25 agosto 2009

Lost


La fresca brisa de la tarde no tardaría en transformarse en temible viento sur. El avance definitivamente errante, el cielo comenzando a cubrirse de estrellas, mientras en lo alto una pálida luna parece divertirse observando los nerviosos movimientos de un punto diminuto en medio de la espesura de aquel oscuro bosque. Una y otra vez corrige el rumbo siguiendo las huellas de su propia memoria, como una nerviosa rata en arbóreo laberinto.

A trechos el paso se cierra en verticales muros vivos cuyo entramado no cede al empeño de sus brazos cansados, y a esas alturas atiborrados de cicatrices, la caricia de aquellas espinas va dibujando con cada sutil arañazo perfectas formas que le dan una apariencia de madera vieja a su carne. Las manos sangran una vez mas al procurarse el avance entre las ramas, ante la férrea resistencia solo queda volver tras los pasos, escrutar la negra tierra, abrir entero los ojos esperando capturar el escaso brillo de una luna que lo observa en silencio. Aquel espectro de luz que se ha fundido y se riega a ultranza sobre los sanguinolentos trazos en su carne, que comienzan a fosforecer de una manera extraña.

El oído atento al rumor del riachuelo, ¡oh, si tan solo pudiera escucharle!, salvo sería y enmendaría la ruta siguiendo su cause hasta tierra segura, mas el único rumor es el silbar del viento entre las espinas, cada paso mas difícil que el anterior, el terreno reblandecido por la lluvia atrapa su pesado calzado al punto de atreverse a detenerle, no queda mas entonces que descalzarse y seguir con el intento de encontrar la salida, la vereda florida y apacible por donde cruzar el campo, sin embargo basto solo un momento de distracción, un errático giro y solo sumirse en aquel páramo donde el sol es forastero, apenas un despistado visitante, solo la luna reina en aquel paraje, luna compañera de tantas noches de besos y versos encendidos, jamás le había parecido mas miserable y traicionera, ni siquiera su figura se dibuja completa entre aquella maraña, mas los plateados hilillos se filtran por doquier iluminando vagamente la tierra olvidada, apenas un recuerdo de su misma esencia.

El andar desesperado y sin cuidado ha vuelto jirones su ropaje, los despojos de la tela en la brisa inician una silenciosa danza, y a cada nuevo paso descalzo los cardos hieren hondo la carne, brota entonces generosa la vida por su cuerpo enrollándose en espirales, en lento deslizar hasta sus piernas, el viento arrecia y enciende en grado sumo el lamento poderoso de los árboles hace siglos dormidos, el temor late a cien revoluciones en lo profundo de su pecho, y a cada nuevo aliento las heridas ensanchan y duelen, por un instante el dolor muerde insoportable y en la tierra oscura, las rodillas se estrellan con seco golpe mientras la ventolera terrible bate los macizos troncos como espigas de trigo, los ojos cerrados y los oídos cubiertos por las manos heridas, el revuelo alza en torbellino en torno al cuerpo levantando la hojarasca podrida y maloliente en circulares evoluciones, el grito descarnado de terror se pierde entre las hojas que silban en vuelo. De pronto el rumor cae abatido por un profundo silencio, el fulgor de la luna cae recto sobre su cabeza, desconcertado ante la pausa vuelve a incorporarse con dificultad, cada hueso de su cuerpo se lamenta como añosa madera, el halo lunar sobre su cuerpo quiebra la espesura en torno a su centro aumentando el radio lentamente, esparciéndose como una gota de aceite, el silencio es sepulcral y el movimiento se ha vuelto imposible, ni un músculo atina a recordar un solo movimiento, las heridas, todas las heridas resplandecen y de ellas la vida mana profusamente, transformándose la sangre en delgados hilos vegetales, sus pierna se han fundido en grueso tronco y el grito ya es imposible en su olvidada boca.

Lo último de su ser desaparece tras la madera, frondoso ha comenzado ha alzarse en medio del negro espesor del bosque oscuro, la luna apacigua su furor y vuelve a filtrarse débilmente entre el ramaje, la brisa vuelve a silbar y un nuevo canto se suma al rumor de la noche, los árboles lóbregos reanudan un canto de centurias, develando los secretos de los tiempos a su un nuevo compañero, que a su tiempo, ha de cantar también en alabanza de un nuevo nacimiento.

15 agosto 2009

Otra noche



Abre los ojos despacio, muy, muy lento. El sol se ha dormido apenas hace unas horas, da vueltas en la cama sin atreverse a poner pie fuera, quisiera dormir semanas enteras, el aire le aprieta la nariz en una mezcla de alcohol, sudor y tabaco, risas forzadas y falsas caricias. Dos pasos a la ducha y permanecer inmóvil bajo el caudal que le lame la piel sin borrar las huellas de la noche anterior, restriega con fuerza cada palmo de su carne sin poder arrancarse aquel aroma, aquellas manos horrendas, el agua baja por su rostro llevándose cada una de sus lagrimas mudas, se estremece su pecho saltando con cada nuevo sollozo, con cada nueva imagen de besos sin nombre y sin pausa sobre su boca.

Sentada en la cama los pies le cuelgan dejando que las últimas gotas se apuren dibujando oscuras figuras sobre el piso, el pelo sobre sus hombros como aterciopeladas cortinas de un teatro, oculta las mordidas sobre su busto de niña, apenas dieciséis y cada uno le pesa, hace tantas noches se a quedado proscrita la inocencia y las rondas de Gabriela donde todas iban a ser reinas, pero no hubo alegre canto que callara el llanto, ni abrazos que le aguarden en la puerta.

Frente al espejo tiñe sus ojos dormidos con múltiples colores, primero los ojos y luego la boca, poco a poco va vistiéndose de otra, simulando frescura, y otra vez el recuerdo de la maciza mano sobre su boca apretando y ahogando su miedo, la presión sobre el pecho y el dolor en la entrepierna doncella, la imagen de aquel rostro infame y jadeante que a cada embestida iba quitándole un pedazo mas de alma que debía proteger, de los sueños infantiles que debía guardar y guiar de la mano.

Es mejor otro trago, la noche esta fría y al marchar tras la puerta cuelga su piel de niña, los pasos apurados siempre a la misma esquina, los mismos faroles dibujando estelas luminosas que salvan las figuras de otras siluetas, de otras historias y callados dolores, tal vez de otras manos macizas sobre la boca. La noche inicia y tan solo espera que llegue la mañana para intentar bajo el agua borrar las huellas de las manos venideras, del asco que le provoca cada beso en su boca.

Pasea despacio alzando la cabeza y a su lado se detiene un automóvil, repitiendo la misma rutina en la que ella se va gastando la primera sonrisa de la jornada, falsa alegría que oculta el asco tras la delgada capa de carmín.

Veinte minutos mas tarde la monotonía de luces en la avenida, los faros traseros de un automóvil solitario alejándose raudo despintándose en líneas imposibles tras la esquina, y luego otra vez la espera y los labios despidiendo besos de alquiler que se pierden en las fauces de otra noche mas.

07 agosto 2009

Mal Sueño



Los ojos pegados en el techo, el tic-tac desde el velador revela el continuo avance del pasar de las horas, antes de que el sol despierte entre las montañas violetas las imágenes de las manos sobre su piel se pasean en el recuerdo y se hace mas intenso el peso en el pecho, respira, tiembla, respira hondo y el escalofrío en su carne se desliza por la cama en prolongada vibración, provocando el revolver de aquel cuerpo que descansa a su lado que parece revisar un sueño. Lentamente el cuarto se vuelve mas y mas claro, un tímido rayo tan pálido como sus manos acarician el muro y dibujan una línea que estalla en resplandor sobre aquel único espejo en la habitación, cierra los ojos y persiste el recuerdo, sus manos, sus labios, el batir de su cuerpo escapando en sudores al abrazo ajeno, el morder de las bocas y un gemido entre dientes vuelve a sus labios.

Un nuevo movimiento en el hemisferio opuesto de la cama anticipa lo cotidiano, poco a poco se vuelve sobre si y apoyada en su flanco solo le observa en silencio, ahí esta, siempre ahí como todas las mañanas desde hace tantas mañanas, el mismo cuerpo, la misma conocida geografía en la que ella ha sido desde hace tanto la única viajera, quisiera tocarlo deslizar su mano sobre su frente, despacio y lentamente despertarlo, que sean sus ojos la primera imagen que inunde su mirar somnoliento y divertido, pero no, no puede ni siquiera tocarlo, ni siquiera debiera mirarlo, sobre todo ahora, ahora que todavía no se ha disipado la imagen en recuerdo de aquel otro cuerpo, de aquellos gemidos entregados entre otros brazos que no son sus brazos, en ese calor que le quema la carne y la postrado con el corazón a dos mitades.

Lo mira, simplemente lo mira y descubre como la mañana lo besa en la cara dibujando y acentuando sus líneas cinceladas, el mentón firme en el que mas de una mordida tierna quedo plasmada, lo mira, ahí junto a ella tan desnudo como un niño, sumido en el manto de los sueños, casi indefenso y siente que el pecho se le cae a pedazos, que el nudo en la garganta es incontenible, y tratando de escapar cierra fuerte los ojos y solo consigue que aquel recuerdo sea mas claro, que su cuerpo brille en aquellos brazos, que la entrega a ese otro que no es su otro, que no es su cotidiano, su amado niño claro, le castigue el pensamiento, aquí esta, ya metido en su cuarto, en su misma cama, se pasea la culpa y se clava entre ambos ante su insomne y pequeña figura, la tibieza en sus manos le impide la diaria caricia, si tan solo pudiera volver a mirarle a la cara después de esta mañana, vestida en la mentira, solo es el comienzo de tantas malditas mañanas, de esperar sus ojos tras el sueño, del beso en la frente que le quema la carne, de su sonrisa alegre y buena al amparo de la siempre frágil y bendita ignorancia.

La noche lo abandona y sus ojos se lanzan sobre ella, la primera sonrisa del día le atraviesan la garganta, sus manos la buscan y al primer tacto rompe ella en tranquilo llanto, ¿Qué te pasa, esta mañana?, pregunta preocupado y la acerca con cuidado, ella lo toca y busca de entre sus mentiras una tierna sonrisa, nada, no pasa nada, solo ha sido un mal sueño.

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