30 abril 2010

Fin de Ruta (final)







El gordo Jaime esta tumbado de espaldas sobre una amplia cama revuelta, las sabanas azules cuentan huellas de insondables sudores y fingidos gemidos, en ese juego triste en que la negra Rosa que yace junto a él es toda una maestra. La negra enciende un cigarrillo y desliza su mano por el velludo pecho de Jaime quien parece estar en otro sitio, con los ojos fijos en el techo, lejos muy lejos, la negra es la única mujer que lo atiende y lo entiende, se podría decir que con el tiempo hasta le ha tomado cariño, ya conoce de memoria todas sus mañas de viejo camionero. Jaime por su parte tras el tiempo ha logrado verle a la cara sin sentir pena, de vez en cuando hasta le trae sus regalos, que siempre ella recibe con una gran sonrisa. La negra lo observa y solo le basta una mirada para saber lo que le pasa, el gordo otra vez esta triste, los fantasmas de la familia perdida le rondan y le muerden en la memoria cada tanto. Rosa apaga el cigarrillo y se apega dejando descansar su cabeza sobre el pecho de Jaime, este juguetea despacio con su cabello en un gesto automático de cariño y cercanía.

-¿Qué te pasa Jaime?

- nada negrita, no pasa nada

-Si, tenis cara de que no te pasa nada, ¿otra vez pensando en esa perra?

- no, la perra ya no duele –dice Jaime buscando el cuerpo de rosa bajo las sabanas

-¿y entonces? –pregunta Rosa-

-Creo que debe tener la misma edad de pancho -dice Jaime acariciando el hombro desnudo de su negra-

-¿Quién?

-mi hijo -dice Jaime que ensaya figuras con el dedo sobre la piel de Rosa-

-¿Qué pancho? –pregunta Rosa-

- el joven que me acompaña, debe tener cerca de su misma edad, hace tantos años que no lo veo, tal vez si…, si tan solo no hubiera…

-¡Si tan solo nada Jaime!, deja de torturarte inútilmente, estoy seguro que cuando menos lo esperes te vas a reunir nuevamente con el y te aseguro que sabrá perdonarte

La negra Rosa lo abraza con fuerza, el gordo Jaime cierra los ojos intentando contener la angustia que cada cierto tiempo le ronda, poco a poco va sintiendo que la cercanía de ese cuerpo alquilado es tal vez el último vestigio de cariño que le resta.

-¿te acorday cuando nos conocimos? – pregunta rosa

- como no me voy acordar – responde el gordo, me agarre a puñetes con dos tipos por tu culpa

-¿¡Como que por mi culpa!?, - dice rosa haciéndole cosquilla al gordo, jugueteando como niña, ¿¡Como que por mi culpa!?, ¿¡Como que por mi culpa!?, - repite entre carcajadas intentando animar a Jaime, que poco a poco se va entregando a la risa, devolviéndole la alegría al semblante del gordo bonachón.

Cierta vez, Jaime aprovechando el tiempo libre del que disponía una vez terminadas las tareas de descarga, se dedicaba a caminar por el centro de Temuco, caminaba aquella tarde por Lautaro, en dirección a la plaza mayor de la ciudad. Al llegar a la esquina de la calle Prat, se encontró con dos tipos algo borrachos que acosaban y trataban de manosear a una joven morena de pelo desordenado, - la negra Rosa -, el gordo Jaime un poquitin mas flaco por ese entonces y con algunos años menos, se trenzo a puñetazos con ambos tipos ante la atónita mirada de Rosa.

-¿Te acorday cuando te ofreciste para acompañarme a la casa? - ja,ja,ja, ríe Rosa al recordar la galantería de Jaime en aquel tiempo

- si, y me acuerdo como me engañaste diciéndome que tu padre era muy estricto y te metería en problemas si te veía conversar con un tipo extraño

-¡Pero igual te di un tremendo beso!, - exclama coqueta la negra, ¿te gusté al tiro? -pregunta Rosa como siempre lo hace cada vez que se viene aquel recuerdo, tal vez como una forma de reafirmar y mantener vigente aquel lazo que los une y que hace rato va mas allá de la fría relación de cliente y servidora.

- si, pero de eso hace ya tanto tiempo –contesta Jaime-


-¡¡Que mierda!!, ¿¡Quien chucha es!? –exclama de pronto Jaime-, unos secos y violentos golpes a la puerta de la habitación borran abruptamente las imágenes del recuerdo a las que el gordo y la negra se habían entregado con gusto escapando de la miseria de la realidad mas inmediata

Nuevos golpes en la puerta, esta vez mas urgentes y sin pausa

-¡!Negra!!,¡!Negra!!, ¡!abre!! -exclama una voz desde el otro lado de la puerta-

-¡!Negra!!, esta quedando la cagá allá abajo, dile a don Jaime que se levante, que tiene que venir de inmediato.

Manuel esta de espaldas contra el costado del camión, esta parado en la punta de los pies, estirando el pescuezo en dirección a las estrellas titilantes de Temuco, trata de escapar del filo hiriente de la hoja que amenaza con cercenarle la garganta, uno tipo se revuelca en el piso despidiendo borbotones de sangre de su boca, sus carraspeos retumban en el suelo hediondo a orines. Tres putas gritan y observan desde la puerta del burdel impidiendo el avance de sus queridos de turno, rogándoles no interceder en el pleito. Manuel observa directo a los ojos a su rival, sabe que no le hará daño, de haber querido despachárselo lo habría echo hace rato, lo mira directo a los ojos, el tipo es mas joven que él, casi un niño, esta nervioso y el miedo se pasea por su cuerpo, se huele. Manuel siente rabia, rabia por haberse dejado tomar por sorpresa, rabia por estar en manos de un pendejo cobarde y poco decidido, el no hubiera dudado un instante en rebanarle el cuello.

- ¡Suéltame conchetumadre! –dice Manuel-, ¿que vay a hacer?, ¡dale maricón termina! – le desafía con los ojos desorbitados

-¡cállate hueon!, ¡cállate! - grita el pendejo presionando con mas fuerza el filo de su navaja contra el cuello de Manuel del cual comienza a fluir un hilillo de sangre

- ¡suéltalo conchetumadre! – dice el gordo Jaime que esta a medio vestir, parado detrás del pendejo, suéltalo te dije – le ordena apoyando el frío cañón de su revolver en la nuca del agresor

Las putas guardan silencio. El canto de los grillos se une al rumor de la jadeante respiración del pendejo ya sometido y vencido, por un momento ese sonido se alza como una sinfonía bizarra. Poco a poco la mano del pendejo se v retirando del cuello de Manuel, dejando al descubierto un limpio corte en la garganta de Manuel

-¡Andate hueon! - ordena Jaime, - el pendejo recoge a su compañero y huyen por la calle desierta

– Ya, ya, ya, vamos pa dentro, no pasa nada - ordena la doña de la casa

-Jaime, es mejor que se vayan, yo conozco a esos dos y te aseguro que van a volver con mas gente, la saco barata tu amigo, mejor te pierdes un tiempo, ese que se fue sangrando no tenía muy buena cara, pa mi que no pasa la noche, mejor si es así, es un ladrón de mierda que nadie va extrañar.

Claudia observa a Manuel desde la puerta, se dirige a el y sin mediar palabras le seca con cuidado la sangre del cuello, - cuídate Manuel, le dice despacio, dejando un largo beso prendido en sus labios, cuídate… repite al cerrar la puerta desgastada de tantos golpes y puntapiés trasnochados

¿Que chucha pasó? pancho, te dejo chupando solo un rato y te mandai la media cagaita

- Nada, lo que pasa es que se me acabaron los puchos y me acorde que a usted le quedaban unos pocos en el camión, cuando salí a buscarlos estaban estos dos hueones a punto de reventarle la chapa, mire - Manuel pasa su mano sobre la chapa que acusa el evidente intento

-¡chucha!... gracias, panchito, me salvó la vida, si estos hueones me roban el camión hasta ahí no mas llegue, la carga tiene seguro pero el camión no, gracias mijo – dice Jaime al tiempo en que atrapa en un abrazo a Manuel que no sabe como comportarse ante una señal que se confunde entre la gratitud y el cariño -gracias hijo repite Jaime - , estas palabras hacen eco en Manuel que poco a poco comienza a sentir que no esta tan solo.

- ya, ya, si no es pa tanto tampoco – dice Manuel desembarazándose del abrazo de oso del gordo Jaime

-Ta bien loco panchito, como se le ocurre desafiar a un tipo cuando lo tiene a punto de cortarle el pescuezo

-ese gueon no me iba a hacer nada, se le veía en los ojos que estaba cagao de miedo, los cobardes me dan asco, todos estos chuchadesumadres que se creen malos por que andan con cuchillo y que al momento de los qiubos se les aconchan los meados y se cagan enteros, pura palabrería, puras amenazas, con los que hay que tener cuidado es con los hueones que no amenazan, con los que van de frente y solo sacan la navaja pa enterrarla, ese es el propósito de una navaja, terminar teñida, brillante y olorosa. Es curioso como la sangre tiene un cierto olor a cobre y un leve sabor metálico, no le parece?, - pregunta sin mirar a Jaime, quien le escucha estupefacto, mientras observa como Manuel va limpiando su navaja que ha recogido del suelo.

Las luces de Temuco se hacen cada vez mas pequeñas en el espejo retrovisor. Manuel baja la ventanilla, ya no llueve y el aire se cuela extrañamente tibio y fragante a tierra húmeda, respira profundo y se acomoda en su butaca, en la radio esta vez escuchan una cinta de Manuel, tararea al ritmo de “hojas de té” de los tres, Manuel poco a poco ha comenzado a disfrutar del viaje.

Loncoche y Lanco son apenas dos diminutos puntos mas que han pasado por el retrovisor. Quedan atrás, raudos como un mal recuerdo. Manuel duerme tras vaciar media botella de pisco, Jaime disminuye la velocidad al atravesar sobre el río calle calle, y mientras lo cruza observa a Manuel, durante todo el trayecto no han cruzado mas de tres palabras. Un río mas grande que el calle calle existe infranqueable entre ellos, el inmenso espacio de lo desconocido y de la duda, yace entre las butacas que los separa, Jaime no sabe por que Manuel, si, “Manuel” ya no mas pancho, por que la mentira -se pregunta Jaime-

Tras un brusco salto en la cabina. Manuel parece despertar, se refriega los ojos con ambas manos y se estira cuan largo es

- ¿Dónde estamos?, ¿dormí mucho? – Jaime no contesta sigue con la vista fija en la carretera, contando una a una las blancas líneas sobre el asfalto

¡Jaime, pasa algo! – pregunta Manuel -

-Estamos cerca de Paillaco, y si, dormiste mucho, ¿te sientes bien? –contesta el gordo

- un poco atontado todavía, me quede dormido en la última parada en…

Lanco, se llama Lanco – le interrumpe Jaime

- si, de veras, ahí, bonito Lanco, bueno en realidad bonito todo, cuando uno no conoce todo le resulta lindo ¿verdad?

- algo – contesta Jaime frunciendo el ceño

Manuel sabe que algo pasa y sin mas tramite decide encarar el problema - ¿Qué pasa don Jaime?, ¿hay algún problema?

- Mira Panchito, o mejor dicho Manuel, por que ese es tu nombre ¿o no?

Manuel enciende un cigarrillo y baja la ventanilla dejando escapar los hilillos de humo que se arrojan afuera y por única respuesta solo asiente con la cabeza de arriba abajo, sin mirar a Jaime

- mire amigo sus motivos a de tener, pero si en algo raro anda metido, es mejor que se baje y continué viaje solo, no me hacen falta mas problemas, no pretendo saber por que diablos oculta su nombre, ni por que va donde va

-No se preocupe, tampoco es mi intención meterlo en problemas, usted a sido buena persona y en el próximo lugar donde se detenga me bajare

- en “río bueno”, ahí voy a parar pa almorzar, ahí siempre hay camiones, alguno lo podrá llevar.

Manuel guarda silencio y fuma sin apartar los ojos de la carretera, todavía un poco dormido trata de adivinar como cresta se delató, de pronto un rostro en su cabeza, ¡la puta de Temuco!, Claudia, como chucha se me ocurrió decirle quien era, fue una estupidez, un acto mecánico. Recuerda que esa noche cuando se acercó a la barra, contrariamente como el esperaba Claudia no lo abordó según lo que se acostumbra entre las mujeres de su oficio, ni siquiera lo miró, solo estaba allí sentada con la mirada perdida en el fondo de su vaso, Manuel le ofrece un cigarrillo a Claudia, ella lo mira y lo coge sin mostrar mayor entusiasmo, hay algo que le ha gustado de esa mujer, no sabe bien que pero pretende descubrirlo, ¿cansada? – pregunta Manuel con la vista fija al frente, tratando de advertir alguna señal de vida en esos ojos tristes, que se reflejan en el espejo de la barra, desde donde ella también observaba a Manuel son que este lo advirtiera- ¿cansada? – repite

- ¿te parece que después de bailar toda la noche seis días de la semana y dejarse manosear por un montón de huasos hediondos, que por el precio de unos miserables tragos que me pagan me podría sentir cansada? o tal vez cansada de tener que soportar a los galanes de turno que se acercan a la barra con su petulancia santiaguina, pretendiendo que por un cigarro una tenga uqe ponerles cara de cumpleaños, ¿cansada de eso?, no que va.

Manuel se queda boquiabierto por un momento y sonríe divertido, chucha ¿anday con la regla?, - agrega sabiendo que esta pregunta siempre le cae mal a las mujeres…, -putas o no -

-Con la regla te sale mas barato el polvo huevon - contesta Claudia – sin advertir el contragolpe y agrega, ven acércate págame otro vodka y hablemos de tus penas, de tu mujer que te engaña, de la mierda de trabajo que tienes, de que nadie te entiende, y bla, bla, bla… tu entiendes, lo clásico

Manuel se ríe y buscando los ojos de Claudia agrega, no, mejor hablemos de temas mas atingentes a las putas, ¿te gusta el arte?, que te parece si me comentas algo de la corriente impresionista.

Claudia termina su vodka y enfrenta a Manuel – ¿Impresionismo? , a ver huevon… que te puedo decir del impresionismo, - Manuel sonríe triunfante y burlesco – veamos, te podría decir que el Impresionismo nace como una evolución a ultranza del realismo y de la escuela paisajística francesa de finales del siglo XIX, que se corresponde con una transformación social y filosófica; por un lado, el florecimiento de la burguesía, por otro, la llegada del positivismo. La burguesía, como nuevo fenómeno social, trae sus propios usos y costumbres; unos afectan al campo, que deja de ser lugar de trabajo para convertirse en lugar de ocio como las excursiones campestres. Es el mundo retratado por Monet y Renoir. La ciudad, por el contrario, se convierte en nuevo espacio para la nueva clase social, aparecen los flanneurs, paseantes ociosos que se lucen y asisten a conciertos en los boulevards y los jardines de París. También cobra relevancia la noche y sus habitantes, los locales nocturnos, el paseo, las cantantes de cabaret, el ballet, los cafés y sus tertulias. Es un mundo fascinante, del cual los impresionistas extraen sus temas, en especial Degas o Lautrec. Particularmente no es una corriente que me agrade demasiado, prefiero el surrealismo y tú, ¿que me dices?

-Perdón, no fue mi intención ofenderte -se excusa Manuel, todavía descolocado

- No hace falta mentir, esa fue exactamente tu intención y que mas da huevon, no por ser puta no voy a poder leer ¿o no?.

-Si, pero no es lo habitual, - Manuel se acerca y se sienta junto a Claudia muy, muy cerca de ella, tiene un aroma fresco y distinto, agradable- comencemos de nuevo, ¿quieres?

- ¿Cómo te llamas? – pregunta Claudia

-Mi nombre es Manuel –contesta mientras observa los ojos de Claudia

-¿Y bueno que me dices de ti? -pregunta Claudia - ¿a que te dedicas?

- la verdad no a mucho, ando por la vida con las manos en los bolsillo, alguna vez fui representante artístico de dos enanos de circo, fui cartero, poeta de medio tiempo y cantante de bares rascas.

-¡Vaya todo un Artista! – ríe Claudia - , ¿y has publicado algo?

- no, la verdad creo que da un poco lo mismo, no me interesa publicar, solo escribir

-Ja,ja,ja, Chile es una larga y angosta faja de tierra poblada por soñadores, medio poetas, medio mediocres, medio nada

-si y también lleno de putas ilustradas, te falto agregar eso, digo pa compensar –responde Manuel que ya se entrega divertido a este juego de pesadeces

Claudia lo mira sin atender al golpe - a ver hazme un poema, y sobre la barra desliza una servilleta hasta las manos de Manuel

-Mmm…, es que no estoy inspirado –trata de excusarse Manuel

¿Quieres otro trago?, ¿eres de los poetas que se inspiran con el copete?, que típico, observa a tu alrededor mi amigo, este lugar esta lleno de Nerudas de trasnoche -dice Claudia-

- ¿y que tal un beso, para comenzar? – dice Manuel mientras acerca su rostro al de Claudia

Mmm, eso lo conversamos después, imagina que estas en un concurso de poetas y eres el único participante, lo cual ya es bueno, y de premio te doy un beso, naturalmente si es que el poema me gusta

Manuel enciende otro cigarrillo y apura el resto que hay en su vaso, toma la servilleta y garabatea unas líneas, tras unos segundos se detiene y clava sus ojos el reflejo de Claudia que se desdobla en el gran espejo tras la barra, sus ojos parecen teñirse de los colores sucios del burdel.

¿y bien?, ¿ya esta? - pregunta Claudia

Manuel da un brinco como si la voz de Claudia le salvara de un espacio vacío, toma la servilleta y recita:


“He ahí sus ojos tristes
sumidos en el fondo cristalino del vaso entre sus manos
la mirada pérdida y dolida
escrutando el último recuerdo puro
imagina desde lejos el pelo de una niña
danzando suavemente entre encendidas margaritas
baila entonces niña mía
y enciende estrellas en la noche
la inocencia esta perdida
se ha dormido entre tus pechos
otrora danzarina de los campos de monet
danza ahora niña mía tus sudores en el lecho”

Claudia lo mira en silencio y luego lo besa largamente, y mientras arranca el pequeño papel de las manos de Manuel le sonríe dulcemente

- ¿entonces gane el premio? – pregunta Manuel

-Digamos que te ganaste mas que un beso, te has ganado un lugar entre mis recuerdos buenos. -dice Claudia mientras se va nuevamente hasta el escenario del burdel
Manuel camina despacio por las calles de río bueno, el viento tibio que besa su frente anuncia que pronto lloverá. La carretera ante sus ojos se ofrece solitaria como una serpiente gris y silenciosa. Poco a poco el humo de los camiones aparcados frente al pequeño restaurante se va diluyendo hecho jirones por las ráfagas de Eolo, Manuel echa la vista atrás por última vez buscando la silueta rechoncha del buen Jaime, si, el bueno de Jaime, un tipo realmente genial, tal vez la única persona que desde hace mucho tiempo no le trataba como a un igual. Los ojos se quedan suspendidos, hurgando las luces en las ventanas, pero nadie asoma, nadie se aventura fuera del restaurante, todos saben que pronto lloverá. Un par de perros se acurrucan bajo los camiones esperando capear los goterones que comienzan a caer cada vez mas grandes y fríos. ¡Bueno, aquí vamos!, se dice despacio, inflando los pulmones con una gran bocanada de aire sur, y sin mas, emprende la marcha.

Jaime apura su segunda tasa de café mientras mira el noticiero sin prestarle mayor atención, su rostro inmutable acuna una mirada fría y sin brillo, como si quisiera atravesar la pantalla de colores con sus ojos, afuera las gotas conforman el coro de una lluvia que tintinea sobre el vidrio junto a su rostro. Tras un nuevo vistazo a la carretera, aprecia que desde hace varios minutos no ha cruzado ningún vehiculo, la lluvia arrecia rebotando sobre el asfalto y solo puede pensar en Manuel caminando, empapado hasta los huesos, es extraño pero le ha tomado cierto cariño, tal vez este muchacho ha venido a remover aquellos enterrados sentimientos paternales, aquellos abrazos y los consejos que ciertamente nunca llegaron a su hijo.

-¿Mas café?, ¿o desea comer algo?... Señor,…..¡Señor!…

Perdone, estaba pajaroneando, si, me gustaría mas café y el menú del día por favor

-¿Se va a quedar aquí?, parece que el clima va a empeorar y la carretera en esta época es un tanto traicionera…, bueno, usted sabe mas que yo, a fin de cuenta ustedes se pasan la vida de aquí para allá -dice una joven camarera-

-Es verdad señorita, la vida entera de aquí para allá, sin realmente llegar a ninguna parte – dice Jaime volviendo la mirada hacia fuera

La camarera lo mira compasiva, Jaime se ve triste y ciertamente su frase esta llena de una verdad que desarma.

Manuel camina sin prestar mayor atención a la lluvia, río bueno hace rato que se perdió tras su espalda y otra ves se encuentra solo, como al comienzo, ¿realmente todo esto es un comienzo?, esa pregunta en su cabeza le hace detener la marcha y mirarse las manos, aparecen teñidas de sangre mientras los ecos de gritos lejanos comienzan a poblar sus oídos, la respiración agitada y los estrépitos de desesperados pasos por las mojadas calles de bellavista, en aquella maldita noche donde el cielo lloraba como ahora, al igual que Manuel llora de rodillas en la berma de una muda carretera, “no importa adonde huyas tus problemas siempre llegaran primero que tú” -piensa-

La camarera observa extrañada desde la barra como dos gruesas gotas ruedan por las mejillas del gordo Jaime, entre sus manos esta la fotografía de un joven de no mas de veinte años según se aprecia, el reporte de una voz en off indica “que a la fecha no han sido satisfactorias las pesquisas policiales en torno a la captura del asesino de el joven Francisco Antonio Zapata Montesinos, pese a que se tiene plenamente identificado a Manuel Cancino Retamales como autor de este delito, según las declaraciones de innumerables testigos que en la noche del 22 de Agosto disfrutaban de una velada en el bar “time out” a continuación la pantalla volvía a mostrar la fotografía del criminal, ahí estaba el rostro de Manuel, con la misma mirada perdida atravesando el vacío.

-¿Esta usted bien?, ¿le ocurre algo señor? – dice La camarera mientras se acerca a la mesa de Jaime

Jaime no contesta y sigue con los ojos fijos en el noticiero que ya a pasado a otra nota de crónica roja

-¿Usted lo conocía?, pobre chiquillo, esa noticia la vienen repitiendo hace días, todavía no pillan al desgraciado, se ensaño con el pobre muchacho - ¿Usted lo conocía?

Manuel camina arrastrando los pies por la berma. La lluvia ha cesado con la misma rapidez con la que ha comenzado, aunque el cielo pinta gris en todo su ancho advirtiendo que es solo una pausa, una tregua a los errantes viajeros, a lo lejos dos diminutos puntos de luz ofrecen a Manuel la esperanza de un aventón, mentirá de nuevo y al subir le dirá al conductor que su nombre es Francisco, pancho pa los amigos y se entregara de buen gusto a la charla por aburrida que sea. La carretea es muy larga y sus pasos cada vez le alejan menos de aquella noche desgraciada en Bellavista. A lo lejos el rugido de un motor y los puntos luminosos de un camión parecen cada vez más y más cerca.

25 abril 2010

Fin de Ruta II







Al llegar a Temuco el gordo Jaime decide parar a cenar en una de sus picadas que se ubica en el cerro ñielol, la panorámica de la ciudad es inmejorable. Al estacionar el camión, Manuel y el gordo se bajan, el gordo Jaime tararea una canción de su ídolo budy Richard, Manuel se queda parado a un costado del camión, el gordo lo mira y le dice “ya panchito vamos a cenar”, Manuel no hace mas que mirarse los bototos y sin levantar la vista contesta que no tiene hambre, que mejor lo espera en el camión, el gordo lo mira y sonríe bonachón , no sea hueon compañero, venga, yo lo invito, aquí te vay a comer una casuela de puta madre, lo mejor de Temuco panchito te lo aseguro.

Manuel pisa la colilla de su cigarro y avanza a la puerta del restaurante mientras a lo lejos brillan las luces de Temuco dormido. Al entrar se sientan al costado de un gran ventanal desde el cual se domina una gran vista. Una mujer gorda con delantal rojo se aproxima a los recién llegados y le habla al gordo Jaime, con un tono familiar y cariñoso

- Hola niño ingrato, hace rato que no se te ve por estos lares, me estay poniendo el gorro

Estaba pal’ norte Josefina, no te enojis, son fregadas las mujeres ¿o no panchito? -dice Jaime al observar como Manuel pareciera esta poseído por las luces a lo lejos-


“Mira, josefina, aquí te traigo carne fresca”, de Santiago, “es actor”,- dice Jaime mientras señala a Manuel-, le vengo prometiendo una cazuelita de las tuyas.

-Entonces, ¿dos casuelas?, - pregunta josefina mientras le echa una mirada a Manuel

-Y con un buen tinto – dice Jaime golpeando la mesa

Josefina se pierde tras la puerta de la cocina, no sin antes mirar nuevamente a Manuel, que al darse cuenta de que es observado gira el rostro hacia el ventanal.

-Parece que le gustaste a la Josefa panchito –dice Jaime entre risas-

-Que va – contesta Manuel, me imagina con esa señora, ja,ja,ja

-Vamos a ver, si te toca la papa mas grande ya sabemos como viene la mano, ja, ja, ja -y la panza del gordo Jaime vuelve a cabriolar, haciendo tintinear los cubiertos

-¿Se puede fumar aquí?, - pregunta Manuel-

-Déle no mas mijo aquí todos fuman y además esta casi vació

-¿Y este lugar esta abierto siempre hasta tan tarde? – pregunta Manuel

-Es una pica de camioneros panchito, aquí no se duerme, igual que en las vegas city - ríe Jaime, que siempre ha soñado con visitar la ciudad que no duerme

-Te vay a comer la mejor casuela del sur panchito, pa chuparse los bigotes

-“Que rico” - responde sin mucho animo Manuel, frotándose las manos y observando nerviosamente los alrededores del local

-Que pasa panchito, ¿quiere ir al baño?- pregunta Jaime

-No, no se preocupe, es que no había estado nunca en Temuco, estoy aprovechando de conocer lo que pueda – responde Manuel

-Así pues amigo… ¿y?, que me cuenta, harto callao que me salio, vengo puro hablando yo no mas, usted callao el loro, ¿son todos los artista iguales?

-Es que no tengo mucho que contarle don Jaime, - Jaime no mas amigo – interrumpe el gordo,- el don esta de mas. Josefina pone los cubiertos, una panera de mimbre con pan amasado rebanado en delgadas piezas, un plato con bolitas de mantequilla casera que tiene aspecto de “recicladas” de la hora del almuerzo, un pocillo de greda con pebre que el gordo Jaime ya comienza a devorar mientras descorcha una botella de Santa Emiliana, sirve generosamente a Manuel que se bebe el vaso al seco

El gordo Jaime comienza a hablar de lo bueno que es el restaurante, mientras Manuel aparta la vista de la boca llena del gordo, que habla y habla sin parar, Manuel siempre a sentido cierta repulsión al ver a la gente comer, es por lo mismo que en el supermercado a la hora de almuerzo siempre se ha sentado solo, es extraño, pero jamás a podido soportar ver a la gente mientras se alimenta, siempre le ha provocado cierta repulsión, desde que era niño. El gordo Jaime se llena la boca con otro pedazo de pan con pebre, Manuel siente que el estomago le da vueltas, lentamente el asco se transforma en rabia, extiende su mano sobre su bolsillo izquierdo tanteando nerviosamente su navaja durmiente

Josefina se acerca con los platos de casuela y los dispone orgullosa frente a sus comensales.


Manuel corre por Bellavista, se detiene sin aliento frente a la facultad de derecho, se mira las manos ensangrentadas y siente pánico, mira tras de si con la respiración agitada, jadeando como un perro, nadie lo sigue – a lo lejos se escucha una sirena-. Enjuaga sus manos en un charco de lluvia, el agua se tiñe de un rojo que se diluye bajo las gotas nuevas que comienzan a caer copiosamente sobre la calle y su espalda. Continua hasta llegar a la alameda y mas tranquilo aborda una micro que espera a los retornados de la jarana santiaguina, son casi las cinco de la mañana y hace frío. Manuel palmotea su bolsillo hasta dar con la petaca y en un solo trago da cuenta del total del contenido, aborda la micro y se sienta al fondo junto a dos borrachos que dormitan vacilantes su retorno a casa en piloto automático. Manuel mira por la ventanilla y se oculta al paso de las rojas luces de una ambulancia, la micro avanza lento, en los asientos de adelante va una pareja que come sopaipillas y se besa de tanto en tanto, el borracho al costado de Manuel da cabezazos contra el metálico pasamanos de los asientos delanteros, y a veces cabecea en dirección al hombro de Manuel amenazando caer sobre él, Manuel lo observa, el tipo esta perdidamente borracho. Nadie observa a Manuel, este despacio extiende sus dedos hurgando en el interior de la chaqueta del borracho vecino extrayendo sin problemas su billetera, espera que al menos tenga algo de dinero, ahora mas que nunca necesita plata y no alcanzó a cobrarle a Andrés por la tocata


Josefina se acerca a la mesa y pregunta si desean algo mas, Jaime la mira algo borracho después de la segunda botella de Santa Emiliana y le responde que solo necesita cariño, Josefina se ríe cómplice y mirando ladinamente a Manuel le pregunta si él también va a querer de lo mismo

El amigo también, creo yo, ¿o no panchito?, -contesta el gordo adivinando las intenciones de Josefina-, Manuel ríe haciéndose el hueon lo mejor que puede

Vamos amigo no sea tímido, por hoy llegamos hasta aquí, necesito descansar ya que queda su poco pa llegar a Osorno, la josefina da “hospedaje” en Temuco y tiene unas primas de lo mas cariñosas, “pensión soto” ¿usted me entiende?, -dice Jaime guiñando un ojo-

Manuel lo mira y le insiste en que por el no se tome molestias, que si se lo permite el duerme de lo mas bien en el camión

-No se preocupe por plata panchito, - dice el gordo- la José nos hace un precio, yo soy cliente frecuente, ¿o no José? – Pregunta Jaime sabiendo de antemano la respuesta - mientras sobajea el culo de la José

-Ya hueon para que el Mario esta mirando, - un tipo de bigotes con cara de mapuche no aparta la vista del guatón Jaime-

-Bueno de ahí vemos- dice la José- apartando la mano intrusa del guatón y agrega, si el joven solo quiere dormir, no hay problema, el cariño es el que cuesta tu sabis po Jaime

-Bueno mijita, pero donde come uno comen dos ¿o no? – Ríe Jaime-

-¡Chis!... no seai patuo gordito, a la casuela le podemos poner mas agua, al caldo de choro ni cagando- contesta la Josefina mientras retira los platos de la mesa

-Ja,ja,ja, - carcajea el gordo Jaime- ¡ya Josefa!, te esperamos en el camión, - dice mientras se levanta de la mesa -

-Salgo en media hora - dice Josefina mientras se retira meneando su gran culo hacia la cocina-

-¿Cómo estaría con ese filetito, panchito? – Pregunta el gordo-

Manuel solo sonríe y baja la mirada, tiene ganas de un corto de pisco, pero la petaca se quedó vacía hace rato, enciende otro cigarrillo y pega la frente al ventanal empañado por el calor de los cuerpos cercanos, traza una línea sobre el vidrio y se queda contemplando como lentamente se desprende una gota que comienza su caída dibujando una estela irregular a su paso, la expresión mas sencilla del caos, imaginó que esa gota era él, pequeño y a la deriva, destinado a desaparecer, ese pensamiento lo reconfortó, era ese su deseo, desaparecer como una gota sobre el vidrio.

Manuel y Andrés, se conocieron en el liceo, el viejo liceo fiscal N-12. Se descubrieron una tarde en el kiosco de la esquina después de clases, los chiquillos compraban cigarrillos sueltos que después se iban a fumar bebiendo vino en caja en una plaza distante a solo un par de cuadras del liceo. “La plaza” que lugar aquel, no era mas que una larga y angosta franja de cemento, en realidad un triste bandejón central que separaba las pitas de la avenida. La plaza se dividía en tres sectores, cada uno de ellos contaba con algunas bancas de madera pintadas en un verde muy oscuro, por supuesto decoradas con los cientos de grafittis obscenos de los escolares. En su sector central hay una pequeña pileta donde a veces suele haber agua y que en la temporada de verano, al fin del año escolar da cuenta de los cuadernos hechos “repollitos”, junto con uno que otro alumno que siempre resulta ser el más débil y perno. En ese espacio le gusta estar a Manuel, tal vez por que no es muy visitado, a la mayoría de sus compañeros les gusta permanecer en el primer sector, mas cerca del liceo de niñas que esta en la otra esquina. Manuel siempre se sienta solo en una banca rota, se sienta en el borde del respaldo y apoya sus zapatos jamás lustrados en los palos que quedaban medio enteros y que en un pasado bastante remoto sirvieron de asiento. No es verano pero tres de los tipos mas grandotes del colegio arrastran a Andrés hacia la pileta mientras inútilmente este trata de safarse. Manuel solo los observaba desde la banca, Andrés en un descuido de uno de los tipos logra liberar una de sus piernas propinando una certera patada en el estomago de su captor, los tipos restantes comienzan a patearle, mientras Andrés se cubre la cabeza con ambos brazos, enrollándose como un chanchito de tierra. De improviso la lluvia de patadas cesa y por un instante solo se escucha el trafico aledaño, Andrés se descubre la cabeza y ve a uno de los grandotes de rodilla a su lado con la cabeza estirada hacia atrás, tratando de alejarse de la afilada hoja de la navaja que sostiene Manuel, desde aquel instante nacería una amistad que se prolongaría por años, Andrés sería su único e incondicional amigo, era una sociedad perfecta, Andrés, flacuchento e insignificante se sentía seguro en compañía de su protector dos años mayor y con bastante más músculos que él, sin lugar a dudas eran una pareja dispareja, como casi siempre resultan ser los mejores amigos.

Manuel era un tipo retraído, bastante callado y con fama de malas pulgas, su diestro manejo de la navaja era un elemento más que disuasivo ante cualquier atisbo de revancha. Con el tiempo Manuel sentiría una secreta admiración por Andrés, un tipo inteligente, emprendedor y comunicativo, gracias a Andrés Manuel conocería a Soledad, la única mujer que había sido capaz de despertar la ternura en el, vivieron juntos casi un año después de salir de cuarto medio, y tenían intenciones de ingresar juntos a la universidad y casarse al finalizar la carrera, fue duro cuando soledad murió, fue duro encontrar su cuerpo desnudo sobre la cama, fue duro saber que la violaron y luego le rebanaron el cuello, fue duro ver su pelo largo y negro empapado en sangre, desde entonces Manuel se abandonó, recorría la ciudad sin destino fijo, solo caminaba durante horas y horas, creyendo ver a soledad saliendo de cualquier puerta, viendo su pelo en cada ventana, escuchando su voz tirado en el pasto del parque forestal, tratando de recordar su aroma, es curioso como se puede recordar casi todo menos los aromas, mas bien son los aromas en si los que evocan algún recuerdo, ahí tirado en el pasto pasaba tardes enterar, solo y bebiendo su amargura.


Manuel y el gordo se sientan en un amplio sofá de cuero en una esquina del prostíbulo, la Josefina se aleja tras la barra. Manuel esta inquieto, sabe que de un momento a otro pueden aparecer los pacos como se acostumbra en los clubes nocturnos de Santiago que él solía visitar de vez en cuando, apremiado por la necesidad de compañía femenina sin nombres ni preguntas. El prostíbulo es pequeño, es una mezcla extraña entre night club y melancolía revisteril. En el centro del local existe un pequeño escenario donde las chicas intentan ejecutar algunos bailes, pobres movimientos cansados desprovistos de toda gracia, en el fuero interno cada una de ellas es una bailarina frustrada en potencia, Chile es un país de artistas –piensa burlonamente Manuel-. Una rubia de melena rizada se contonea en el escenario con movimientos autómatas totalmente desnuda, viste solo unos zapatos blancos de tacón alto – ¿por que a las putas les fascinan tanto los tacones altos? -se pregunta Manuel-, los ojos de la rubia son tristes y abúlicos, tal vez cansada de efectuar noche tras noche el mismo ritual de falsa lujuria. Manuel la observa mientras enciende un cigarrillo que saca con la punta de los dedos del bolsillo de su camisa, teniendo cuidado de no dejar ver por completo su última cajetilla, sabe bien que puede atraer el canibalesco apetito que las prostitutas sienten por el tabaco, sabe que de otra forma se quedaría sin un solo pucho.

El gordo Jaime, pide una botella de ron con cuatro coca-colas. Josefina se acerca con una morena de grandes tetas, algo vieja según le parece a Manuel, esta se acerca al gordo y le habla al oído

-Ya muchacho, “yo me voy ha hacer las tareas”, queda usted en su casa, tómese unos tragos, diviértase y espéreme aquí un momento… bueno tal vez dos, ja,ja,ja

El gordo y la morena desaparecen por unas anchas escaleras al costado de la entrada principal del burdel. Manuel llena su vaso de vidrio azul, mientras la rubia baja del escenario entre los cortos y escasos aplausos del público que a esas horas esta concentrado en manosear a las chicas que les acompañan simulando alegría. Manuel sabe que la rubia se llama Claudia, lo sabe por que al terminar el baile un cliente le ha llamado por su nombre invitándola a unirse a su mesa.

-¿Te gustó la claudia? – pregunta una colorina parada al lado de Manuel –

-¿Como dices?- contesta Manuel tomado por sorpresa - no se había dado cuenta de la presencia de la mujer

- ¿que si te gustó la Claudia?

-Si, no esta mal – contesta Manuel –

- ¿te puedo acompañar? –pregunta la colorina que ya se ha sentado en las piernas de Manuel

- Me llamo Katia ¿y tu?

-Francisco

- ¿de donde eres panchito?, ¿no te molesta que te diga panchito, verdad mi amor?

-No.

- No eres cara conocida, ¿de donde eres amorcito?, - insiste Katia

-¡Realmente importa de donde soy! –responde secamente Manuel quitándose a la colorina de las piernas

- En realidad no, no importa, perdona

-Mira, no es mala onda, lo que pasa es que no veo para que tanta pregunta, después de hoy no te voy a ver nunca mas – responde Manuel con tono mas amable

- entonces no veo el problema – contesta Katia

-¿te gusta mi perfume?- dice Katia acercándose a Manuel enseñándole sus grandes tetas que prometen desborde desde el pronunciado escote de su blusa

- Es rico, ¿verdad?, es colonia de hombre, me pongo colonia de hombre por que si me pongo perfume de mujer, después en la casa las mujeres cachan al tiro que sus maridos anduvieron con otra mina

-Interesante – dice Manuel, bebiendo su ron

-¿tu soy casado?

Manuel la observa y sonríe moviendo la cabeza, ha comprendido que es mejor que las preguntas las haga él

-Katia, no es mala onda insisto, yo se que este es tu trabajo y yo ando sin un peso en los bolsillos, estoy acompañando a un amigo que me invitó, ni siquiera el copete lo pague yo, cachay

-¿queris que vaya?, ¿me encontrai muy fea?

-No, na que ver, lo que pasa es que conmigo no vay a ganarte el pan

- no importa, por último me sirve pa descansar un rato, además te voy a traer suerte

-¿Por qué?, pregunta Manuel con curiosidad y divertido por la forma infantil con la que ella lo ha dicho

- que, acaso no hay escuchado que las colorinas traemos buena suerte – dice riendo Katia mientras recibe el vaso de ron que le ofrece Manuel

-Tenis razón y además casi siempre tiene buen culo – agrega Manuel

- ¿tu encontrai?, mira – dice Katia levantándose hasta la cintura la corta minifalda verde que lleva puesta

En efecto, Manuel no se equivoca, Katia tiene un tremendo y lindo culo

- toca si queris estoy durita – Miente Katia

Manuel pasea sus manos por el culo de Katia, aquella carne entre sus manos le hacen sentirse otra ves un ser humano

- ¡ya, ya, ya!, esta bueno, ya probó la mercancía, ¿en serio no te animas a subir conmigo, te voy a atender muy bien, me gustaste panchito y cuando me gusta uno, le pongo harto empeño – insiste Katia

-Ya te dije que no, - responde Manuel - sin despegar los ojos de Claudia que se reincorpora al local vestida con ropa interior de encaje en un rojo algo chulo, pero que contrasta bellamente con su blanca piel

- ¡ha ya!, seguro que no tenis plata, lo que pasa es que te gustó la rucia, bueno ¡tú te lo perdis yo cobro la mitad que esa hueona y soy el doble de buena que ella! -dice Katia, dolida por el desaire-

Manuel no contesta, extrañamente Claudia ha logrado captar su atención como hace mucho tiempo ninguna mujer lo hacía, menos una puta

Katia deja a Manuel y se une a una mesa cercana, desde la cual se puede escuchar el mismo script; ¿Cómo te llamai?, ¿de donde soy?, ¿soy casado?, ¿te gusta mi perfume?, Manuel sonríe al escuchar su rutina mientras se sirve otro vaso de ron. En el escenario nadie baila, el lugar se ilumina con luces de sucios colores. Claudia esta sentada en la barra, el brillo de la luz fluorescente del bar rebota en un espejo sucio detrás de Claudia dándole a su piel un extraño brillo, cubriéndole de un alo luminoso que se desliza por su figura, dibujándola en pleno, casi con gracia.

20 abril 2010

Fin de Ruta I


A finales de Agosto se echo a la calle, bajo el largo invierno que castiga implacable y con saña su cuerpo, regó todos los maceteros de la casa y giró por última vez la llave en la puerta carcomida por la humedad. Mochila a la espalda y veinte monedas en el bolsillo. Respiró profundo y dejó que el aire frío se colara en sus pulmones, hasta que su cuerpo se estremeció. El cielo cubierto y amenazante dejaba caer algunas gotas sobre su cabeza. Observó su casa por última vez y comenzó a caminar con paso urgente rumbo a la carretera.

El azar fijaría su rumbo, buscó en el bolsillo de su chaqueta y cogió una moneda, cara=norte, cruz=sur, cerró los ojos y lanzó su destino al aire, el tintineo metálico en el asfalto había decidido su rumbo, abrió los ojos y se dijo satisfecho, “sur”, acto seguido saco su petaca de pisco y bebió un largo sorbo para celebrar su comienzo. Echo un vistazo en dirección norte, las luces de la carretera comenzaban a despertar, levanto el brazo y extendió el pulgar en dirección sur y espero a que alguien se detuviera. La lluvia comenzaba a caer con prisa.

Manuel tenía un trabajo de medio tiempo como reponedor en una cadena de supermercados, no era mucho, pero ganaba lo suficiente para sobrevivir. Sus compañeros le llamaban “Manolitro”, por su afición al alcohol. En el supermercado siempre se las arreglaba para hacerse de alguna botella de lo que fuera, aunque prefería el pisco de 40°, le gustaba solo y sin hielo, siempre petacas ya que de otra forma no podía meterlas en la entrepierna de su pantalón, sabía que los guardias jamás pondrían sus manos en ese lugar, de esta forma burlaba con éxito el control en la puerta de servicio. Manuel consideraba que lo suyo no era un robo o hurto para ser exactos, él consideraba que lo suyo era un acto compensatorio ante el poco dinero que ganaba, el decía que tenía un sueldo mixto, la mitad en dinero y el resto en “especies”, en contadas ocasiones había gastado unos pocos pesos en copete.

Manuel había cultivado una cierta fama de intelectual entre sus compañeros de trabajo, jamás se le veía sin un libro entre las manos durante la hora de descanso, su gusto no era demasiado ecléctico, leía todo y de todo, por ende siempre tenía algo interesante que contar, poseía un cuadernillo lleno de notas de sus lecturas, frases famosas, citas, unidades de conversión métrica, el nombre de las siete maravillas del mundo antiguo y cualquier dato que le pareciera curioso o útil, jamás se sabe cuando una buena frase te conseguirá un trago o unos buenos besos – se decía- fanfarronamente


Santiago era una ciudad enorme y Manuel se empeñaba en conocerla entera, había recorrido cientos de kilómetros por menos de un dólar en sus diarios “City tours”. Miraba por la ventana y anotaba lo que veía en su cuadernillo, a veces se bajaba en el centro y caminaba por el parque forestal escuchando “ultra” de los “Depeche mode” en un destartalado walkman amarillo. Le gustaba sentarse a mirar las parejas o se entretenía en juegos absurdos como carreras contra el reloj, debía contar treinta autos blancos antes de cinco minutos, o cuatro pacos a caballo por el parque en menos de media hora, si lo conseguía se premiaba con una largo sorbo de pisco de su petaca y si fallaba, bueno… si fallaba se premiaba igual, como premio de consuelo, nada mejor que la autocomplacencia

Manuel decía que le gustaba estar siempre a medio filo, ese estado de sopor entre la embriaguez y la lucidez, en donde el mundo -según él- se ve más amable, agradable estar arriba de la pelota. De vez en cuando participaba de tocatas en el bar “time out” ubicado en el barrio Bellavista, le pagaban diez lucas por dos horas más todo el copete que pudiera beber. El bar era del negro Andrés, su único amigo y compañero desde el colegio, hace ya quince años. Andrés le había ofrecido que trabajara de forma estable en el bar, a lo que siempre Manuel respondía – mira hueon, el día que firmemos un contrato, va ser el día en que dejemos de ser amigos – al final Andrés terminó por ofrecerle que tocara en el bar un par de noches a la semana, Manuel aceptó encantado mas por el acuerdo de copete gratis, que por la plata, cerraron el acuerdo al sonido del chocar de copas.

El gusto musical de Manuel era tan heterogéneo como su gusto por los libros, su repertorio se paseaba desde “Lucho Barrios” hasta “The Cure”. Jamás había quedado mal ante las peticiones de su publico, satisfacía fanfarrón cada canción que le pidieran por mas rebuscada que esta fuera. Su voz no era gran cosa, pero el matiz áspero producto del trajín de miles de cigarrillos por su garganta le otorgaba un sello particular. Su dominio de la guitarra era exquisito, ocasionalmente se hacia acompañar de algunos músicos cargados al blues. Manuel jamás quiso formar parte estable de este grupo, cada vez que se lo ofrecían el se excusaba diciendo que el mundo no necesita otro músico borracho, yo toco por huevear, en cambio ustedes siguen un sueño, yo no tengo sueños.-se le oía decir- .La verdad era que Manuel sentía gran aversión a realizar cualquier acto por mandato u obligación impuesta por voluntad que no fuera la propia. Lo de su trabajo en el supermercado no pasaba de un mero asunto de sobrevivencia y ciertamente gozaba de bastante autonomía, su jefe no lo hueveaba nunca, Manuel jamás faltó a un solo día de trabajo y por muy pasado que estuviese nunca dejó de realizar su trabajo en forma competente. Lo suyo era caminar por la calle con las manos en los bolsillos sin dar o pedir explicaciones a nadie, nada ni nadie lo ataba.

Cierta vez en el bar se le acercó una chica y le pidió un tema de Silvio Rodríguez

¿Te sabes aceitunas? -Le dijo la chica-

Manuel la miró fanfarronamente y le contesta despacio - yo se la enseñe a ese hueon, pero te va a costar algo a cambio

¿Que deseas? -pregunta coquetamente la chica-, Manuel se acerca con cara de lobo, casi tocándole la nariz con su nariz, mientras ella cierra sus ojos y convierte los labios en la promesa de un beso

Te la canto con gusto pero primero me pones un corto de pisco de 40° entre las manos -dice Manuel-, la chica abrió los ojos desencantada y grita, ¡ándate a la chucha maricón!, Manuel se mata de la risa y sigue fumando. No es extraño que las mujeres se acerquen a Manuel, no es un tipo mal parecido, de condición atlética, bastante alto y su aire de músico bohemio no le viene mal. Al cabo de su segundo cigarrillo sin filtro Andrés se acerca a la barra – ya hueon toma la guitarrita y a lo que viniste, Manuel toma la guitarra y se dispone a subir al escenario sin antes arrebatar de las manos de Andrés el corto de pisco que este retiraba de la barra, lo bebió al seco. La iluminación mortecina da un matiz extraño a su piel que se funde con el color de la madera de su guitarra, sus ojos vidriosos parecen brillar con sutileza entre el humo de los trasnochados cigarrillos, los borrachos murmullos y las féminas risas, se apagan y solo se escuchan los acordes de su guitarra, Manuel canta “Layla” de “Eric Clapton”.


Pasadas unas dos horas bajo la lluvia y unas dos petacas y media de pisco, un gran camión blanco con líneas celestes se detiene ante Manuel, un plateado pegaso anticipa y guía el avance del enorme coloso que resopla como un dragón luminoso al detener su marcha, se abre la puerta y desde adentro un gordo de gorro rojo lo invita a abordar, suba rápido amigo, que se escapa el calor - le dice- Manuel arroja su mochila y sube los tres peldaños hasta alcanzar el asiento del copiloto, deja su mochila tras el asiento y cierra la puerta, los ojos le pican por el humo en suspensión, el olor a calcetines le golpea y le recuerda al queso rancio del supermercado, el mismo que convertían en empanaditas de coctail o que se cortaba en cuadritos acompañado de salsa de ajó, y que luego las promotoras ofrecían a los clientes para el mes aniversario del supermercado, ja,ja,ja, pobres ovejas –piensa Manuel al recordar aquello-

¡Chucha!... el climita que escogió pa’ ponerse a hacer deo amigazo – dice el gordo mientras hace avanzar lentamente el camión- ¿pa donde va? , - pregunta encendiendo un cigarrillo-

Pa delante igual que usted no mas amigo, gracias por detenerse – responde Manuel -, el gordo se ríe y le extiende la mano- me llamo Jaime, Jaime Zapata, - Manuel duda un instante y miente, Francisco, Francisco Torres mucho gusto, gracias de nuevo por parar pensé que nadie me iba a llevar, no hay de que mi amigo, hace rato que vengo con ganas de conversar con alguien, así me ayuda pa no quedarme dormido, hace rato que vengo al volante, y si no es por el amigo que canta - dice mientras le sube el volumen a la radio - suena “tu cariño se me va” de Budy Richard.

Manuel observa la cabina y pasa lista a los detalles, el gordo le parece el cliché de una caricatura gringa, camisa a cuadros arremangada hasta los codos, una gorra roja con manchas de aceite que en letras negras dice Texaco, rostro ancho de tez morena, la barba de tres días que lleva encima le da un aspecto algo viejo. La cabina esta tapizada de calcomanías varias, sobre el espejo retrovisor Manuel encuentra algunas tan celebres como “no corras papito”; “el señor es mi copiloto”; “no por favor… sin aceite no”; “coma caca” (emulando el logo de coca-cola). Del espejo retrovisor cuelga un rosario plástico color rosa, la cubierta del tablero frontal esta tapizada por una piel sintética de leopardo. Manuel siente haber retrocedido años en el tiempo, parece que estuviera rumbo al colegio en la antigua micro del recorrido “recoleta lira”, cuando el color reinaba en las calles de Santiago.

¿Le gusta el Budy Richard? – pregunta el gordo Jaime –

-Prefiero en el cover que hace el grupo los tres - dice Manuel

¿Cuáles tres?, -pregunta el gordo-, Manuel no responde

¿y pa’ donde va? – Pregunta el gordo observando de reojo a Manuel-

-¿Hasta donde va usted?,- responde Manuel

Hasta Osorno

-que suerte yo también - miente Manuel

Sáquese la parka, esta todo mojado, atrás tengo una toalla pa que se seque, ¿y a que se dedica?, fraaaaancisco me dijo, no ? –

Si, Francisco – contesta Manuel - , secándose la cabeza con la toalla olor a petróleo

-¿a que se dedica panchito?, ¿no le molesta que le diga panchito verdad?, tengo un hijo que se llama igual que usted, mire la coincidencia.

¡Chucha lo que me faltaba! – pensó Manuel – ahora le va a bajar el sentimiento paternal a este guatón de mierda

-No don Jaime, como se le ocurre, no me molesta, -contesta Manuel arrojando la toalla detrás del asiento-, el pelo le ha quedado aceitoso pero no esta del todo mal

-Yo estudio teatro – vuelve a mentir Manuel

¡Que interesante!, capaz que mañana lo vea en alguna teleserie cuando sea famoso – se ríe el gordo-

-Si guatón conchetumadre ríete no mas – murmura Manuel –

-¿Cómo dice?,-pregunta el gordo-, si, es entretenido contesta Manuel

Manuel ya entiende que será un largo viaje hasta Osorno y decide seguir la corriente, calculando que el guatón es seco para batir la lengua decide atacarlo con preguntas abiertas para que se explaye a sus anchas y Manuel solo se limitara a contestar si o no según le convenga, a la hora de conducir la conversación Manuel es un maestro, podría ser uno de los mejores vendedores de santiago con su técnica de tratamiento de objeciones, guiando el curso de un tema para su propio beneficio, un efecto colateral producto de una educación mercantil en la guerrilla por la sobrevivencia en santiago.

Al cabo de unos cuantos kilómetros bajo la lluvia Manuel se va enterando de los detalles mas escalofriantes de la vida del gordo Jaime, que le a contado toda su vida con el desenfadó de quien se confiesa con un desconocido al que jamás se volverá a ver de nuevo. Poco a poco Jaime va capturando la atención de Manuel con detalles sabrosos de sus innumerables correrías por las innumerables casa de putas que decoran de norte a sur esta angosta y larga faja de calientes que es Chile, a decir verdad y bajo el juicio de Manuel el guatón es un viejo chucheta. Manuel se acomoda en la butaca, esta seco y en ruta. Manuel se entera de que Jaime tiene un hijo que no ve hace años desde que se separó. Su mujer logró que el juez le dejara ver solo dos veces a la semana a su hijo y debido a la naturaleza de su trabajo, siempre en la carretera, le fue imposible cumplir con las visitas que se fueron haciendo cada vez mas ocasionales. Jaime no volvió a casarse, y si no fuera por las minitas que tenía en Osorno estaría tan botado como Manuel, salvo por el detalle que a Manuel no le importa no tener mina.

El gordo enciende el octavo cigarrillo y le pasa la cajetilla a Manuel, son cigarrillos peruanos, tabaco negro y oloroso, sin filtro, en la cajetilla de papel blanco que parece cartón lo mira una dorada cruz inca, Manuel toma uno y lo enciende, no puede evitar toser con la primera bocanada, un humo amarillento se perfila desde la punta de la braza al final de sus dedos entumidos, - son buenos, algo fuertotes, no como los que fuman las viejas – se ríe Jaime burlonamente de Manuel, - sip, y vuelve a toser-, el gordo no puede evitar reírse con ganas, la panza le baila como una gran terremoto que amenaza con expulsar como balín el torturado botón de la camisa de franela que sostiene heroicamente la panza de Jaime, Manuel alcanza la mochila y extrae su petaca, se la muestra a Jaime y le pregunta - ¿se puede?, el gordo Jaime se pone serio e inclina su pecho sobre el volante, con el brazo izquierdo hurga bajo el asiento de donde rescata una botella de Orcon quemado que de inmediato le ofrece a Manuel, ¿será del mismo?, -pregunta el gordo-, Manuel la destapa y se regala un largo sorbo, tirita como perro mojado y expulsa un sonoro ¡¡¡brrrrrrrrr!!!, Jaime vuelve a reír moviendo la panza.

Manuel canta “Tears in heaven”, desde la segunda fila en una mesa bajo una reproducción de “la mujer hippie” de Rufino Tamayo, una morena de ojos pardos lo escudriña insistentemente. Manuel termina el tema y baja del escenario entre aplausos, camina satisfecho y presumido en busca de su trago en la barra detrás de la cual esta ocupado Andrés despachando unos vasos de vodka tónica, - el mío sin hielo - , le grita Manuel, Andrés lo mira y mueve la cabeza en acto de reproche

tenis los ojos rojos hueon, estay casi curao y te faltan unos temas pa terminar, termina y después vemos

-Si mamá – se burla Manuel, al tiempo que le roba un vodka de la bandeja

-Estoy hablando en serio hueon déjate de huevear – grita Andrés


-Chucha hueon, ¡ahora ya no somos amigos!, viste como al final se te salio el jefe que tenis dentro

-Mira hueon este es un negocio, y las condiciones las pongo yo, si queris que te sirva al tiro, te empiezo a cobrar y listo.

-Soy care raja hueon creéis que por diez lucas todas cagadas me podis decir lo que puedo o no puedo hacer, ¡metete tu plata en el culo conchetumadre!

Hueon no podis seguir así, por que no te internas en una clínica de rehabilitación, -Manuel lo mira estupefacto y solo se ríe en su cara

-si tenis intenciones de que me vaya dilo de una vez y no me vengai con huevadas

-Lo que pasa es que me preocupo por ti hueon nada mas – dice Andrés esta vez con un tono casi paternal

-Lo que pasa es que todo el mundo pretende decirle a los otros como vivir su vida hueon, - se defiende Manuel-, ¿acaso yo te digo a vos como vivir tu vida hueon?, no verdad, te dejo ser como queris ser, sacándote la chucha cada noche sirviéndole la misma huea que tomo yo a hueones que no conocis y cagao de la risa, si queris te pago tu huea de copete y no me hueis mas

-No se trata de eso Manolo – dice Andrés, no entendis nada

-Que no entiendo Mmm… –dice Manuel, ¿que no entiendo?, por que chucha, te cuesta tanto aceptar que no todo el mundo quiere vivir como vos, algunos deseamos vivir como se nos para la raja, por que todo el mundo pa vos tiene que vivir de una forma “aceptable”

-Por que el mundo es así hueon – dice Andrés mientras arrebata el vaso de vodka de la mano de Manuel, así es el sistema

-Que sistema hueon, me cago en tu sistema, de que chucha me hablai, tu creéis que yo podría ser feliz como vos sacándome la chucha cada noche todas las noches pa juntar plata y pagarme una casa a veinte años plazo, una casa vacía donde llegay a puro dormir en la mañana cuando tu mujer y los pendejos de tus hijos salen a construirse una vida sin ti, te has matado comprándote huevas de las cuales jamás tenis tiempo pa disfrutar, ¿Cuándo fue la ultima vez que se la metiste a tu mujer?

-¡Para hueon, o te vay cagando! – le grita Andrés –

¡Me voy po conchetumadre! –contesta Manuel-

-Hola, perdón que interrumpa- , dice la morena de ojos pardos que ya esta junto a Manuel - no quisiera molestarte, Manuel la mira con los ojos llenos de rabia y los puños cerrados aun sobre la barra, ¿Qué queris?, la morena mira a Andrés y pide dos cortos de pisco sin hielo, toma uno y ofrece el otro a Manuel

Se que te gusta así – dice la morena mientras sonríe

Como venga -contesta Manuel- , ¿y que tema queris que te cante?,- pregunta

-ninguno -responde la morena-

-¿Cómo te llamas?- pregunta Manuel

Adriana

¿y que queris de mi entonces morena de ojos soñadores y sufridos?

Solo un beso -dice Adriana antes de beber su trago

¿Y por que chucha queris un beso mío?, el bar esta lleno de hueones que se te tirarían de guata a los pies

-Por eso mismo, por que se que tu no lo harías, por eso quiero un beso tuyo

¡ja!, cada vez mas locas estas minas, dice Manuel mientras le sonríe a Andrés

-Tanto problema por un beso, ¿acaso no te gustan las mujeres? -se ríe Adriana

Manuel deja el vaso en la barra y abraza la cintura de Adriana empujándola hacia su rostro, ¿queris un besito?, ya po, Manuel besa con fiereza los labios de Adriana, al tiempo que su mano izquierda desgarra los botones de la blusa dejando sus pechos al descubiertos, los cuales Manuel aprieta a manos llenas, Adriana intenta apartarse, pero Manuel la retiene con fuerza, Adriana ya no parece tan segura de si misma y comienza a golpear con desesperación el pecho de Manuel que se ríe burlescamente y continua sobajándole los pechos, ¿que te pasa puta? , ¿acaso no queris que te de un besito?, ahora vay a ver si no me gustan las minas, venís caga de la risa a provocarme y ahora te ponis difícil, creéis que por pagarme un trago tengo que saltar cuando vos querai. Adriana comienza a gritar, la música ya no suena y todos los ojos se vuelcan sobre la barra donde luchan Manuel y Adriana. Un tipo corpulento se incorpora rápido de una de las mesas del fondo y corre hasta la barra, separa a Adriana de Manuel de un solo tirón – ¡suéltala conchetumadre! – le grita el grandote

-¡¡Y quien soy vos guatón conchetumadre!!,¡quien te paso la pelota!- grita Manuel- al tiempo en que lanza un puñetazo en pleno rostro al improvisado superhéroe, el cual con felina agilidad logra esquivar y contrarresta con una certera patada en las bolas de Manuel quien cae al piso presa del dolor. Manuel se incorpora como puede y vuelve al ataque provisto de una botella de cerveza que captura de la barra, el grandote gira tarde para enfrentar a Manuel que ya a ganado terreno y propina un certero botellazo en la nariz del grandote que estalla en sangre. Dos tipos se lanzan sobre Manuel y le someten presionando sus manos tras la espalda, el grandote propina repetidos y secos puñetazos sobre el rostro de Manuel que se desploma como un costal sobre el piso del bar, Manuel no se mueve, al cabo de un rato en que nadie se atreve a tocarlo, al caer su cabeza a golpeado fuertemente en la barra, el grandote se asusta y lo patea despacio a la altura de los tobillos, tanteando, esperando cualquier reacción, Manuel no se mueve esta lánguido e inmóvil como un estropajo, el bar esta sumido en el silencio, Manuel no se mueve, el grandote se inclina y toma a Manuel de un hombro para voltearlo, al realizar este movimiento Manuel se gira rápido y velozmente le clava en el pecho la navaja que siempre guarda en su bolsillo izquierdo, un agudo grito se escucha en el bar, y el grandote habré los ojos como dos huevos fritos, Manuel se abalanza sobre su presa y con sus rodillas presiona los brazos de su victima, propinándole repetidas y violentas estocadas en el pecho y en el cuello.

-¡¡que tenis que meterte conmigo conchetumadre!!, -grita Manuel- , mientras sigue hundiendo la hoja en la carne del vencido, los gritos de espanto estallan en las féminas gargantas, algunos huyen y otros buscan ayuda, todo ocurre muy rápido. Andrés que estaba congelado por al escena, despierta con los gritos y se abalanza sobre Manuel que esta fuera de si.

-¡¡para hueon que te pasa!!, ¡¡estay loco, que te pasa!!

Manuel se vuelve y coge a Andrés por el cuello, lo mira furibundo directo a los ojos levantando su mano ensangrentada que aferra la navaja, y en gesto amenazante la apunta al rostro de su amigo

-¡¡Manuel!!, - grita Andrés-

Manuel se detiene, como despertando de una pesadilla, mira sus manos teñidas de rojo y las oculta tras la espalda como un niño travieso, el grandote tirita en el piso mientras de su pecho y su cuello manan borbotones carmesí. Manuel observa el bar, el tiempo de ha detenido, los rostros desencajados con las bocas abiertas de los rostros que le rodean parecen mascaras de silencio, Manuel se guarda la navaja en su bolsillo izquierdo, nadie se atreve a tocarlo, observa por un momento los ojos de Andrés y se lanza a la calle, se pierde tras la esquina al son de la música de otra noche en los locales de Bellavista

16 abril 2010

Como todas las mañanas







Te recuerdo esta mañana, como todas las mañanas. Son tus ojos lo que busco con premura cada vez que abro los míos. Es la ternura de aquella tu sonrisa, la que nace en tus ojos, cae por tu nariz y termina siempre en tu boca. Aquella expresión tan dulce, que al contemplarla no puedo contener las ganas de abrazarte mientras tus ojitos se tornan pequeños

Son tus brazos el refugio esperado, tus manos el consuelo vuelto caricia, son tus labios, la promesa de un beso. Ni siquiera hacen falta las palabras, solo basta entregarse al abrazo y respirarte en el crepúsculo allá en lo alto, mientras la brisa nos trae las estrellas que en silencio nos observaban desde la noche de los tiempos

¿Donde estarás?, me pregunto a cada instante, a donde llevaste tu sonrisa que hoy triste el cielo se presenta acusando tu ausencia, amenazando en llanto desatarse. Son tan largos estos días aciagos en que extraño nuevamente compartir el devenir de las horas junto a ti, hombro con hombro con una taza de café entre las manos, mientras en silencio observamos como lentamente la ciudad se va cubriendo de fulgores ambarinos

Aquí estas, en mi mente, como todos los días, habitando entre segundos, entre cada una de estas líneas, entre mi tiempo que es tu tiempo y en mi pecho que aun siente el calor de tus caricias, aquí estas siempre, cada vez que necesito de este mundo lo mas bello y puro, reviviendo cada uno de los momentos compartidos, caminando de nuevo a tu lado, sumando tus pasos a los míos.

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12 abril 2010

Tú, aquí y ahora

Pintura: Diego Rivera




Aquí estas, callada y desnuda, sin mas vestido que una sonrisa que todo lo ilumina. Mis ojos en los tuyos, intentando develar lo que habita en tu mente, es por eso que ante aquel misterio simplemente te abrazo y busco en tu boca otro beso, como si fuera el primero de mis besos

Aquí estas, en el recuerdo vivo, al amparo de las calidas caricias que incendian mis manos sobre tu piel. Despacio se deslizan mis dedos por tus piernas, mientras tu boca entreabierta invita a beberla en un beso, detenido el aliento tus ojos cerrados se clavan en mi memoria, me abrazas con fuerza y murmuras en mi oído, despertando los temblores que nos llevan a aquel lugar en donde la muerte se abraza con las piernas. Tu voz dulce rasga el silencio del cielo que nos mira, titilan centelleantes los astros envidiando mi suerte, parecen fulgurar en ira por no poder tocarte, mientras la brisa fresca de la noche se pasea por tu cuerpo levantando tu aroma para cubrir al mundo que entre tus brazos se ha detenido

Aquí estas, cada vez que cierro los ojos, otra vez entre mis brazos, sumando tus horas a mis horas, desde la mañana al ocaso de estos días en que todo me sabe a ti, días azules en donde todo se ha vuelto nuevo y que de tu mano poco a poco voy descubriendo, lentamente, como el sol que amenaza a levantarse desde tu ventana, tiñendo pálidamente el ancho cielo, apagando los luceros que no dejan de mirarnos. Es entonces cuando me siento a contemplarte, buscando tus ojos y en su brillo mi propio reflejo, es entonces cuando ausente ya la noche caigo irremediablemente sobre el papel, levantando los versos que me dejaste en cada uno de tus besos, es entonces que paciente espero tus labios y con una sonrisa en los míos nuevamente te sueño

¡Hay pequeña estrella!, tú la mas brillante y preciosa entre los elegidos por el sol, de tu gracia se encienden estos días, mis sueños y entero el firmamento.

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09 abril 2010

Cuestión de Perspectivas



El ambiente huele a humo y risas. El humo de mi cigarrillo suma y contribuye a espesar el aire que a ratos se hace irrespirable. En una esquina tres mujeres ríen algo borrachas, aplasto la colilla de mi cuarto cigarrillo mientras los minutos parecen dilatarse, confabulándose con la impaciencia que me consume. Levanto mi copa y desde la esquina una de las mujeres me sonríe, alza su copa bamboleándola en su mano con errático gesto, imaginando que nuestras copas se encuentran en un brindis ausente del cristalino tronar que no ha sabido atravesar el espacio que separa nuestras mesas.

Una pareja fuma y habla incesantemente. Ella agita sus manos en el aire intentando dibujar sus palabras, el gesto solo consigue pintar una sonrisa ancha en los labios de su acompañante que la mira divertido sumergido en una nube de tabaco. El mesero se pasea repetidamente frente a mi mesa como un lobo al acecho, vigilante, estudiando cada pequeño movimiento de la presa que ignora su suerte. El mesero observa fijamente mi copa eternamente a medio terminar, su ceño fruncido pareciera reprochar lo exiguo de mi pedido y la falta de premura en acabarlo. Sin saber por que cojo la copa y apuro el resto que me queda, miro al mesero y le sonrío torpemente, enciendo otro cigarrillo y dejo escapar una gruesa bola de humo que viaja lentamente atravesando el salón, la miro alejarse y morir sobre las luces de colores que brillan al fondo, donde las risas parecen mas fuertes aunque distantes y vuelvo a clavar por vigésima vez mis ojos sobre el teléfono que yace en la mesa.

El mesero se acerca y deja ante una copa que no le he pedido, lo miro con la pregunta en los ojos y solo me señala con un guiño de su boca la mesa de la esquina donde ríen las tres mujeres que beben desde que llegue. Sus sonrisas ebrias me parecen tristemente divertidas, les sonrío falsamente y bebo un sorbo agradecido. Una de ella se levanta afirmándose en la mesa y zigzaguea por el salón en mi dirección, sus compañeras voltean y ríen efusivamente mientras observan a la mujer que se sienta frente a mí, yo las observo cuchichear y guiñarme los ojos en una mueca que me hace recordar algún baile de colegio. Miro nuevamente el teléfono sobre la mesa, allí esta inmutable, frío y dormido, el reloj de su pequeña pantalla pareciera estar pidiéndome perdón por avanzar tan lentamente.

-Ya no te va a llamar, pero no te pongas triste -dice la mujer ya instalada en mi mesa

No estoy triste, solo algo cansado

-¿no lo estamos todos? –pregunta clavándome los ojos

-tal vez, gracias por la copa

-me llamo Paula, ¿tu cómo te llamas?

-Como tú quieras

- Ok, Juan- dice Paula encendiendo uno de mis cigarrillos

“Juan”, odio ese nombre –pienso y sonrío incomodo

-Yo te veo algo triste Juan –insiste Paula exhalando el humo directamente sobre mi cara

Una pareja de viejos se planta en la escalera y protesta por el exceso de humo en el lugar, increpa al mesero por no respetar la nueva ley que prohíbe fumar en lugares públicos, los que fuman en el lugar guardan silencio, y por un segundo parece que el único sonido era la voz chillona y desagradable de la vieja, el mesero la mira en silencio, con aspecto aburrido, y unas ojeras de cien noches sirviendo tragos a los sedientos parroquianos

-¡vieja de mierda ándate a huevear a otra parte! –grita Paula arrastrando las palabras desde mi mesa

Todos ríen y vuelven a sus charlas olvidándose de la pareja de viejos que comienzan la retirada. Mientras los viejos se pierden por la escalera van balbuceando maldiciones que no alcanzo y ni quiero escuchar. Paula se ríe estupidamente, yo la observo desde atrás de mi copa, es una linda mujer, no se por que me da pena, la veo tan perdida intentando guarecerse tras una frágil sonrisa de aparente felicidad, ella ríe pero sus ojos dicen otra cosa.

Vuelvo a fijar mis ojos sobre el teléfono y los minutos aunque lentos siguen gritándome que ya no va a sonar, que es mejor que lo olvide, que no importa cuanto lo desee, el muy maldito no sonara, solo suena la voz de Paula que no cesa de hablar y hablar, y ya no puedo escucharla mas, no es su voz la que necesito

-¿te gustan?

¿Qué cosa?

-Los poemas

¿Cuáles?

Paula se acerca al muro y pasa su índice sobre uno de los rayados, todos los muros están tapizados por cientos de pequeños fragmentos escritos por quizás que mano temblorosa inspirada al calor de las copas, la verdad no lo había notado y ciertamente aunque lo hubiera echo no tendría el mayor interés por leerlas. Paula frunce el ceño y entrecierra sus ojos intentando descubrir las frases garabateadas en tinta verde, se acerca tanto que parece que a ratos su nariz rozara las letras, apoya la frente sobre el muro y murmura despacio, como leyendo primero para si, evaluando si aquel es el fragmento indicado.

“En las copas se ahoga la espera
La nostalgia, las dudas, los desencuentros
Las promesas encendidas y borrachas al calor del deseo

Amores trasnochados de sonrisas borrosas
Y caricias lerdas y hediondas a tabaco
Torpes recorridos de las bocas
Que intentan ser un beso
Procurando quitarle un espacio al desaliento
al olvido y a la soledad que nos oprime y guardamos en el pecho

Espectro de los días que se han ido en la espera de un momento verdadero
Amargura que se esconde malamente
tras la risa y otra copa”


-La pura verdad –dice Paula anunciando una lágrima que es temblor en sus labios

-¿te gustó?- me pregunta

-Es muy bueno –le miento levantando mi copa, la verdad es que lo encuentro pésimo, pero siento que debo devolver de algún modo la gentileza por el trago que bebo, tomo el teléfono entre mis manos y reviso las barritas que indican la potencia de la señal, ciento por ciento, no pasa nada con la señal, la verificación pareciera desalentarme un poco mas, ¿por que diablos no llama?-pienso.

-La pura verdad ¿no? – dice Paula

¿Cuál?

-¡Que todos estamos cagados po juanito!, mas solo que borracho cagao, todos irremediablemente cada vez mas ¡SOLOS!

Pareciera haberme gritado la última palabra, mientras se echaba a llorar, no se si debiera consolarla -pienso-, darle unos golpecitos en la cabeza y decirle que todo va a estar bien, que no se preocupe, que es una mujer linda y que todo tiene solución, las clásicas huevadas que se dicen al voleo y que en realidad al que las escucha le importan un carajo, a la mañana siguiente seguirá sintiéndose tan vacía como ahora, pero seguramente con una resaca de puta madre, ni se acordara de mi rostro ni de las risas de sus amigas que la miran entretenidas desde su mesa, pobre tipa –pienso-, en realidad con amigas así esta jodida.

Observo mi teléfono suplicándole que suene y me permita escapar de esta mala escena, ¡maldito celular¡ tráeme su voz suave que me diga que todo esta bien y que no me preocupe, que todavía existe una solución, que el incendio no fue la catástrofe que parece.

Paula me mira con los ojos enrojecidos y las mejillas empapadas, dejo mi teléfono sobre la mesa y ella parece sonreír malamente, apenas una mueca teñida de carmín.

-Viste juanito, ¡Todos estamos solos!, igual que tú, igual que yo, pero parece que tú mas, ...que pena.

-No, eso no es verdad –le digo mientras terminó mi copa
-Todo es cuestión de perspectivas, yo no estoy solo, yo solo espero

- y que hueon ¿acaso la espera no es otra cosa mas que hundirse lentamente en la soledad?

- bueno que importa –dice Paula encogiéndose de hombros

Paula se levanta y me agarra de la solapa, toma mi teléfono y lo mueve frente a mis ojos, me besa torpemente en los labios y mientras se aleja me dice, -pero no te preocupes juanito, seguramente es cuestión de perspectivas, sus compañeras en la mesa del rincón rompen en carcajadas y aplauden, mientras ella me deja la boca teñida

Salgo a la calle y caminó arrastrando la vista por la vereda cada vez mas vacía, un tipo se pasea vendiendo aretes artesanales que penden de un gran trozo de tela negra que brilla como las alas de un cuervo . Ya es muy tarde, el tráfico es exiguo. En la esquina la pareja de viejos que protestaban por el humo espera un taxi, están sentados en silencio con la mirada fija en la avenida que rebota las luces de los faroles sobre el pavimento, me miran algo asustados y luego se abrazan en un gesto que evidencia mas frío que miedo, “solo”, ¡yo solo!, “al final es solo cuestión de perspectivas” –repito despacio-, cruzó al bar que esta enfrente a la plaza, mi teléfono esta apagado hace un buen rato.

06 abril 2010

Estrella







A la estrella que guia y corona este espacio en el tiempo...





Y entonces ya no queda más que caminar. Envuelto en la fría brisa que revuelve algo más que tus cabellos. Aquel beso fresco en que el otoño venidero anticipa su abrazo, y que poco a poco va despertando los temblores en la espalda. Luego un abrazo y la sonrisa que ilumina tus ojitos pequeños, mientras el brillo argento en los espejos multiplica caricias y besos.

Luego los pasos y tu mano en la puerta, mientras mis manos yacen en tu cintura, y entonces otra vez el silencio que es apenas roto por el susurro de nuestros besos, entonces la penumbra nos acoge, calida y cómplice, al tiempo en que los ojos construyen palmo a palmo las figuras azules del cuarto, luego tan solo el peregrinar de mis dedos que se vuelve caricia sobre tu pecho.

Tu sonrisa me ilumina mientras la cascada de tu cabello cae sobre mí, la delicada línea de tu cuello se ofrece generosamente bella y solo puedo pensar, en que no existe nada mas que tú, te ofrezco otro beso y me entrego a la contemplación de ti, pequeño mundo nuevo en que cada detalle se vuelve un torbellino, cada breve gesto es único y etéreo, perfecto, cual hoja de otoño que se desliza desde lo alto sobre nuestras cabezas, entonces te estrecho y dejo que mi rostro se funda en tu pecho para empaparme de ese aroma tan dulcemente tuyo, entonces te respiro, te siento y deseo como si fuera este para mí el último momento, y entonces ya no hay mas y por un instante nada mas importa, solo los cuerpos que se descubren y se encuentran, mientras la noche gira y gira arrastrándonos con ella.

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