28 junio 2008

Deja vu



"El yo no es el señor de su propia casa..." ( Sigmund Freud )





Nada sucedía. Era posiblemente el vigésimo intento, pero nada sucedía. Los puños cerrados con tal fuerza que las uñas yacían incrustadas en las adormecidas palmas. Delgados hilillos de sangre se esparcieron frente a sus pies cortando el delicado mutismo de un reluciente y frío piso.

Cayó de espaldas sobre la cama y sin abrir los ojos se quedó hecho un amasijo de jadeos y temblores. Permaneció en silencio y aguardo expectante con los ojos aún cerrados, apremiado por la angustia de quien acusa un8golpe en medio de la dominante lobreguez. Luego así sin más, un diminuto punto luminoso en medio de la nada, creciendo vertiginosamente, abalanzándose sobre el rostro mientras los latidos vuelven a estremecer el pecho, y ahí esta otra vez la calle en movimiento, el sol adivinado apenas por su manto de luz cansino que cubre todo con un halo de malvado sueño, el ajetreo mudo de rostros ajenos y distantes, las mismas alas surcando el firmamento en completo mutismo, y luego la esquina. Caminar hasta media cuadra y ver el rostro de Natalia envuelto en llanto con los brazos abiertos mientras cruza la calle corriendo hacia él, y por un segundo todo parece quedarse suspendido como las burbujas atrapadas en el cristal. Apenas un instante que da paso al vértigo de la movilidad, es entonces cuando irrumpen los sonidos, los gritos, las bocinas y todo el barullo del mundo conocido que se desata en un segundo como un caudal que aplasta todo a su paso. El chirrido de los neumáticos del mismo auto da paso nuevamente al silencio inicial, mientras Natalia sale despedida como una muñeca de trapo frente sus ojos, una muñeca que rebota pesadamente sobre el asfalto.

Cesar abrió los ojos rápidamente. Tras la persiana al pie de su cama se adivinaban los lejanos edificios y sus ventanas apenas unos puntitos discretos. Permaneció en silencio mientras su respiración poco a poco se normalizaba, la sensación tras la experiencia siempre era agotadora, pero ahora mucho, mucho mas intensa. El sangrado de nariz ya no era ocasional, aquel “don” poco a poco le iba consumiendo. Al principio Cesar lo paso por alto, a lo mas sonreírse un poco como cualquiera al sentirse acariciado por la incógnita, el toque de un deja-vu. Detener los pasos y notar que una niña cruza frente a sus ojos con un globo en la mano, sentir como llora con aquella tristeza pequeña al ver su globito alejarse hacía lo alto en cualquier tarde, o la risa de un tipo que le obliga a volver la mirada sabiendo que ya la ha escuchado antes y quedar congelado al sentir que toda la escena tras de si ya se ha vivido, ese tipo de cosas, nada verdaderamente trascendente, nada en que reparar demasiado. Luego un giro inesperado, los deja-vu se tornaron mas frecuentes hasta presentarse casi a diario.

Al principio Natalia se desencajo riendo al escuchar los relatos de Cesar, pero luego conforme transcurrían las semanas su mirada se torno menos benevolente dando paso a la preocupación, “hazte ver”, fue lo último que le escucho decir antes de que se distanciaran “casi” definitivamente.

El lapsus de eventos curiosos cesó tan inesperadamente como había comenzado. Cesar se dedicó a transitar por su vida con la aturdida cotidianeidad de cualquiera, hasta que una noche todo verdaderamente dio comienzo. Cesar apagó el televisor y se quedó sobre el sofá observando como la braza de su cigarrillo daba pequeños destellos, entonces cerró los ojos y pensó en Natalia, primero una Natalia inexpresiva, de aspecto muy serio, decidió que no le agradaba aquella expresión y entonces deseo que sonriera. La imagen en su cabeza comenzó entonces a esbozar aquella sonrisa tan característica y tan dulce que solo Natalia podía brindarle, poco a poco fueron apareciendo los objetos, uno a uno hasta ir conformando la escena, Natalia frente a su edificio, el recepcionista saludándola, luego las escaleras y Natalia subiendo por ellas, el pasillo mal iluminado y en un instante Natalia frente a su puerta, el dedo en el timbre y…, de pronto todo se desvaneció excepto el sonido del timbre. Cesar se quedo inmóvil, el timbre dio paso a los golpes en la puerta y finalmente a la voz de Natalia, ¡Imposible!, -pensó-, Cesar corrió a la puerta y la abrió rápidamente, allí estaba Natalia., ¡incluso vestida como él la había ¿imaginado?!, que increíble ¿casualidad?. Fuere como fuere lo importante es que allí estaba ella.

Cesar poco a poco fue “practicando” su nueva habilidad. Se quedaba por las tardes en su casa con la luz apagada, cerraba los ojos y se concentraba en enfocar determinadas escenas teniendo como marco su ventana. Primero una pareja de perros, o un auto azul, un tipo en bicicleta, cualquier cosa, el resultado escalofriantemente siempre era el mismo, se levantaba del sofá en dirección a la ventana, levantaba la persiana y ahí todo estaba como el lo había dispuesto, ¡que gran capricho del destino habría puesto aquel “don” en sus manos!.
Desde entonces nada volvió a ser como antes, desde aquella noche todo sería como él lo deseara, todo acorde a la voluntad de un emergente semidiós. Si quería ver a Natalia o a cualquier otra persona no hacia mas que construir la situación en su cabeza, ahora con la sorprendente agilidad y velocidad que otorga la practica constante sobre cualquier habilidad. Para los demás, solo increíbles coincidencias, encontrarse a la vuelta de cualquier esquina, en algún café a media tarde o incluso en el autobús, hasta encontrarse dinero tirado en el piso, lo curioso es que nunca podía “imaginar”, alguna cantidad considerable, ciertamente un par de billetes de vez en cuando. Si había concertado algún paseo con Natalia al día siguiente este siempre era soleado y no por la mera consecuencia del capricho de las estaciones, sino solo por que él simplemente así lo deseaba. Así transcurrieron los días y los meses, cada día y cada hora disfrutando la cierta posibilidad de crear el mundo a voluntad. Cesar a fuerza de practica descubrió que dicho don tenía por cierto también sus restricciones, estaba impedido de recrear el pasado, cada vez que lo intentó fue imposible volver a vivir un acontecimiento pasado, solo podía proyectar. Podía servirse de las imágenes estáticas de su cerebro, y cual experto tramoyista ir disponiéndolo todo cuidadosamente en la próxima escena de su vida.

Al poco tiempo Natalia finalmente terminó por mudarse al departamento de Cesar, a nadie le resultó extraño que aquella decisión fuera tan “espontánea”, ni aquel tan repentino enamoramiento del que fue presa.

Fue en la oficina de Cesar cuando todo se tornaría algo más difícil. Tras una acalorada discusión con su jefe, Cesar invadido por la ira y en un acto reflejo no hizo más que verle rodando por las escaleras. Fue cosa de segundos para que los gritos histéricos de una secretaria dieran cuenta de la malograda “suerte” del viejo que yacía en el piso como un pollo con el cuello roto. Cesar se quedo pálido, sobretodo cuando sus compañeros se le quedaron viendo fijamente. Sin saber exactamente que hacer o que decir, solo les miro de vuelta hasta que uno de ellos le advirtió que desde su nariz la sangre comenzaba a mancharle la camisa.

Aquella noche Natalia permaneció a su lado abrazándolo, confortándolo sin entender por que lloraba con tal angustia, no hubo preguntas y no fue por que Cesar precisamente así lo deseara. Desde entonces él decidió no volver a utilizar su don, se refugio en su trabajo y en Natalia y por un tiempo las cosas parecieron marchar bien.

Fue en su departamento. En el mismo lugar en donde todo había comenzado. Cesar observaba distraído las luces distantes filtrándose por la ventana, sin ninguna idea clara en su cabeza, y no supo ciertamente que fue lo primero, si el sonido o la imagen, un gran estruendo le hizo estremecer y lo arranco velozmente de su sofá. Permaneció de pie mientras la imagen se disolvía en su cabeza, un autobús y dos automóviles ardiendo en la calle, ¡su calle!..., corrió a la ventana y levantó la persiana, ahí a siete pisos bajo su ventana las llamas consumían a los mismos vehículos que había visualizado en su mente segundos antes, ¿y si esta vez se trataba de una real coincidencia? –Pensó intentando calmarse-, la respuesta le llegó de inmediato, su nariz comenzaba a sangrar copiosamente. Las escenas se fueron sucediendo sin aviso, en un cada vez más creciente descontrol, más y más a menudo. Innumerables accidentes a pequeña y gran escala. Días mas tarde fue Pablo, un compañero de oficina el que quedó reventado cuando se desplomó el ascensor en el que viajaba, luego el viejo del kiosco de revistas aplastado bajo una camioneta de reparto. Cesar dejo de ir a la oficina, ya no frecuentaba a sus amigos y se encerró en su cuarto intentando despejar su mente de cualquier imagen, o cualquier pensamiento, solo horas y horas, sin palabras, sin sonidos.

Natalia terminó por abandonarlo a las pocas semanas de sucedido el accidente del viejo del kiosco. Lo último que hizo por él fue llenar la despensa de comestibles, que bien administrados alcanzarían fácilmente para unos seis meses.

Cesar estaba decidido, no saldría de su departamento hasta que encontrara la manera de revertir aquel castigo. Se entrego a la tarea de visualizar pequeños accidentes, tipos cayendo de sus bicicletas, vasos cayendo al piso de su cocina, cosas así, nada que fuese demasiado grave. Al poco andar en su búsqueda se dio cuenta que al concluir de construir la escena también podía manejar el tiempo de la misma, una vez iniciado el movimiento en el cuadro, si se esforzaba al máximo podía detenerla y destruirla como si se tratase de una acuarela sobre un cristal, no tenía mas que visualizar la escena estallando en cientos de pedazos y desecharla y el evento nunca sucedía en realidad. Lo malo del procedimiento es que al acabar sangraba copiosamente de la nariz, y le invadía una fatiga que le dejaba en cama por todo el día.

Las escenas parecieron disminuir su frecuencia. Cada vez que se presentaba alguna escena “no llamada”, cerraba los ojos y apretaba fuertemente las manos, su cuerpo entero se tornaba rígido y los latidos de su corazón aumentaban en tal magnitud que el pecho amenazaba con reventar, el esfuerzo era castigador, pero hasta ahora siempre logró contener las malas escenas, siempre igual, un estallido de cristales y luego tumbarse por horas y horas recuperándose.

El teléfono le despertó a eso de las diez de la mañana. Natalia lloraba y su voz apenas audible intentaba relatarle lo que Cesar ya sabía perfectamente, los padres de Natalia habían muerto en un accidente Aeronáutico mientras volvían de sus vacaciones, eso era todo lo que le habían dicho. La noticia llegó temprano a los oídos de Cesar, incluso antes de que su cuerpo dejara de temblar por el esfuerzo inútil en tratar de destruir la imagen de la aeronave cayendo al océano convertida en una bola de fuego. – Necesito verte Cesar- fue lo último que le escucho decir a Natalia, antes de colgar el teléfono. Cesar aun estremecido por las palabras de Natalia se deja caer en el sofá, las manos le tiemblan, cierra los ojos y tras una larga exhalación se entrega a construir la escena, Primero las noche y su vacío, luego el firmamento en completa mudez, su calle y la bruma en la esquina. Caminar hasta media cuadra y ver el rostro de Natalia envuelto en llanto, con los brazos abiertos mientras cruza la calle corriendo hacia él. Y ahora el último esfuerzo, una sola escena, la mas simple hasta ahora, La ventana y el sofá y Cesar en él, poco a poco, lentamente las luces se van apagando, luego la ventana se torna tan suave como el humo que desaparece en la brisa, luego los muros y el piso se desvanecen, y ya nada mas queda Cesar en el sofá en medio del vacío de lo que fuera su edificio de departamentos, luego un prolongado y agudo sonido que se va desvaneciendo en los oídos de Cesar mientras el frío recorre su espalda, siempre son los ojos bien cerrados, los mismos que no verán la expresión divertida y confusa de Natalia cuando pase frente al sitio baldío en donde hasta hace unos instantes se alzaba su edificio. Los pasos de Natalia se detienen de improviso, todo le parece tan familiar, la escena completa es tan peculiar, los autos, los perros, la bruma que envuelve los cuerpos y hasta la risa de un tipo a sus espaldas, que sensación extraña –piensa-, y entonces sonriendo se encoje de hombros y reanuda su andar diciéndose en un tono bajito, “estoy segura de haber vivido esto”.

25 junio 2008

Sinfonía

El grito (Munch)




Deseo perderte en la noche. Extraviarte sin que me preocupe demasiado.

Tu música de mierda suena perversa en mis oídos atravesándome los tímpanos y desarmando mis ideas. Te miro desafiante, clavándote la rabia en los ojos, me miras y esbozas una mueca asquerosamente burlona que parece una sonrisa y aumentas el volumen de la música. Te levantas y avanzas hacia mí abriendo tu boca para destrozarte la garganta en un grito agudo, me cubro los oídos pero el sonido penetra en mi cerebro como la afilada hoja de acero que empuño con rabia. Te paras frente a mí, ya estas a mí alcance, con una mano aprieto tu garganta con toda la fuerza que me queda mientras con la otra clavo el acero en tu pecho una y mil veces. Tu sangre regada por el piso me hace resbalar. Caes sobre mí inundándome la cara, la música no cesa de sonar, furiosa, implacable, demoledora. Me acerco a la mesa y apago la radio. Yaces sobre el piso, me siento a tu lado y te observo complacido, te saco por la puerta trasera sin que nadie me vea.

De regreso y en la ducha, el agua que lava tu sangre se pierde en la cañería, igual que tu vida entre mis manos hace unos instantes. Salgo y me tiendo sobre la cama, fumo uno, dos o tres cigarrillos, el vodka se pasea calido por mi garganta, igual que tu sangre hace unos momentos…,

Toc, toc, suena la puerta. Olvide por completo que ella vendría hoy, tampoco sabia que tú estarías hoy, es mejor que me serene y haga como que nada ha sucedido. Corro al baño y me mojo el rostro, un poco de loción vendría bien, me pondré de esta, la que me regalaste para navidad, la del frasquito rojo, igual que tú sangre hace unos momentos. Estoy listo, camino a la puerta,….
- ¡hola? - Como estas?, que bueno verte

Entra al cuarto, parece animada, se sienta en el sofá, charlamos un rato, bebemos de más
- que silencio, tienes música? – me pregunta sonriendo, quitándose el vestido azul
me acerco a la mesa y enciendo la radio, subo el volumen y la música estalla, me deleito con la sinfonía, mas ella parece no disfrutarla, me pide que la baje, es imposible obedecerle, tomo la perilla y aumento el volumen, se siente mejor, mientras subo el volumen la sensación es mejor, mucho mejor, cada vez mejor. La sinfonía me serena, me envuelve, me estremece, mientras ella grita y se cubre los oídos, moviendo la cabeza rápidamente de un costado al otro. Su cabello se desparrama por el aire. Me observa desafiante mientras mis carcajadas rebotan en su cara. Ella se acerca, se acerca clavando su rabia en mis ojos, la miro y esbozo una mueca asquerosamente burlona que simula una sonrisa y aumento el volumen de la música, me levanto y avanzo hacia ella abriendo mi boca para destrozarme la garganta en un grito agudo…, como lo hiciste tú hace un momento conmigo, ahora te comprendo, solo era necesario entregarse a la cadencia de las notas, que amenazan con derrumbar las paredes teñidas por la humedad. No mas palabras, su boca se bate en mudas frases, se que me grita, me grita con todas sus fuerzas, pero no me importa, ni siquiera moveré un puto músculo cuando vea venir la hoja desde su mano, esta vez sobre mi pecho, mientras me deleito y me embriago con el sabor cobre de tu sangre que aun arde en mis manos.

23 junio 2008

El Viajero



Sí, eso es, déjala así por favor. Deja que la luz entre por la ventana, que el sol y la brisa salada inunden la habitación, así me gusta. Ven aquí, siéntate a mi lado y ya no estés más triste. Toma mi mano y deja que te vea, deja que tus ojos sean la luz de mi último recuerdo, pero los quiero felices, radiantes, eso es, sonríe, no estés triste, ya veras que más tarde todo es mejor. Cuando el dolor no sea mas y las noches de agonía se hayan ido, que importa si hace frío, que importa la fatiga, ahora solo importan tus ojos, tu mano siempre fiel sobre mi mano, ya veras que mas tarde todo es mejor, cierra los ojos y escucha el romper de las olas sobre las rocas, el barullo de las gaviotas a lo lejos. Casi puedo verte corriendo en la playa, hace tanto tiempo que no veníamos, de verdad extrañaba este lugar, esta casa pequeña con ese olor a momentos dulces y añejos como las fotos que encontramos en el cajón de la sala. Puedo verte la cara de desilusión cuando tras mucho intentarlo por fin abrimos el cajón del escritorio, es curioso que lo hiciéramos ahora después de tanto tiempo, nunca nos llamó demasiado la atención, ¿te acuerdas?. Te acuerdas que cuando lo compramos en aquella tienda de remates, venía cerrado y el vendedor nos dijo que no tenía la llave, y ahí quedó, en la sala olvidado, al lado del ventanal que domina toda la playa, lo pusimos ahí por que el sol jamás abandona ese rincón de la casa. Me gustaba espiarte mientras escribías, mientras yo simulaba leer el mismo viejo libro de Onetti, si, el mismo que nunca acabe de leer, es cierto ahora lo confieso. Te miraba durante horas, adoraba cada minuto de aquellos momentos. Tu pelo largo y negro brillando con el sol de la tarde, adoraba cada línea de tu rostro, como tu perfil se recortaba contra el brillante paisaje marino, como si las olas mismas rompieran en tu pelo maravillosamente, he ahí ante mi las dos mas bellas creaciones, el mar y su misterio, y tu mi amada en tu silencio.

Ya no te preocupes, es mejor así, era preciso que fuera de esta manera, este es mi deseo y mi legítimo derecho. No estés triste, yo no lo estoy, ya no hay mas que hacer que evitar el dolor, ¿no es acaso un deber evitarle al ser amado el inútil sufrimiento?, es preciso, es profundamente necesario y te lo pido a ti mi único mundo, mi amada, vamos…dibuja en tu rostro una sonrisa y déjame marchar sin llanto, deja que el último rumor en mis oídos sean las olas a mis pies y no un llanto de mujer, vamos… ya son muchos años, mas de lo que he podido y he deseado soportar, solo dormiré, ya estoy listo, he cogido un puñado de pastillas aunque con cuatro era suficiente pero ya me conoces, siempre exagero incluso ahora. Vamos toma mi mano, tal vez en verdad soy un cobarde, tal vez es cierto, pero de este mal no perdona, es solo cuestión de tiempo, solo tiempo, nuestro tiempo, aprovecha este momento, dame un último beso y déjame ver las olas, que poco a poco siento venir el sueño.

20 junio 2008

Reflexión de un intervalo demente


Los pasados tres días han sido del todo abúlicos. El sol castigadoramente brillante, pende sobre las cabezas aturdidas que pululan incesantes y ajenas a unos quince pisos más abajo de la punta de mi nariz.

Mi mano parece ligeramente mas hinchada cuando la sitúo frente a mi rostro, mientras intento escapar de los punzantes brillos azules del enlozado macetero que descansa solitario en lo alto, como si fuera un silencioso vigía en el filo del barandal, ahí está… simplemente inmóvil, indiferente, sin propósito. Pienso en el incesante ajetreo en la calle, pidiendo a gritos un momento único, casi puedo escucharlos desde lo alto, parecen gritarme, ¡Otro maldito Jueves con sabor a Lunes!., demasiadas horas.

A medida que la lucecita del ascensor va ensayando su cuenta regresiva, saltando de número en número, la sensación de bienestar se va incrementando y hasta algo parecido a una sonrisa se aparece en el reflejo bronce de mi rostro sobre las puertas del ascensor. Fijo entonces los ojos sobre el eventual espejismo, hay un extraño brillo en aquella mirada que me devuelve el reflejo, algo semejante al fulgor que tienen los depredadores al acecho. Las puertas se abren cortando en dos el borroneado espejismo y el silencio. La luz inclemente sobre los ojos se hunde como dos agudas agujas directo en el cerebro. Aprieto los dientes y avanzo lentamente por el hall entre gritos urgentes de algunos y los llantos histéricos de otros, el mundo entero bulle alrededor mientras me pongo las gafas obscuras, y la excitación se apodera de mí, cuando los pasos se multiplican en desordenadas carreras de un lado a otro en dirección a la calle. El corazón late más aprisa y las manos me sudan, pequeños temblores recorren la espalda y a medida que mis pasos me llevan a la calle la sensación aumenta exquisitamente, tengo la impresión de estar a punto de cruzar una gran hoguera.

Un par de pasos mas adelante la entrada del edificio parece sumirse en un brillo amarillento, el sol de lleno rebota en los gruesos ventanales y devora las figuras de quienes corren hacia fuera, cada vez que alguno me rebasa trae hasta mi rostro una brisa leve. Una vez en la calle me uno al resto. Mis ojos se disfrazan de curioso morbo y simulo escrutar sobre los hombros en busca de lo que perfectamente se donde se encuentra. Algunos miran a lo alto con las manos sobre la frente sorteando el sol, buscando alguna explicación, sin comprender lo inútil del esfuerzo. Llevo entonces la mano a mi boca como otros tantos fingiendo horror, mas espero que nadie advierta que oculto la sonrisa.

Es increíble que el gran macetero enlosado siga de una sola pieza, ahí esta sobre la acera rodeado de los restos de su propia tierra, aparentemente sin un solo rasguño. El sol brilla y rebota una vez más sobre su fría estructura tiñendo la calle y los rostros de céfiros azules en perfecto contraste con el rojo vivo y furioso que se derrama a escasos metros de mí. La respiración se agita sabiéndome en medio de todos los curiosos que no me prestan atención, nadie enfrenta mi mirada, ni observa como lleno mi pecho de sus propios alientos revuelto con el aroma cobrizo de la vida que se diluye como un pequeño río a mis pies. Por un momento mientras respiro profundamente, los segundos parecen dilatarse increíblemente, todo transcurre cuadro a cuadro, el tiempo y el espacio se corrompen sin tocarme extasiando los sentidos.

El incipiente ruido de las sirenas me empuja hacia la esquina, avanzo sin prisas, hasta que yacen vociferantes tras de mi, paso tras paso parecen mas débiles y pienso; es increíble que un acto tan simple como empujar un macetero, pueda desencadenar una serie de eventos formidables, únicos e irrepetibles, ni que tan intrascendente pueda parecer la suerte del pobre desgraciado cubierto con periódicos frente al edificio, apenas un circunstancial instrumento en el concierto del caos aparente. Para mi apenas un breve intervalo de divina potestad, para otros un recuerdo permanente…, todo tan solo en el breve espacio de la duda, todo tan solo en la punta de mis dedos.

17 junio 2008

Jauría





Levantó pie esa mañana apremiando la certidumbre de una mesa vacía, transitando el mismo empedrado, advirtiendo basura en las esquinas, observando sin importarle demasiado como los perros daban cuenta de las empacadas miserias, luchando a dentelladas por conseguir los trozos más grandes de aquellos despojos. Una mordaz sonrisa despertó en su boca al notar cierta similitud de aquellos perros con algunos de sus congéneres, sonrisa que aplaco pronto al advertir que el trozo mas pequeño generalmente le tocaba a él. Sumido en aquellas estériles reflexiones no pudo advertir cuando aquel desgraciado y maloliente quiltro amarillento se lanzó directo a su pantorrilla izquierda, habido de un trozo fresco de lo que fuese, el primer grito de dolor fue en extremo agudo, de nada bastaron los desesperados aleteos y puntapiés sobre el peludo agresor, cuyas mandíbulas permanecían firmemente cerradas cual puertas de un claustro.

Los gritos fueron dando pie a las maldiciones, y las patadas sobre las costillas del animal no hacían otra cosa que retumbar en sordos ecos que morían a la sombra de innumerables ladridos que se acercaban desde el callejón. Se agachó lo suficiente como para agarrar por las orejas al bicho desgraciado que no desistía en su empresa, en vano tiró y tiró, con tal fuerza que entre los dedos quedaron acumulados los grasientos y gruesos pelos del animal que no soltaba.

La calle aun dormía a esa hora de la madrugada y ciertamente no había luz en las ventanas. El dolor en la pierna se fue volviendo cada vez mas agudo e irritante, de improviso recordó que el punto débil de los canes es la nariz, dejó entonces caer de inmediato el puño cerrado sobre el húmedo hocico, el alarido fue tal que los tímpanos parecieron saltar como cencerros. Tras la penumbra del callejón se perdió la figura de aquel desgraciado que iba humillando la cabeza con la cola entre las patas.

Se quitó la corbata y la ató fuertemente sobre la herida, el alba aun era solo una promesa que coqueteaba con la silueta de una cordillera oscura, se levanto despacio advirtiendo un gruñido desde el callejón, ¡ahí estaba el maldito!, entre las bolsas de basura observando amenazante con los ojos llenos de rencor.

Lanzó una piedra fuertemente contra el quiltro, la pedrada reboto contra el pavimento perdiéndose en la oscuridad del callejón, despertando un quejido agudo. Poco a poco se fueron encendiendo los siniestro ojillos tras aquel velo oscuro, lentamente, uno a uno se fueron develando las fauces babeantes de por lo menos una docena de feroces animales con sus lomos crispados. El desgraciado amarillento con el hocico aun sángrate fue el primero en emprender carrera, tras él la horda cuadrúpeda se tornó una feroz ola de dientes. Un solo grito alcanzó a cruzar el callejón, un certero mordisco aplacó el terror en la garganta casi cercenando la cabeza, el resto se abalanzó sobre el cuerpo en una vorágine sangrienta.

Las luces fueron encendiendo una a una en las ventanas de las casa vecinas, dando un tono bronce al callejón, tras las puertas abiertas los sordos pasos en repentina carrera se abalanzaron sobre la manada, sendos y certeros golpes de machete dieron cuenta de varios animales, cuyos aullidos fueron suficientes para persuadir al resto a emprender la retirada.

Los vecinos dispusieron de los animales según su peso, dividiendo el botín en partes relativamente equitativas, al igual que los “restos” que dejaron aquellos infelices que aullaban desde lejos, mientras el sol aun no se atrevía a despertar.

13 junio 2008

Adán-X






“Dado que muchas sociedades humanas buscaban proteger a los desfavorecidos y los débiles, dichas sociedades están reñidas con la selección natural responsable de la extinción de los más débiles. Sólo cambiando estas políticas sociales, podrá la sociedad ser salvada de una «reversión hacia la mediocridad»,

Francis Galton


Cada vez que Alex pasaba frente a mí, yo no podía mas que mantener firme la mirada directo en sus ojos. Aunque la cordura dictase exactamente lo contrario. En aquel acto había algo distinto a un simple desafío, el hecho de que un viejo como yo se atreviera a sostenerle la mirada a un 130, era como una bofetada que cruza el rostro en medio de la noche, insolente e inesperada.

El rostro de Alex, permaneció inconmovible. Sus ojos eran dos bolitas azules y frías. No había en él ningún atisbo de ira, no, aquel flagelo estaba desterrado de su ser. La ira es incompatible con la razón y lo no comulgante con la razón es inaceptable, tal vez había curiosidad en él, una curiosidad infantil, tan propia de sus nueve años. Alex me observaba en silencio, como quien hace con un perrillo mojado. Él, un ser superior sentía curiosidad de mí. Bajé la mirada y seguí limpiando el piso, Alex se alejó por el pasillo sin mencionar palabra. El edificio estaba casi vacío y en el piso quince tal vez el único sonido era el chirrido de las rueditas de mi bote de limpieza. Recordé a Alex y sus pupilas pétreas, la perfección de sus nueve años me contemplaban como el último vestigio de un pasado que lentamente se hundía en el olvido.

Terminé de limpiar y me dirigí al primer punto de control, extendí el brazo derecho bajo el scanner y permanecí inmóvil mientras la luz roja recorría el código de barra sobre mi piel. La puerta del elevador se abrió silenciosa, baje los quince pisos en silencio, observado la cuenta regresiva hasta el número uno. La calle estaba vacía y fresca, las primeras lluvias de Abril habían dejado espejos en el asfalto en donde los reflejos de las luces se veían sinuosos y alargados. Fui el último en subir al transporte, las mujeres ocupaban siempre los asientos desde la mitad hacia delante, me fui directo hasta los asientos de la fila del fondo. Juvenal y Antonio estaban con el mentón pegado al pecho, me senté entre ellos y salude en voz baja, no hubo mas respuesta que un breve “buenas noches”, hablar en el transporte estaba prohibido.

El bloque C no era un mal lugar para vivir, nadie razonable podía decir lo contrario, teníamos una gran extensión de áreas verdes, habitaciones individuales y calidas, un gimnasio bien provisto y acceso a servicios médicos. Al comienzo ya hace casi siete generaciones todo era muy distinto, cuando las fronteras ya no eran mas que una parte de la historia, y se instauró el gobierno unificado. En aquellos tiempos se dictó que cualquier habitante con menos de 89 de coeficiente intelectual debía ser exterminado, al igual que cualquiera que tuviese alguna enfermedad genética o algún grado de invalidez permanente, o malformación congénita. Así, la eugenesia fue el estandarte del nuevo comienzo. Todos los esfuerzos científicos de la época se aunaron en la consecución de la depuración de la raza, para ello el control de tasa de natalidad diferencial era fundamental, miles, tal vez millones de mujeres en todo el planeta fueron esterilizadas a la fuerza, eso las con ci por debajo de los 90 puntos. Se alzaron entonces innumerables campos de concentración, los estupidos y enfermos eran el lastre de la sociedad, la piedra de tope que detenía el avance hacia la perfección. Los criminales y los enfermos fueron los primeros en ser eliminados, las cárceles y hospitales fueron vaciados en pocos meses, las vías férreas se saturaron de vagones sin más lamentos que el chirrido de las ruedas sobre los rieles. La infamia se apoderaba así, esta vez del mundo por completo.

En un comienzo, tal vez entre los primeros diez o quince años el cambio en la sociedad fue completo Los anillos de pobreza eliminados. La tasa de natalidad entre los candidatos con mas de 129 de ci fue incentivada y se observó y mantuvo su incremento, era entonces el intelecto el bien por excelencia. Los focos de contaminación industriales fueron eliminados, el uso de motores de combustión interna y así como cualquier tecnología que utilizara combustible fósil fue prohibido, los paneles solares florecieron sobre los techos de todo el orbe, las plantas de generación de energía eolica ocuparon grandes extensiones a las afueras de las grandes ciudades, en suma, el aire y los océanos se recuperaban lentamente.

No fue si no hasta el año veintitrés, desde el nuevo año cero en que el gobierno central entendio que de ser exterminados completamente todos los seres inferiores, entiéndase por ellos a la población controlada por debajo de los 90 de Ci, el nuevo orden se exponía a un derrumbe de la nueva economía. La amenaza por falta de mano de obra en niveles productivos y servicios quedarían a la deriva, teniendo que ser forzosamente ocupados por población superior, era pues irracional que un ser sobre 110 de Ci tuviese que invertir tiempo en labores manuales y de orden menor a sus capacidades intelectuales. Se realizaría entonces la primera enmienda al nuevo régimen eugenésico, por mandato expreso el nuevo orden clasificaba a la población en la siguiente estructura y jerarquía conforme a coeficiente intelectual y perfil genético.

Ci de 130 o más; clasificación: Muy superior, destinado a ocupar cargos de gobierno, investigación científica, práctica de la medicina y pedagogía

Ci de 120 a 129; Clasificación: Superior, destinados a Control de producción industrial, faenas de servicios menores y administración y vigilancia de bloques dormitorios para la población por debajo de 110

Ci de 110 a 119; Clasificación: Normal, destinados como mano de obra para procesos industriales y agricultura

Ci de 90 a 109; Clasificación: Promedio, destinados a servicios menores, limpieza y manutención de áreas comunes

Ci de 89 y menor; Clasificación: indeseables, destinados al exterminio

Así fue desde entonces y así es hasta hoy, a pesar de la contradicción vital que significaba para un orden exclusivamente eugenésico la mantención de individuos inferiores, dado que se entendía como intervención directa sobre el proceso de selección natural (al igual que los procesos de exterminio iniciales de población inferior o enferma). Fue esto necesario para asegurar el éxito de las castas superiores, por el momento de algún modo nos habíamos vuelto imprescindibles, por un momento, hasta que los 130 encontraran otra manera
.
Yo soy un 109. A estas alturas un anciano 109, así es, por un miserable punto menos he estado toda mi vida puliendo pisos y aseando pabellones. El oceano y los campos de cereales solo los he visto a través de grabaciones digitales, siempre a escondidas y durante la noche mientras realizo mis labores, el acceso a los información es fuertemente regulado por los 130. En el bloque C no existe ni existirá biblioteca alguna, solo se nos reparte material técnico, inherente y orientado exclusivamente a ser mas eficientes en nuestra labor diaria. La consecución de cualquier material escrito o audiovisual no autorizado por los 130 era motivo primeramente de advertencia y en caso de reincidencia directamente la degradación de clasificación, es decir si algún 119 era sorprendido con material no autorizado se le amonestaba con algún periodo de incomunicación, si se le sorprendía nuevamente era degradado en su clasificación hasta el mayor valor del tramo inmediatamente menor en la escala, quedando en este caso clasificado como un 109 y destinado a las labores según clasificación, así sucesivamente y en escala menor hasta alcanzar el grado 89 o mejor dicho, el exterminio, ya que según los criterios de los 130 un individuo que demuestra conductas reincidentes so advertencias de por medio presenta claras evidencias de un no razonamiento, por consiguiente es un enemigo del orden y su fin lógico es la extinción.

No fue hasta la quinta generación que el consejo de los 130 se vio enfrentado a un nuevo problema, por motivos aun no resueltos la tasa de nacimientos de individuos con proyecciones por sobre los 119 sufrió un detrimento importante, y la tasa de mortalidad infantil un incremento significativo cercana al 70 por ciento en individuos en edad escolar. La excesiva carga de información en el régimen de instrucción académica a los menores de diez años tenía como consecuencia un deterioro importante en la capacidad sináptica, alteraciones de personalidad y un incremento en desordenes mentales. La ingeniería genética se presentaba entonces como única respuesta al problema, se llevó acabo entonces la segunda enmienda del régimen eugenésico, todos los individuos por sobre los 120 debían someterse al sistema de reproducción asistida, los genes altamente depurados perseguían hipotéticamente la obtención de individuos por sobre la línea de los 130, entendiéndose como extremadamente necesaria tal excepción a la regla básica de la eugenesia, se justificaba en el fin de asegurar la continuidad de la clase superior, y que en el incremento de las habilidades técnicas e intelectuales de los mismos deberían tener la consecuencia lógica y razonable de encontrar la solución al problema de el deterioro sináptico de las generaciones nacidas por el método tradicional. El experimento fue un fracaso, la primera generación de los nuevos individuos no lograba sobrevivir mas allá de los doce o trece años, la evidencia de su intelecto superior era indiscutible, individuos de menos de nueve años superaban con creces las capacidades de los 130 mas aventajados y viejos, pero todo ese potencial estaba limitado a una breve existencia, la paradoja era insostenible. Las hembras por sobre los 120 terminaron por perder sus capacidades reproductivas, ya se sabe que los órganos que no se utilizan por un periodo prolongado terminan por atrofiarse, el organismo vivo invariablemente se adapta a las nuevas condiciones. Los 130 vieron entonces con horror como el genio de su civilización estaba invariablemente destinado al fracaso, solo era cuestión de tiempo, la naturaleza siempre busca de algún modo encontrar el equilibrio.

Aquella tarde la lluvia caía copiosamente sobre el asfalto, el transporte me dejaba silenciosamente enfrente del edificio que veía pasar mis días desde que era un niño. Desde el piso quince me quedé un momento contemplando la ciudad, una ciudad que se extiende más allá del horizonte, una ciudad de calles vacías, de parques silentes y abandonados juegos infantiles .
Las gotitas de lluvia se deslizaban lentamente sobre el amplio ventanal que estaba limpiando, seguí con el índice la trayectoria de una de ellas hasta que se perdió allá muy abajo. El silencio y las nubes me sobrecogieron, apoye la frente sobre el cristal y el frío me hizo temblar. Di vuelta y allí estaba Alex, de pie y en silencio, observándome, lo observe fijamente algunos segundos directo a sus ojos, aquellas bolitas azules y frías que me miraban otra vez con inusitada curiosidad, se acercó lentamente y con un gesto de su manito me ordeno acercarme, dejó su mano extendida hacía mí y comprendí que su intención era tocar mi rostro, me puse de rodillas frente a el primer 150 de su generación, el primer individuo puramente intelectual de su generación, destinado a desaparecer en dos o tres años, las estadísticas jugaban en su contra, el consejo de los 130 había determinado que las expectativas de vida basadas en el deterioro sináptico de un individuo eran indirectamente proporcionales al incremento de sus capacidades intelectuales, por cuanto siendo Alex un 150 su destino estaba escrito.

Alex estiro su mano y con sus dedos recorrió mi arrugada frente, levante las cejas de repente y los ojos de Alex se abrieron inmensos, esbozó una amplia sonrisa, la primera que veo en él, tal vez la primera que veo en años. Los 130 no sonríen mucho.

El bloque C esta a menos del 30 por ciento de su capacidad. Hace ya unos siete años que murió el último de los 130. Nuestras hembras han terminado por volverse infértiles, desconozco el motivo, el caos es global, no hay un liderazgo claro, los individuos del 120 al 129 se han constituido en clanes que dependen expresamente de los individuos bajo los 119, en conjunto nosotros somos la base de su sustento. No se que ocurre en otras partes del planeta, pero en esta ciudad al menos ya no nace ningún niño desde hace años, cada vez somos menos y mantener todo en funcionamiento es un esfuerzo sobrehumano.

El océano me parece el espectáculo más grandioso de la creación, el aire cargado de sal me hace estornudar y me provoca risa hacerlo, siento mi risa, como un niño, yo un viejo 109, el último de la escala en el nuevo orden he visto generación tras generación caminar hacia el ocaso. Las olas rompen lanzando su espuma a la brisa que empapa mi frente, el agua fría me hace estremecer y el recuerdo lejano de aquella fría tarde en el piso quince se presenta con la breve figura de Alex, o Adán-X como solían llamarle los 130. Alex, el punto culmine del nuevo orden destinado a ser borrado de la memoria, como las últimas luces de un sol que se apaga tras el horizonte de la historia humana.

11 junio 2008

Recorrido quimérico

Death on a Pale Horse
Pintura: Joseph Turner (England)
Desde Turner a Van gogh


Un caballo pálido muestra los huesos descarnados ofreciendo las entrañas de su jinete en un acto que desafía los colores y se prepara para sembrar la muerte y desolación, descansa sobre blancas arenas de un desierto incierto construido en el imaginario del creador de mundos difusos, arquitecto de imágenes cargadas de matices terracotas, de sombras y de luces que se mezclan y confunden ante mis ojos danzando fatuas en su genio. Me paseo por su cuello en busca de su lomo carcomido por el tiempo, insisto en el recorrido solo para estrellar mis ojos en las sombras que se revuelven y palpitan en nuevas formas que amenazan con estallar en cualquier instante para continuar sorprendiendo mi curiosidad insolente.

Las arenas se mueven y en el cielo las nubes me invitan a seguirlas, extiendo entonces las alas y me lanzo al infinito. Las nubes me reciben revolcándose confundidas, venciéndose en tiránica orgía de colores y sombras. Abajo, en las arenas ocultan los despojos de árboles devorados por la aridez del olvido, avanzo entre las nubes cargadas de lujuria para cruzar la ciudad de altas paredes teñidas de cobres colores, en donde los hijos de Acis se esconden temerosos de las rocas de Polifemo, mientras la nereida les mira triste desde las alturas y ya nunca mas desde la costa, elevando una plegaria para no volver a convertir la sangre en agua.

Continúo el recorrido descubriendo nuevas costas de arenas oscuras y de cielos mas azules, de horizontes no definidos perdidos tras el brillo de la espuma que golpea las rocas del este, me acerco a su único habitante y vuelo circundante su espigada figura sin hojas como recordando que alguna vez estuvo vivo y que hoy, pétreo se cierne sobre las arenas, altivo por haber detenido el tiempo en su mano donde descansa lánguido, escurriéndose sobre la mesa.

Dirijo el vuelo en Busca del oeste siguiendo al sol de Monet que se suspende entre grises y naranjas, dibujando fantasmales embarcaciones de velas retraídas que reflejan su palo mayor en aguas confundidas entre verdes y marrones donde escapa al movimiento la sombra del botero y su acólito desde hace ya mas de un siglo.

La tarde se hace noche y tras las nubes que ya son recuerdo estallan las estrellas como inmensos girasoles revolviendo el firmamento, haciéndolo vibrar, dibujando estelas como piedras en el agua, en el este se alza una obscura flama que hiere transversal las montañas y los astros que me observan, desciendo entonces para enfocar en mi pupila las ventanitas amarillas del pueblo que circunda la silente iglesia que apunta su lanza al remolino celeste de indefinible constelación. Me desvió por la costa para encontrarme con los dos únicos paseantes que dan la espalda a los reflejos en el océano nocturno como queriendo olvidarlos, siempre vigilados por las estrellas que alzó el furioso creador de girasoles.

Me interno sobre las aguas cada ves mas violentas, escapando de tanta poesía, alejándome de las estrellas para ver como las sombras las devoran nuevamente, empujadas por los vientos que revuelven las aguas jugando sin cuidado con la barca solitaria de un solo farol, que se atreve a retar a Poseidón.

09 junio 2008

Cayendo en Sevilla





Enciendo mi tercer cigarrillo. Jamás el sabor del tabaco me pareció tan pobre como aquella tarde en el jardín del prado. De pie frente a la vieja fábrica de tabaco, intento imaginar como habría sido probar uno de los estupendos cigarros de aquel entonces. Seguro en el siglo XVII no habían las advertencias sobre este dañino, pero exquisito hábito que se devora la vida desvaneciéndose entre los dedos, dejando una mordida amarillenta en la piel.

El escorial es más grande – dices de repente – el escorial es cuando mucho el edificio mas grande de España. La fábrica de tabacos es el segundo más grande.

Te miro pasar las hojas del típico librito de turista, tu nariz de botón parece ir guiando la lectura. ¡Que importa! –te digo exhalando una gruesa bocanada-, aun no te das cuenta que hasta las pirámides pierden significado si no estuvieras a mi lado

Cierras el librito y lo encierras en tus manos como quien guarda un preciado y diminuto tesoro, te acercas y me besas largamente, mientras mas de cuatrocientos años nos contemplan en silencio. Ciertamente algo mas que las pétreas centurias, pues también nos miran los estudiantes de la ahora universidad de Sevilla, actual uso del edificio luego de que se trasladara a otro sitio

Tras una breve caminata y varios besos mas tarde, hacemos un par de fotografías frente al muro de Alcázar. Te apoyas sobre el y me guiñas un ojo con esa sutil coquetería femenina capaz de derribar imperios

Las calles estrechas del Barrio de Santa Cruz nos reciben con sus casas de dos pisos y sus balcones llenos de flores. Giras y giras con los brazos extendidos como una niña en la playa, ¿y si nos venimos a vivir aquí? –Preguntas, sabiendo la respuesta de antemano -, ¿déjame soñar, un poquito?, la casa de las ventanas azules que esta allí me gusta mucho, te imaginas por la tarde luego del trabajo caminando por el callejón de agua, luego antes que baje el sol nos sentamos a charlar en la plaza. Observaremos como las parejas se dan cita junto a la cruz de hierro que se llama, se llama…, no, no… me digas como se llama... se llamaaaa. La Cerrajería, ¿si?, a ver –vuelves a meter la nariz dentro del librito de turistas- Siiiii, lo sabía –dices complacida de tu memoria

¿Que piensas? –preguntas observándome, mientras mis ojos se pierden sobre los coloridos balcones del mas hermoso barrio de Sevilla, pero no puedo evitar estremecerme al recordar al Arcediano de Écija y su primavera de 1391, seiscientos años limpian la sangre de las piedras mas no de las hojas de la historia
¿Que piensas?

Nada, solo imaginaba como sería vivir aquí, seguro ha de ser muy caro, considerando al ilustre vecino

De que hablas ¿conoces a alguien aquí?

Te doy una pista –digo alzando una ceja
Bien, esta bien…, juguemos

Veremos si te estudiaste bien el librito ese, ja,ja,ja, a ver con esto te lo digo todo, “La sagrada familia del pajarito”

Abres las manos con solemne ademán, y dejas en el aire una sola palabra “Murillo”

Efectivamente muy cerca del lugar se encuentra la casa del célebre pintor sevillano, una bella casa ataviada a la usanza del siglo XVII. Luego me volvería a encontrar con Murillo, pero sería en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, junto a “el calvario” de Lucas Cranch y la “primavera” de Francisco Barrera, hermosa alegoría de la estación que nos recibe en Sevilla, como quisiera haberte tenido en su lienzo aquel maestro y coronarte de flores, te digo despacio mientras me deleito observando como la brisa juega con tu pelo

En la plaza de doña Elvira te hiciste de un gran abanico so pretexto del terrible calor de aquella primavera (no mas de veintidós grados), y aunque poco tenían que ver con el calor los dos kilos de cerámica que tuve que cargar hasta el patio de banderas, bien valía la pena el esfuerzo si te dibujaba una sonrisa, y bueno, también una que otra carcajada cuando caí de bruces en la calle judería, por poco y tus souvenirs quedan reducidos a polvo

Ahora vas a ver uno de los mejores ejemplos de la arquitectura gótica de España, dijiste con tono seguro, como si hubieras visitado y conocido de memoria cada rincón de aquella hermosa ciudad tan nueva para mí. Tu media sonrisa y el brillo de tus ojos ordenan obediencia y sin pretexto que valga ya me encontraba frente a la catedral. Tus ojos recorrían la extensa escala hacia la capilla real, ¿te animas a subir? –Preguntaste-, desafiando mi pobre resistencia, como no seguirte, si de seguro te habría seguido hasta el mismo Fernando III si no estuviera tan placidamente dormido y ataviado bajo la figura de la virgen de los reyes en su tumba de cristal.

Al salir el sol hacia brillar la calle empedrada y me punzaba los ojos mientras intentaba encontrar el lo alto al Giraldillo, pese a alzar sus cuatro metros sobre la cima de la torre de la Giralda, es prácticamente imposible atrapar en la retina al detalle mas curioso de uno de los iconos mas representativo de Sevilla

Y ahora, ¿adonde?, recuerda que tú eres la guía

¿Que tal la plaza nueva, o el palacio arzobispal?, ¿El Archivo de Indias?

Noooo, Mejor un bar y unas buenas tapas, -te dije saboreándome a Sevilla entera en un segundo- después de todo estamos en España- , si unas tapas, tapas… unas tapassss

¡Hey, hey que te pasa!, vamos ponte el cinturón ya vamos a aterrizar, ¿que es eso de tapas?, ¡tapas!. ¿Ya pensaste el recorrido? –preguntaste mientras te abrochabas el cinturón

Y bueno…, algo se me ocurrirá –te dije alzando las cejas mientras cerraba mi viejo librito de turista.

Instalados ya en el hotel, luego de un vuelo tranquilo gracias a los cuidados de mi buen amigo Jack Daniel´s (con abundante hielo, por cierto). Decidí que lo mejor sería no quebrarse demasiado la cabeza ideando un nuevo recorrido. ¿Para que? , total en el avión ya el inconsciente e tras la lectura de mi librito de turista prácticamente lo había decidido

Ufff por fin, ¡como odio volar! -dijiste una vez en tierra

Bueno tampoco fue gran cosa –te dije intentando mostrarme fresco después de tantas horas

No dirías lo mismo si te hubieras pasado los últimos seis años atravesando continentes, ya parecía aeromoza de tantas horas de vuelo, menos mal que ya acabo, que tedio, maldito trabajo

Tal vez por eso no te había conocido antes, nunca se me ocurrió mirar para el cielo –te conteste haciéndome el distraído

Mmmm, vaya, vaya tal parece que Sevilla nos esta poniendo románticos, - te sonreíste y me dejaste un beso pequeño haciéndome cosquillas en los labios

Los rincones de Sevilla se ofrecieron esplendorosos, no tanto como la sonrisa maravillosa que te pusiste desde que bajamos del avión. La Giralda y su maravilloso estilo árabe, sus bellos detalles la equiparan solo con la Kotobyya de Marraquech. Me quede pegado un buen rato observando su altura, ¡increíble! –atine a decir –

¿Qué es lo que te parece tan increíble?-preguntaste observándome, fruncir el ceño luchando contra los puntiagudos dedos de un sol que se entretenía picándome los ojos

¿No te parece increíble que semejante muestra de destreza arquitectónica haya sido pensada como una torre de batalla? –el cronista árabe al-Munim, cuenta que la Giralda se mando a construir para batalla contra Santarem

Si ya lo creo –contestaste-también me parece increíble que existan las batallas

Es magnifica –acote, sin quitar la vista de la estructura

¿Tanto como yo? –preguntaste coqueta

Bueno si pensamos en que representa una mujer con túnica, escudo guerrero en una mano y una palma en la otra, no, no me parece tan increíble como tú

Bien zalamero, vamos por tus benditas tapas y luego continuamos, ¿que otra sorpresa me tienes?

¡Ya vas a ver, ya vas a ver! –te dije en tono misterioso

Tras el almuerzo, nos bajábamos del autobús que nos había traído hasta Santiponce las Ruinas Romanas de Itálica, distantes a apenas 8 kilómetros al norte de Sevilla fundada el año 206 a.d, por Publio Cornelio Escipión, cuna de los emperadores Trajano y Adriano.

Caminar por el parque en torno al anfiteatro con capacidad para 25.000 espectadores (uno de los mayores del imperio romano), era por cierto en si misma una experiencia estremecedora, poco importaba que la ciudad hay sido trasladada desde su localización original hasta donde ahora nos encontrábamos, escudriñando sus rincones, contemplando en silencio las centurias que guardan quizás quien sabe cuantos secretos.

El domus de los pájaros y sus muros de no más de 60 centímetros, tras la restauración, no hablaba mucho del esplendor que seguramente vivió esta casa señorial del siglo III

Ahora veo por que se llama la casa de los pájaros –dijiste algo defraudada mientras observabas el esplendido mosaico en la habitación junto al pozo-, frente a mis ojos de pronto las figuras varios pájaros de colores verdes y terracotas, encerrados en grandes recuadros finamente adornados

Si le ponían la casa de las aves no hubiera sido mejor –te dije burlón

Al fondo de aquella construcción apareció como un oasís una de las dos fuentes de agua que mantenían los romanos con poder en sus casas, considerando las dimensiones y las comodidades de los esclavos me parecían un detalle casi execrable, solo perdonable por su increíble belleza. El detalle de la hierba tan verde en torno a la fuente me dio la sensación que en aquellos muros la vida se encontraba solamente dormida

Aquí estábamos de la mano observando y caminando la historia, mientras comenzábamos a construir la nuestra

¿De que te ríes? –preguntaste

Nada, es solo que me divierte pensar si dentro de mil años, alguien caminara por lo que fue nuestra casa imaginando como éramos, y como vivíamos.

Si, sería interesante saber si alguno de tus calcetines petrificados sería exhibido en algún museo mi amor –dijiste mientras comenzabas a reír. Ahí estaba tu risa otra vez, ¡demonios como me gustaba tu risa!, y mas, saber que era para mí.

Sonrío al recordarte bajo ese cielo tan limpio, como tus ojos, como tu alma, Cierro los ojos y casi puedo sentir la brisa salada de Isla Canela, casi puedo verte corriendo como niña sobre la arena fina y dorada de aquella playa en Huelva, como mirabas alrededor preguntándome hacia donde se encuentra Portugal, Jugando a descubrir a simple vista la frontera. Cierro los ojos otra vez y casi puedo ver el sol describiendo fulgores sobre las tranquilas aguas del Atlántico.

06 junio 2008

Mañana (final)

Oleo: Ernie Barnes

09 de Noviembre

He pasado toda la mañana revisando las anotaciones de los cuadernos que encontré sobre mi cama, el nombre Marcela esta por doquier, también aparecen Jaime, Raúl, Felipe, Luis, Aquellos nombres no significan nada, son solo palabras que como todas las que no se escriben mueren irremediablemente al salir de la boca, las anotaciones guardan una desordenada cronología, faltan días y hay saltos entre semanas, se hace difícil la lectura, cada día es un evento en si mismo independiente y sin ninguna conexión al día anterior, al comienzo de cada pagina se puede leer en letras rojas “Leer hoja anterior”, aparentemente un intento de dar continuidad a la sucesión de eventos, lo curioso es que la caligrafía de aquella frase es muy distinta a la que conforma el relato diario.

Los cinco primeros cuadernos que he leído no guardan datos relevantes sobre quien soy, se podría decir que son solo descripciones absurdas de objetos y utensilios tales como; platos, tazones, cucharillas, etc. También existe el intento de retener la experiencia de olores y sabores, por ejemplo la vainilla, se describe como de sabor calido algo amargo de aroma fuerte y sostenido. La manzana de un sabor dulce ligeramente acido, de aroma suave, aquellas descripciones no hacían mas que acentuar mi angustia, todo verdaderamente es tan relativo, se puede describir en detalle la forma, el sabor e incluso el aroma, pero ¿se pueden recordar acaso?, y si se pudiera ¿acaso una manzana no huele y sabe distinto a otra, inclusive de una misma variedad?

En una página del sexto cuaderno se lee;

12 de enero”

Soledad tiene el cabello rojo como un rubi , su risa es cantarina y fresca, esta mañana me trajo un cuadradito negro y aromático, lo llamó chocolate, su sabor es agradable y su textura es suave, el chocolate en mi boca me ha provocado una sensación placentera. Soledad ha dejado abierta la pequeña ventana, dice que las líneas grises que la cruzan en vertical se llaman barrotes, yo ya lo sabía pero ella insiste en indicarme el nombre y función de cada objeto de la habitación, yo sigo atento cada una de sus elocuciones, en realidad me gusta ver como se pasea por la habitación, me reconforta su expresión alegre. Me dice que soy uno de sus niños mimados y que si logro describir acertadamente al menos cinco objetos y su función mañana oiremos música”.

Soledad, su nombre y descripción en aquella pagina, parece tan vacía. Al cerrar los ojos intento construir una imagen, logro una, pero al instante viene otra, y luego otra, Soledad, su nombre y descripción, podrían ser cientos de rostros, tal vez miles, sin lograr siquiera rozar la verdad

¿Quién soy?, otra vez la pregunta, al igual que Soledad, mi nombre y descripción podrían ser cientos, tal vez miles de rostros posibles e inciertos, a fin de cuentas, ¿Qué se es, si no la suma de los recuerdos?. Sin pasado no se es, solo se existe por tanto ciertamente no soy, solo existo. Las lágrimas brotan de improviso y calladamente me sumo en el letargo calido del sueño sin sueños.


12 de Noviembre

Por la tarde al despertar encontré a una mujer rubia sentada frente a mi cama. Hace anotaciones en una libreta, me observa y me pregunta como me siento, le digo que me siento bien, pregunta si se cual es su nombre, le digo que no, me dice que su nombre es Marcela, guarda silencio y continua haciendo anotaciones en la libreta. Le pregunto donde estoy, Marcela contesta que estoy en casa, casa que no es hogar -digo a continuación-, Marcela sonríe y cierra su libreta

Hoy he descrito todos y cada uno de los objetos de mi cuarto incluida su función Marcela parece complacida

Afuera la lluvia se hace cada vez con más fuerza, Marcela dice que pronto la lluvia se llamara tormenta, le digo que no hay nada más agradable que sentir la lluvia correr libremente por el cuerpo, que la experiencia de caminar bajo la lluvia es una delicia, intento recordar y veo las nubes grises pasando raudamente sobre mi cabeza, veo las copas de los árboles doblegados bajo el imperio del viento. Rápidamente describo la escena a Marcela, temiendo perder aquella visión, pero lejos de ver cumplidos mis temores, aquel cuadro bajo la lluvia se va llenando de fuerza, ahora son las olas sobre las rocas las que arrojan su espuma hasta mis pies, hasta que… ¡todo vuelve a desaparecer!

Marcela esta de pie, parece perpleja, me pide que vuelva a relatarle aquella visión, mientras lo hago, ella anota todo en su libreta.


13 de Noviembre

Marcela se llevó todos mis cuadernos, los reemplazó en igual cantidad con otros en blanco, los separó en dos grupos de tres, un grupo de cuadernos azules y el otro de cuadernos rojos. Me pidió que en los azules antes de dormir escriba todos los sucesos del día y en los rojos debía en lo posible describir las imágenes que llegasen a presentarse en mi cabeza, repitiendo el ejercicio del día anterior, ¿sabes a que me refiero?-Preguntó- volví entonces a relatar la escena de la lluvia, los árboles y las olas.
¡Exacto! – Dijo Marcela con renovado entusiasmo – eso es, justamente tu primer recuerdo

“Recuerdo”, por vez primera aquella palabra albergaba esperanza, “recuerdo”, la retención de un evento real o imaginario, que importaba aquello, real o imaginario allí estaba, intacto. El primer ladrillo en el muro de la memoria, por vez primera contemplaba el pasado, un breve pasado que ofrecía novel la promesa de un mañana.

04 junio 2008

Mañana ( Parte I)

Oleo de: Susana Soto Poblete





03 de Noviembre

Marcela me dijo que tengo treinta y seis años. La verdad, al repasar las líneas de los años impresas en mi rostro parezco diez años más viejo de lo que ella cuenta.

05 de Noviembre

Marcela tiene treinta y nueve. Al menos eso es lo que ella declara, tiene el cabello rubio, no muy largo, apenas un par de centímetros bajo la línea de los hombros, sus ojos verde oscuros le otorgan el privilegio de ostentar una mirada cautivante y sombría. Marcela ciertamente tiene buena figura.

Hoy a la hora de almuerzo, justo cuando Marcela dejaba la bandeja sobre mis piernas, le dije que tenia linda figura, ella esquivo mis ojos y sonrió brevemente, levantó un par de centímetros de su falda y se observó las piernas, luego dijo que buena figura había tenido diez años antes, Antes de los treinta la mujer es solo geografía – le dije –, a tu edad, cada palmo de piel ofrece el misterio de descubrir uno a uno los dulces secretos que te ofrece la experiencia. Entonces Marcela me miro directo a los ojos, no había en ellos atisbos de la braza intensa del deseo muy por el contrario, la ternura hizo presa de ellos, toco mi mejilla y antes de que se pusiera a llorar me dejó un beso en la frente.

08 de Noviembre

Hoy por la mañana he sentido un fuerte dolor de cabeza, y he sangrado mucho por la nariz, no puedo imaginar lo ridículo que debo de verme con los algodones embutidos en las fosas nasales, a la incomodidad de estar obligado a respirar por la boca se le ha sumado también la resequedad de la misma, tengo mucha sed y la jarra de agua en la mesita de luz yace tan vacía como mi cabeza. Cuando escribo que no puedo imaginar lo ridículo que debo de verme con los algodones embutidos en las fosas nasales, es literal, de pronto he constatado que no recuerdo mi cara, cierro los ojos e intento concéntrame, pero no puedo construir imagen alguna, todo lo que no esta al alcance de mi vista no existe, tal reflexión me perturba.

Durante la mañana ha venido una mujer rubia, se presentó como Marcela, dejó algo sobre mis piernas, luego el silencio se hizo entre nosotros. Me quede observando lo que yacía sobre mis piernas, luego mire a la mujer, ella me devolvió una mirada lastimera, “eso es el desayuno” -me dijo-, luego saco una libretita de uno de sus bolsillos he hizo una anotación, se sentó en el borde de la cama y uno a uno fue tocando los objetos repartidos sobre la “Bandeja” eso fue lo primero que señaló, luego, “Tazón”, “Pan”, “Café”, “Mantequilla”, “Azúcar”, “Cucharilla”, “Leche”, Todo en su conjunto es un desayuno, Me dijo que hay de varios tipos, no se a que se refería. Me señalo que y como debía comer y beber. La experiencia de los sabores es única cuando se tiene por vez primera, La mujer… Marcela deslizo sus manos sobre mi cabeza ordenando mi cabello, le dije que no sabía como era yo, que mi rostro era hasta ese momento la angustia de la incertidumbre. Marcela sacó un espejo de la mesita de luz y lo puso frente a mí, me estremecí al contemplar la imagen. Marcela me dijo que sufría del síndrome de perdida de memoria selectiva, me explico que el cerebro elimina arbitrariamente cualquier vestigio de memoria sobre objetos, personas, experiencias, sobre el ser mismo si se quiere, que existen picos de transito mas agudos que otros dependiendo de un proceso químico alterado que interrumpe la sinapsis, para mi aquello fue mas que una simple revelación, observe el cuaderno entre mis manos, cada una de sus hojas fechadas daban cuenta de la suma de los días perdidos. ¿Cómo es posible que recuerde las palabras? – Pregunte sin quitar la vista del cuaderno –, nadie sabe –respondió Marcela, esa es otra interrogante de este mal, hay días en que también olvidas como escribir, incluso hasta como hablar, eso si eso ocurría en contadas ocasiones denominadas como periodo de crisis, pero no te preocupes, mañana no te importara. ¿Quién soy? –le dije- Marcela se dirigió entonces hasta un pequeño estante y cogio varios cuadernos idénticos al que yacía entre mis manos, ¿Quién soy? –Repetí-, No lo se –dijo Marcela- no puedo responder a esa pregunta, y dejo los cuadernos sobre mi cama, y antes de cerrar la puerta señaló, ¿Sabe alguien verdaderamente, quien es?

Me quede en silencio, observando cada rincón de la habitación, comprobando que cada objeto que allí reposaba no evocaba ni la más mínima cuota de familiaridad, me quede con la mirada fija sobre la docena de cuadernos en la cama y de pronto el terror me invadió, ¿y si había sido yo un asesino?, ¿si el resumen de mis días no era mas que el cúmulo de experiencias desafortunadas?, ¿y si en aquellas paginas no existe la palabra amor, madre, hogar, ni mi nombre?. Mi nombre aquello tampoco lo sabía, Marcela no me había llamado por nombre alguno esta mañana, vanamente hice el intento de buscar imágenes en mi cabeza, con los ojos cerrados y tratando de encontrar la perdida calma, busque y busque sin éxito, ¡NADA!... nada mas atrás de los eventos ocurridos durante la mañana,… mañana… aquella palabra ahora se hacía implacable en su entero significado,… mañana, el mañana ya no era mas, aquello es una estocada fría cuando todo el ser no es mas que verbo presente.

02 junio 2008

Toc, toc



Me acerco a la ventana y enciendo mi décimo cigarrillo, el viento gélido golpea mi rostro como millones de invisibles agujas, cae la tarde y lentamente comienzan a encenderse las luces en la calle y los edificios aledaños. Frente a mi ventana se levanta como un gigante gris uno de los tantos edificios que me impiden ver la cordillera en la mañana, miro al gigante y me concentro en sus iluminadas ventanas, parecen pequeños faros en la niebla mudos testigos de las historias de sus transitorios ocupantes, cada una encierra un pedazo de mundo, de historias, penas y alegrías.
Enciendo mi cigarrillo numero once y arrojo hacia el vació la colilla del que acabo de terminar, miro otra vez hacia el cielo que se apaga sigilosamente, es curioso como cada atardecer en un breve lapso de tiempo se da la mano con el amanecer, la diferencia se percibe apenas solo por los sonidos y el aroma en el aire. Me gusta ser testigo de la muerte de un mal día, de como suavemente cae la noche, como se duerme la ciudad que conozco y como se despierta la que no conozco, la mas brutal, la mas siniestra.

Levanto los ojos y me fijo nuevamente en las ventanas que no me miran desde lejos, una mujer de pelo suelto se asoma a la terraza, cruza los brazos y se apoya en la baranda, no puedo ver sus ojos distantes, se mantiene en reflexiva inmovilidad como si fuera parte de la estructura de cemento, el ruido de la ciudad que se duerme abandona mis oídos a intervalos cada vez mas prolongados, tras de mi la oscuridad es completa, no encendí la luz como ya es mi costumbre, me gusta estar entre las sombras, sentir que me envuelven suavemente como una delgada sabana de seda, esta oscuridad que se ha convertido en el escondite desde el cual observo al mundo que no se da cuenta que mis ojos escudriñan los rincones donde nadie quiere mirar, levanto mi brazo y saludo a la distancia desde las sombras, la mujer de la terraza responde el saludo y regresa al interior, la luz en su ventana se apaga y una a una como en un mágica danza las luces de todo el edificio van muriendo esta convertir a este en gran rectángulo negro. El viento ya no sopla y sin embargo el frío es mas intenso, apoyo la espalda en el muro y me deslizo hasta quedar sentado en el piso, observo la habitación y el único vestigio de luz es el que se cuela por debajo de la puerta, una pálida y débil línea solitaria que semeja un horizonte lejano de una tierra incierta que me invita a emprender el vuelo hacia ella.

Escucho pasos en el corredor, son lentos y pesados, la habitación se llena de este único sonido que se prolonga como un lobo llamando a la luna y que se amplifica por el desierto de mi espacio tornándose en un eco sordo que muere de súbito al pie de mi puerta, puedo ver como la luz que se cuela por la rendija se separa por la figura de los desconocidos pies…

Tres golpes secos llaman a la puerta,… La luz se apaga….cierro los ojos y vuelve la calma.

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