento levantar la mano para detener las cortinas pero esta no se mueve, habitualmente duermo de costado sin embrago ahora descanso sobre mi espalda justo como no me gusta, mis brazos yacen rígidos en línea recta con mi cuerpo, las palmas de las manos pegadas a los costados de mis muslos, el borde de la sabana me abraza por el pecho en insólita y sofocante tensión, me aprisiona. Miro la ventana el viento no se detiene, las cortinas siguen flotando, fluyendo en el espacio casi liquidas, no percibo el aire que las impulsa solo sé que existe por el movimiento que producen sobre ellas, ¡no siento!.... nada.... seguramente estoy dormido aún, es esto a lo que llaman sueño consciente, ¡no siento!.... nada.

Trato de mover el cuerpo pero no responde ni el mas pequeño músculo es como si solo el cerebro siguiera conectado, no puedo emitir ni siquiera un ruido, ¡ruido!...., al pensar en esto no había reparado que toda esta escena transcurre en el mas completo y absoluto silencio, no se escuchan los perros ladrando a lo lejos, ni automóviles circulando por la avenida, o los pasos de algún vecino sin rostro.

Estoy soñando, no hay otra explicación para esto, bien si este es un sueño entonces solo tengo que despertar, haré el intento, cierra los ojos y concéntrate.....¡despertar!, ....,¡despertar!, ....,¡¡despertar!!, ....,¡¡¡despertar!!!, diablos creo que no va a resultar tan sencillo. Observo las cortinas todavía flotando en el aire como azules dragones muy antiguos, me hipnotiza el movimiento la belleza de sus formas, brillan en el aire bañadas por esa celeste luz fría, sigo atentamente cada una de sus evoluciones, me gusta, me tranquiliza, suave, lento, fluye. Súbitamente las cortinas caen rígidas contra el muro, deteniendo su majestuoso movimiento en fracción de segundos,.... ya no hay viento y la luz desaparece súbitamente como una estrella que se derrumba en su centro, el silencio es cada vez mas profundo da la sensación de estar dentro de una botella, el silencio es desesperante y absoluto, todavía estoy inmóvil. Hay algo extraño alrededor siento que me observa, la habitación comienza a teñirse de otro color una tenue y calida luz ámbar, siniestra, se derrama por los muros naciendo desde el piso hasta sumergirse en el negro cuadrado de cilicio en el que se ha convertido el techo del cuarto, parece..... ¡Un abismo!. ¡Hay algo a los pies de la cama!....., una forma no definida carente de toda humanidad, de súbito se restablece la sensibilidad en mi cuerpo, la figura salta a la cama y el peso de esta es ¡¡increíble!!, El pánico hace presa de mí exaltando todos los sentidos la figura se desplaza lentamente en dirección a mi rostro... buscando,.....acechando.

Por la presión que ejerce sobre mi cama podría tratarse de un animal, imagino un inmenso gato, sus patas ejercen presión justo a los costados de mi cuerpo sin tocarlo solo a centímetros de mi piel ejerciendo presión sobre la sabana que ahorca y envuelve mi cuerpo, cada vez mas cerca, lucho por liberarme, lo intento pero no consigo moverme estoy congelado. La figura sigue avanzando cada vez mas y mas cerca, acechándome, tanteando, esperando el minuto para dar quizás el certero mordisco que presiento venir directo a mi garganta, la presión es enorme lo siento sobre mi pecho...¡¡me ahoga!!, Intento gritar pero es inútil cierro los ojos intentando escapar ya no estoy seguro de que esto sea un sueño y si lo fue se ha transformado en una horrible pesadilla. De pronto el movimiento cesa ya no hay avancé, la figura me cubre por completo siento su terrible presencia a centímetro de mi rostro.... sigo con los ojos cerrados la presión sobre el pecho aumenta..... estoy cansado, siento como si hubiera recorrido kilómetros con todo el peso del mundo sobre mí, en solo un instante con un rápido y certero movimiento rodea todo mi cuerpo que yace sobre la cama siempre envuelto en la sabana, siento frío mucho frío, lentamente me elevo de la cama, me decido a abrir los ojos enfrentar el oscuro rostro de aquella figura y para mi sorpresa.... ¡no hay nada!, sin embargo todavía siento que me apresa, siento su presencia, observo el techo... ¡Esta lejos muy lejos!, continuo subiendo y a medida que gano altura también aumenta la velocidad.... ¡terriblemente!., el negro recuadro en el que se a convertido el techo aumenta de tamaño conforme avanzo, lo observo aterrado y compruebo que ya no es sólido pues se ha transformado en un liquido viscoso, como el petróleo crudo. Violentamente se detiene mi frenético ascenso a menos de un metro de lo que alguna vez fue el techo de mi cuarto y observo con horror que “algo” allí se mueve, no lo distingo parece nadar bajo la superficie aceitosa, intento moverme, gritar... pero es inútil, todo es inútil... estoy completamente inmóvil, luego como si aquella cosa entendiera mi sumisión cesa toda actividad este negro mar que yace sobre mí se detiene, cierro los ojos y me sumerjo, me dejo llevar hacia a otros reinos, tal vez mas cercanos de lo que imagine.

01 agosto 2008

Papelitos



Sobre sus rodillas descansaban servilletas, hojas amarillentas que recuperaba desde cualquier rincón del algún cuarto abandonado de aquellas ruinas, derruidas paredes que contenían su cordura, su infranqueable fortaleza que le salvaba de la completa locura en que parecían existir extasiados los que transitan presurosos ante sus ojos, así tras los muros pasaba sus horas a salvo de aquella locura.

Sobre sus rodillas pequeños trozos de papel de colores y diferentes texturas se ordenaban y alisaban hasta quedar perfectos e inmaculados. Mientras fumaba las colillas rescatadas de algún cenicero en sus expediciones nocturnas por las calles de la ciudad de los orates, entre las sombras los caminantes parecían no reparar en su presencia, un perro que dormía bajo su puerta de cuando en cuando le seguía y le aguardaba con las orejas puntiagudas en rigurosa vigilia cada vez que se perdía tras alguna puerta, caminaba junto a este ocasional compañero siempre realizando el mismo recorrido, ante las ventas dormidas su figura transitaba despacio y sin ruido, temeroso del contacto con los pobres orates que gobiernan el día, en ciertas ocasiones alguno reparaba en el, solo alguno, y cuando esto sucedía apuraba su paso y, ensayaba una sonrisa, extendía la diestra en cordial saludo, mas el orate aunque dotado de visión parecía no entender y cruzaba la acera para ocultarse huyendo temeroso.

Cuando la provisión de colillas escaseaba, se lanzaba por la calle del teatro, deteniéndose unos minutos ante la taquilla, siempre poblada de cigarrillos a medio terminar, de vez en cuando y si había suerte se podía conseguir hasta la mitad de una hamburguesa que algún orate abandona en el suelo, eso si, antes de comerla, daba un trozo al perro y le observaba durante largos minutos para comprobar si existía algún peligro de contagio, tras la pausa emprendía camino a casa sin antes por supuesto y como era costumbre deteníase a charlar un rato con los habitantes de los escaparates, le gustaba charlar con ellos, siempre atentos y correctos, muy educados por cierto ya que jamás le interrumpían mientras recitaba o relataba alguna historia de tiempos remotos, de antes que la locura azotara al mundo.

Al llegar a casa recorría una a una las doce habitaciones, una a una, piso tras piso, despacio y sin ruido, escudriñando los rincones en busca de algún orate oculto, hace algunos días escucho pasos en la planta baja y unos golpes fuertes en los muros, sin duda eran los orates, durante esa noche recorrió la planta baja con cierto temor, pero no encontró ninguno, solo algunas herramientas y cascos amarillos, que desde luego arrojo fuera de su casa. Tras algunos días de aquel evento escucho los mismos pasos, esta vez por la escalera, entraron en su cuarto apretándose la nariz, y raudamente midieron las ventanas, las puertas y los muros, dibujando luego grandes números rojos sobre estos, que extraño proceder de estos seres, no importaba demasiado ya que luego durante la noche se encargaría de borrarlos.

Sentado frente a la ventana, mientras la brisa revolvía su barba y siempre después de mediodía, estiraba con cuidado los pequeños papeles sobre sus rodillas, tomaba uno y llenaba de versos, cada tarde frente a la ventana cuando el sol se ponía, uno a uno iba soltando sus poemas en la brisa, ascendían con la calida corriente y se perdían haciendo cabriolas en el espacio, en ellos sus versos y sus deseos, buscando arrancar de su locura a las pobres gentes que habitan aquel extraño mundo que no le ve.

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