30 abril 2008

Sorpresa de aniversario



No te preocupes mi amor, toma el vuelo de mañana entonces, te esperare, lo celebraremos mañana
¿Estas triste?-preguntó Mauricio

-Si, un poco triste, pero no te preocupes, te espero, un beso, te quiero mi amor. –dijo la voz de ella débilmente al otro extremo de la línea.

Mauricio colgó el teléfono. El aeropuerto estaba atestado de viajeros de ojos cansados de tanta “businesses class”. Tomo asiento en una de las sillas naranjas junto a una anciana. Abrió el bolso de mano extrajo el pequeño paquete de regalo azul y lo dejo sobre sus piernas, lo observo sonriente y se frotó las manos pensando en la cara de Roxana al verlo. “siempre ha querido un anillo como este y que mejor regalo de aniversario” –pensó-, “se va a sorprender de verme llegar hoy, ja,ja,ja se creyó lo del retraso del avión, ja,ja,ja”, “Vaya la sorpresa que le voy a dar”. La anciana lo vio sonreír y se quedo observando el pequeño paquete azul sobre el regazo de Mauricio
-Es para mi esposa - le dijo mientras observaba la sonrisa de la anciana- estamos de aniversario, nuestro segundo aniversario

La anciana asintió con la cabeza – es una anillo sabe, Roxana siempre ha querido este anillo, lo vio en la vitrina de Coupl´s cuando hicimos nuestro viaje de bodas y note el brillo en sus ojos, ja,ja,ja, aun mas brillantes que la joya misma, ja,ja,ja la hubiera visto sabe. Mi mujer nunca ha sido una mujer apegada a los lujos, es mas bien austera, raro en estos días dirá usted, pero así es. Roxana es mas practica, una mujer de ideas claras, nada de derrochadora con el dinero. Todo lo contrario de mi, si no hubiera sido por ella, quien sabe donde andaría. Muestro primer departamento lo conseguimos con mucho esfuerzo y ella con un par de billetes logro hacer de el un verdadero hogar. Todavía no tenemos hijos pero ya vendrán lo hemos intentado, usted sabe, como cualquier matrimonio joven pero ya vendrán, yo quiero una familia grande como la mía, nosotros somos seis hermanos. Yo se que a ella no agrada mucho la idea pero cuando tengamos el primero ya vera como cambia de opinión, usted sabe el instinto maternal.


Mauricio hurgó en su bolso de mano y saco un pequeño paquete de chocolates con menta y le ofreció a la anciana, ella tomo dos y se los echo rápidamente a la boca como una niñita temerosa de que se los arrebataran.
-No se-, me costo encontrar a una mujer como Roxana- continúo Mauricio-, usted dirá y que tiene de especial, bueno mucho, la verdad, es una mujer generosa, muy cariñosa, inteligente, bondadosa, seria y responsable, una verdadera joya, como la que le llevo aquí –dijo mientras agitaba el pequeño paquete azul antes de meterlo nuevamente en su bolso de mano-.Supongo que ya no hay mujeres así, me siento muy afortunado, sabe, antes en su época, -espero no se ofenda señora-, en su época las mujeres eran distintas, no como ahora, en su tiempo las mujeres eran así como mi Roxana, ahora en cambio puras locas, ninguna quiere comprometerse, ni tener hijos, solo piensan en pasarla bien, en tener éxito y ganar mucho dinero. Es bueno tener ambiciones sabe, pero el dinero no lo es todo en la vida, también hay otras cosas, el dinero no hace la felicidad, y disculpe usted el lugar común, pero es cierto. Mi jefe por ejemplo, mi jefe tiene mucho dinero y sin embargo su matrimonio es un completo fracaso y eso que este es el tercero, el problema es que se busco mujeres mas jóvenes que él, bastante atractivas por lo demás, a todas luces se notaba que las mujeres se habían casado con él por su dinero, lo aguantaron un tiempo y luego ¡zaz!, un jugoso divorcio, pobre infeliz hasta me daría pena si no fuera tan desgraciado y explotador, mire que hacerme viajar justo un día antes de mi aniversario, seguro lo sabe y le da envidia. Él siempre suele quedarse viendo la foto de Roxana sobre mi escritorio y como me ve feliz se desquita mandándome a ver al cliente mas lejano que tiene el despacho, maldito negrero, en fin así es la cosa, ¿Quiere otro chocolate?.

Una mujer de mediana edad se acerca arrastrando dos grandes maletas, le da una mirada curiosa a Mauricio que gesticula entusiasta intentando acentuar las frases frente a la anciana. La mujer deja las maletas a un costado y comienza a comunicarse con la anciana utilizando el lenguaje de señas. La anciana mete rápidamente la mano en la bolsa de chocolates con menta que descansa a un costado de Mauricio.

-Espero no le haya molestado demasiado –dice la mujer levantando a la anciana por un brazo, es mi madre y no esta muy bien. Mauricio sonrío avergonzado y sintiéndose un idiota mientras la anciana se despedía de él agitando la mano en el aire como una niñita.

Una voz femenina llena el espacio invitando a los pasajeros del vuelo 206 acercarse a la puerta de embarque, Mauricio se pierde por el pasillo con el resto de los pasajeros, ubica su asiento junto a la ventanilla y ya solo puede pensar en el rostro de sorpresa y los ojos encendidos de su mujer, ¡Vaya que sorpresa le voy a dar a mi Roxana!, -dice despacio Mauricio antes de quedarse dormido tras el despegue.

Desde la calle Mauricio observa la ventana de su apartamento débilmente iluminada, -seguro se ha quedado leyendo, pobre Roxana- toma la maleta y entra al edificio. Mauricio observa su rostro reflejado en los espejos del ascensor, se pasa la mano por las mejillas, midiendo su barba, Mmmm esta bien, mañana me afeito antes de que despierte, le voy a dar un beso fresco y recién afeitado- dice mientras saca las llaves de su bolsillo. Se acerca a la puerta e introduce la llave muy lentamente, la hace girar, y casi sin hacer ruido se mete al departamento. La sala esta a oscuras, pero eso no es problema él conoce de memoria toda la distribución de los muebles. Conforme se acerca a la habitación comienza a notar un quejido solapado que parece ser de su mujer. La puerta del cuarto esta levemente abierta. Mauricio se acerca lentamente y deja que su ojo sea atravesado por la hebra de luz que se filtra hacia la oscuridad de la sala, cortando su rostro incrédulo y consternado. Allí esta Roxana, su dulce Roxana completamente desnuda, revolviéndose de placer sobre la cama, mientras unas manos que no son las suyas van suavemente recorriendo su piel. Aquella mano delicada y muy blanca se desliza por los pechos de su mujer, acariciándolos. Roxana parece quebrarse y levanta sus caderas mientras aferra con fuerza el cabello largo y revuelto de la mujer que devora su entrepierna. Aquel espacio ardiente e íntimo del cual Mauricio creía ser único dueño. Mauricio se quedo observando como aquellas dos mujeres se abrazaban y besaban tiernamente, los ojos de Roxana jamás le habían mirado tan dulcemente como ahora miraba a esa chica, se quedo petrificado, sintiendo que el pecho se le habría en dos.

Mauricio alzo las piernas y las dejo descansar sobre sus maletas. Una voz femenina llenó el espacio informando a los pasajeros que vuelo 508 estaba retrasado por mal tiempo. El tipo gordo sentado a su lado observaba atento la bolsita de chocolates con menta entre las manos de Mauricio.
¿Quiere uno? - dijo extendiendo la bolsa hacia el gordo
¿Es usted casado? –preguntó mientras el gordo masticaba los chocolates
-Sabe, -continúo Mauricio- las mujeres de hoy ya no son como las de antes, nooooo ni parecidas a las de antes, no como en la época de mi madre por ejemplo, o como en la época de su madre claro, se ve que a usted lo crío una buena mujer, las cosas han cambiado sabe…

El gordo se acomodo en la silla y agarró otro chocolate, mientras Mauricio con los ojos fijos en un punto distante, parecía hablar consigo mismo.

28 abril 2008

Escalofrío






Acercó su espalda al muro y sintió como el gélido cemento mordía su carne, la fría e invisible estocada del miedo atravesaba los sucios jirones en que se había convertido su camisa. Se mantuvo en silencio apretando los ojos con fuerza durante algunos segundos, intentando luego percibir las formas sumergidas en aquella penumbra casi absoluta, apenas un espectro de luz mas leve que el reflejo de la luna sobre el agua intentaba dibujar las líneas de aquella habitación. Esperó inmóvil junto al muro, como si su cuerpo mismo fuese una pieza de concreto.

Intentando controlar la agitada respiración, sintió que el silencio le oprimía el pecho con una mano etérea y poderosa. ¡De pronto un estruendo!..., un solo sonido, el batir de una puerta hirió sus oídos como púas afiladas que viajaban en sus ecos, aquel terrible y único sonido le daba cuenta de que él aun era la presa.

Se deslizó despacio contra la pared hasta quedar sentado, tapándose fuertemente los oídos con ambas manos, se mantuvo quieto conteniendo el aliento, tensando cada músculo de su cuerpo, esperando…. El miedo se paseaba despacio por su espalda haciéndole estremecer como a una brizna en la tormenta. Lentamente fue apartando las manos de sus oídos y espero atento, con los ojos muy abiertos, hurgando en la espesa oscuridad…, hasta que el eco de unos pasos le volvió a estremecer, apenas unos pasos desde algún sitio a su derecha, se acercaban poderosos. Se deslizó entonces contra el muro hacia su izquierda buscando escapar al horror de aquellos pasos. Se detuvo habiendo avanzando apenas unos pocos centímetros,… ahora desde la izquierda otro sonido paralizaba su avance, un eco sordo como el que hace un pesado cuerpo al arrastrase. Retrocedió lentamente hasta pegar nuevamente su espalda contrala pared, y aguardo… mientras el rumor de los pasos y aquel arrastrar abandonaban sus oídos, cesando de improviso, dando paso a un profundo y sostenido gruñido, y a la húmeda exhalación que se dejaba sentir a solo un par de centímetros de su cara, luego, otra vez la sordina… aquel maldito mutismo que no alcanzó a romper el grito de su ya destrozada garganta.

El cuerpo apretado y los ojos clavados sobre la escena, la segunda película de terror de la noche y seguía con el mismo entusiasmo de los primeros 15 minutos. La habitación en absoluta penumbra y exquisitamente silenciosa, en perfecta comunión con la mudez de la calle a las tres de la mañana… un fuerte portazo en la planta baja lo hizo caer de la cama

-¿!La..la lau…Lauraaa eres Tu!?


-Siii, Matías soy yo!, ya subo,.. Te dije que llagaba tarde ¿o no?...

-¿Matías?... ¿Matiiii….?


Las cortinas danzaron en la ventana con un gélido soplo que jugueteo en la nuca de Matías, quien sonrió nerviosamente, como siempre lo hacía tras cada escalofrío.

24 abril 2008

Ñam, Ñam



El sol se ha convertido en apenas un pálido manchon sobre los muros tiznados. El viento gélido golpea su rostro como la mordedura de un millón de hormigas invisibles. Mientras camina, va apretando las manos desnudas que se ocultan en sus bolsillos mendigos, apenas si puede sentir la punta de los dedos cuando revuelve las únicas monedas que le restan, hace la cuenta mentalmente sumando el valor de aquellos círculos acuñados en la piedad de los paseantes, confiaba en su tacto e identificaba cada moneda por el tamaño o bien por el repujado del borde. Sacudió la mano en el bolsillo haciendo tintinear su contenido, aquel sonido sin brillo dibujó a duras penas media sonrisa bajo la espesa barba. Apuró el paso cruzando el parque en dirección al café restaurante, mientras el crujir de las hojas debajo de sus pies se unían en coro a los gruñidos de su estomago.

El bronce saludo de las campanillas sobre la puerta entonó una breve bienvenida, y el beso calido del aire con aroma a café recién echo prometían devolverle el color a sus mejillas. Pidió una tasa de café sin hacer mucho caso a la desdeñosa mirada de la vieja camarera tras el mesón, el gesto altivo de la vieja le hizo sentir como si le tomara el pedido a una cucaracha, tal vez la exigua naturaleza del pedido le relegaba a un escalafón inferior en el ranking de clientes, de cualquier modo le pareció que aquella mujer era aun mas fría que las polares ráfagas que hacían cabriolar la hojarasca en la calle, si la mirada inicial le había parecido un mal comienzo, el gesto fatuo acentuado con un respingo de nariz que dio al observar el puñado de monedas sobre el mesón fue una bofetada certera a su orgullo. Ya servido el tazón humeante entre sus manos fue bebiendo el café a sorbitos, no por temor a quemarse, sino mas bien por que necesitaba prolongar cuanto fuera posible la estancia en aquel calido lugar, y así sortear por algunos minutos la fría mañana. Desde la ventana observó los árboles del parque mientras poco a poco el calor fue dejándose sentir en su cuerpo, y se preguntó adonde diablos se habrían largado sus amigos, “los invisibles” como se hacían llamar así mismos los mendigos del parque central, haciendo gala de un fino humor negro, uno a uno se fueron de un día para otro sin siquiera despedirse, se los comió la tierra… ¡malditos malagradecidos! –pensó– y fijó nuevamente los ojos sobre los árboles, aquellos árboles no eran mas que los esqueléticos retobos de un pasado verde y frondoso ya perdido en la memoria de otra vida, aquellos días en que el sol brillaba sobre su cabeza y el futuro le ofrecía mas que el pequeño fondo de un vaso, cuando aun no era parte de los invisibles.

El silencio en aquel café caía pesadamente sobre su espalda. La vacuidad de aquel lugar parecía multiplicarse y sostenerse infinitamente entre aquellas paredes pobremente adornadas, apenas unas cuantas malas reproducciones de Fuseli sobre los muros. Se quitó el pesado abrigo de lana gris y lo dejó descansar sobre un taburete vecino, se volvió luego hacia la vieja camarera que permanecía sentada en un rincón con los ojos fijos sobre la pequeña y limpia pizarra que informaba el menú de cada día
-¿Puedo coger el diario? – Le preguntó – y aguardo unos segundos la respuesta que jamás llego
- ni siquiera me miro, ¡vieja de mierda! No siempre fui lo que ahora soy – le gritó por dentro.

La camarera parecía absorta en un punto distante que él no podía ni quería descifrar, ¡bueno!, el que calla otorga – pensó - y cogió el ejemplar que reposaba en un extremo del mesón, leyó algunos titulares mientras una extraña sensación se paseaba por su nuca, dio un rápido vistazo a la ventana y un escalofrío le recorrió la espalda, el reflejo del rostro de aquella mujer yacía con los ojos fijos y encendidos sobre él, desdibujándose en una grotesca mueca desdentada que pretendía ser una sonrisa, giró violentamente sobre sí, solo para caer en el desconcierto al observar que la mujer seguía inmóvil, con la mirada perdida sobre la lustrosa pizarra del menú, se dio unas palmaditas sobre la mejilla y apuro las últimas gotas de café, cerró los ojos y su cuerpo se sumergió en un sopor aterciopelado, despacio, muy despacio, como sumergirse en una tina de agua caliente, todo giraba lentamente, los árboles, el café, y la sonrisa macabra de la camarera

A la hora de la cena los clientes abarrotaban las mesas del pequeño café restaurante, el rumor de las voces y las risotadas parecían complacer de sobremanera a la mujer que corría tras el mesón apurando las viandas humeantes. El bronce saludo de las campanillas sobre la puerta entonaron la breve bienvenida a un cliente habitual


- Buenas noches señora ¿Cuál es el menú para hoy?

El huesudo índice de la mujer se elevó hacia la pizarra en un rápido y firme gesto, sentenciando en aquel movimiento la única respuesta que se dejó leer apetitosamente con blanca y bella caligrafía -“Cena de hoy: “Goulash”


- ¡que bien, me encanta!, ¿y para mañana? -preguntó- frotandose las manos

La mujer se detuvo mientras limpiaba una pequeña gotita de sangre sobre el mesón, observando al tipo directo a los ojos, y con un peculiar brillo en la mirada contestó
- Mmm, no se, depende de lo que caiga, digamos que a la suerte de la olla, ya veremos – dijo mientras ocultaba tras la barra un pesado abrigo de lana gris-


Tras la primera cucharada el cliente sonreía complacido, ella… mucho, mucho más.

22 abril 2008

Hace algunos días








Los pasos de Aníbal me despertaron antes de que el sol asomara en la ventana. Hace algunos días lo notaba extraño, muy callado y pensativo. Al principio no le di mucha importancia. Sencillamente pensé que se trataba de cansancio, exceso de trabajo, o el apremio de las deudas. En suma, las típicas preocupaciones comunes y silvestres de cualquier hombre de edad promedio.

Lo primero en desaparecer fue una cacerola, desaparición de la cual ni Agustina ni Fabián (mis hijos) pudieron explicar. Por aquellos días Fabián comenzaba su segundo año en la facultad, y dada la costumbre que tienen los chicos universitarios en gastar bromas algo extravagantes a los novatos, mi primer sospechoso sin lugar a dudas fue el pobre Fabián. Luego de interminables negativas y caras largas decidí dar el asunto por terminado y olvidar el tema. Dos días más tarde el secador de pelo hizo su acto de desaparición, luego de revisar de arriba abajo los posibles rincones en los que podría hallarse, encare a Agustina conminándola a dar alguna explicación razonable sobre la desaparición del secador. ¿Por que Agustina?, simplemente por que aparte de ella y yo nadie más en casa utiliza el secador de pelo. Fabián y Aníbal decían que era cuestión de maricas secarse el pelo con secador, pero mas de alguna vez recuerdo haberles visto escondidos con el secador entre las manos calentando las sabanas en invierno, aunque eso también siempre lo negaron.

Ya casi no hablábamos a la hora de la cena, ni tampoco durante los almuerzos, que dicho sea de paso se fueron haciendo cada vez mas escasos. Poco a poco la casa se fue convirtiendo en una muda zona de transito. Ni siquiera sus ojos me decían algo, sus miradas se tornaron -conforme al paso de los días- en frías e inexpresivas luces que parecían perforar mi pecho cada vez que por casualidad se dejaban ver. La mayor parte del día me encontraba sola en casa, Aníbal en el trabajo y los chicos en sus quehaceres académicos. El secador y la cacerola aún no aparecen por ningún lado, igual que el sacacorchos de plata que nos regalaron el día de la boda, tampoco están mis lentes para mirar televisión, sin ellos solo veo manchas borrosas aunque igual me quedo frente al aparato fingiendo que me divierto con los programas, antes trataba de reírme bien fuerte para llamar la atención de los chicos y animarlos a sentarse junto a mi un momento, pero no vienen, y cuando lo hacen se me quedan viendo fijamente con esa expresión fría que me da miedo.

Ayer ocurrió otra vez. Lo que se esfumo fue la afeitadora de Aníbal, pero fue extraño que él no le diera importancia, aunque no me lo dijo, yo se que desapareció por que él nunca se afeita con navaja. Cuando le pregunte por que no usaba la afeitadora, no me hizo caso y continuó afeitándose sin apartar la vista del espejo, como si yo no existiera. Me dio rabia su indiferencia y volví a preguntarle, una, dos, cuatro veces. Aníbal se largo a llorar y cuando me le acerque no quiso que lo abrazara, “esta bien no es para tanto, si la perdiste o la rompiste compramos otra y ya esta” – le dije intentando consolarlo – imagínate si cada vez que se pierde algo nos ponemos a llorar, además a ti solo te falta la afeitadora, en cambio yo he perdido mas cosas, ¿que pasa con mi cacerola?, ¿mis lentes?, ¿mi secador?, ¿el sacacorchos?, ¿los discos de Fabián? (olvide mencionar que también a Fabián se le pierden cosas).

No pude hacer que Aníbal dejara de llorar, comprendí que era mejor dejarlo solo y salí un momento al patio, ¡pero fue horrible!, tampoco estaban los jazmines, ¡habían desaparecido! al igual que la paleta y el rastrillo de jardinería. Las piernas me temblaron y me deje caer, hundí las rodillas en la tierra húmeda y suave de mi jardín y me puse a llorar, luego los vi. Desde la ventana del segundo piso Aníbal y Agustina me observaban en silencio, intentaron ocultarse cuando me vieron alzar la cabeza, fue como si sus miradas cayeran pesadas sobre mí espalda, los pude sentir, ¡Malditos!, no había otra explicación, ellos son los responsables, ellos se están llevando todo y me quieren hacer creer que todo esta bien, por las noches escucho sus pasos, corren como ratas de un lugar a otro de puntitas por toda la casa.

Esta mañana la cacerola y el sacacorchos aparecieron en sus sitios habituales, pero ahora faltaban mas cosas, aparecieron dos y ahora faltaban cuatro, esta vez desaparecieron una charola, el tostador y dos tazones. Desde el patio escuche la risas de Fabián y Aníbal, me fui despacito hasta la sala desde donde se alcanza a ver, no quería que me vieran, quería sorprenderlos de seguro en alguna fechoría. Aníbal todavía estaba en bata y eso que ya pasaban de las 10:00 a.m., se reían estupidamente mientras tomaban desayuno, seguro se ríen de mi, seguro comentan lo estupida que me veo buscando por toda la casa los utensilios que desaparecen, ¡que ellos esconden!. Salí al patio y se quedaron mudos otra vez. Cuando le pregunte a Aníbal por que no estaba en la oficina siendo ya tan tarde, solo le escuche decir “Sábado”, “por que hoy es Sábado amor”, ¡eso es mentira Aníbal!, hoy recién es Martes, ¡que te pasa!, ¿por que no quieres ir a trabajar?, -no importa amor déjalo así – dijo sin apartar los ojos de su tasa de café -. Cuando les conté que habían aparecido la cacerola y el sacacorchos parecieron no asombrarse, en cambio cuando les dije que faltaban una charola, el tostador y dos tazones, Fabián dio un puñetazo sobre la mesa haciendo brincar las tasas que parecieron sonar como campanitas en mis oídos, luego le comenzó a temblar el mentón como cuando esta por largarse a llorar, como cuando era un niño pequeño, pero antes de que le saltaran las lagrimas se levantó y se fue. Aníbal se quedó con la cabeza humillada entre los hombros y no dijo nada, pobre… tal vez se siente culpable.

Anoche desperté y Aníbal no estaba en la cama. Me levante despacio sin hacer ruido y me fui a la ventana, ahí vi a los tres removiendo la tierra del jardín, Agustina lloraba y movía la cabeza de un lado a otro, mientras Fabián desenterraba la lámpara de escritorio de Aníbal, pobre Agustina seguro la obligan, se ve que no quiere ayudarlos.

El Lunes por la mañana me quede en cama esperando a que la casa quedara en silencio, sentí cuando Aníbal se preparaba para partir a la oficina. Espere unos diez minutos luego de que se marchó y me lance a toda carrera por las escaleras hasta la planta baja y de ahí al patio. Metí las manos en la tierra suelta y comencé a cavar, estuve largo rato buscando sin encontrar mas que gusanos y piedras, de alguna manera saben que los vi y buscaron otro lugar para esconder las cosas.

Hace tres semanas que ya no se pierde nada en casa. A los dos días desde la última desaparición de objetos, sencillamente y sin explicación volvieron a aparecer en sus lugares habituales, como si nunca hubiesen faltado. Aníbal y los chicos volvieron a mostrarse mas afectuosos, Aníbal me compró lentes nuevos, fue bueno por que volvimos a compartir por las noches algunas horas frente al televisor, comentábamos los programas y nos reíamos de cualquier estupidez que aparecía en ella. Aníbal parece muy contento y hasta ha subido un par de libras también. Me da pena amargarles la velada, se ven tan felices que no me atrevo a contarles lo que anoche me dijeron las voces, no se como no las escuchan estando tan cerca, incluso ahora que estoy con ellos frente al televisor, sus murmullos me llegan cada vez mas y mas fuertes y repiten incesantemente que Aníbal debe ser el primero, pobre Aníbal, creo que lo extrañare.

21 abril 2008

Jillian




No te creas que no te he visto. No, ni se te ocurra imaginarlo siquiera. Como te atreviste a mirarme de esa forma, como si hubiera hombre capaz de evitar caer en aquellos ojos negros. Ya se sabe que han caído imperios por menos que eso.

Bueno, aquí vamos nuevamente, otra miradita, ¡que miradita!, podría caer ahora mismo bajo tu voluntad hermosa Jillian, Ok… ahora es mi turno, pero Mmm… volteas la cabeza simulando observar la nada a través de la ventanilla del subte, curioso gesto, no hay nada que ver mas que los neones reflejos que raudamente van dibujando líneas en la retina de aquellos que en silencio van inmersos en algún recuerdo, mmm… ya veo, tal vez no es la nada lo que observas,… ¡ja!, ¡Ya te he sorprendido! traviesa, observas mi reflejo en el vidrio, por eso te sonríes, lo has visto en mis ojos, ya sabes que te he visto expiándome. Te agrada juguetear de esa forma, que dulcemente coqueta, tal como una chiquilla traviesa, pese a tus… tal vez… ¿veintitrés?.

Bueno, esta ves será distinto, hace una dos semanas ya que nos topamos en el mismo carro del subte, divina coincidencia y… si no es coincidencia, si es premeditado cada uno de nuestros encuentros, seguro ya has calculado mis horarios y esperas paciente a que llegue ante ti cada mañana y así puedas torturarme durante las nueve estaciones que dura mi viaje, ¿acaso no sabes lo que puede llegar a ser eso mujer?, mira como me tiemblan las piernas cuando tus ojos hurgan mi rostro adivinando mis deseos.

Hoy no. Ya veras que hoy es distinto, aquí viene ya la novena estación, pero… que pasa,… haaaa, ¿por que no me bajado donde siempre?, seguro te lo estarás preguntando, tu expresión te delata, veremos entonces que sucede, ¿te agradan las sorpresas?, quiero ver que cara pones cuando baje tras de ti, en algún lugar debes bajar o no, diez… once… doce estaciones, ya solo quedan una para el cambio de Terminal, ¡Ja!... estas acorralada, mmm… lo suponía, ya estamos en la última estación y pese a que todo el mundo comienza a abandonar el vagón, tu solo te quedas allí frente a mi. Me doy cuenta que esta vez ya no te importa fingir que no me ves, me miras fijamente, yo hago lo mismo y espero el siguiente movimiento.


La última vez que nos encontramos ganaste de plano, recuerdo que el vagón venia atestado de personas y tú de alguna manera te las arreglaste para quedar frente a mi dándome la espalda, y cada tanto te apoyabas levemente sobre mi pecho, casi pasaba como un acto meramente accidental, pero yo bien sabia que no era así, el aroma de tu cabello y la calidez de tu cuerpo era abrumador, ¡Ufff…!, que imagen, se que te sonreías, te encanta provocarme cada vez que puedes.

Resulta curioso pero cada ves que te encuentro o cada vez que me encuentras (a ver si no es lo mismo), me pareces distinta, cierto detalle te delata novel, ahora mismo ahí de pie frente a mí tu cabello jamás pareció mas negro que esta mañana, tan bellamente oscuro como las plumas de un cuervo, y tu boca… y… ¡haaaaa!, maldita hechicera ya casi me tenias otra ves, ya estaba cayendo en las deliciosas redes de la contemplación, que fácil se te hace atraparme, como resistir. Bien, eso es todo , voy directo hacia ti, dos pasos y te tendré a un palmo de mi cara…, ¡queee…!, buena movida, te has salido del vagón con la premura de un pez que se desliza entre las manos, me has dejado masticando la primera palabra que te daría esa mañana.
¡Lo que faltaba! ahora te volteas y sonríes, ciertamente no se si eso es una invitación o un desafío, bueno… ¡que va!, no llegue hasta aquí para dar la vuelta,… he… pero ¡que rápido caminas mujer!, dame tregua que no alcanzo a esquivar la muchedumbre con la gracia que te concede tener un cuerpo menudito como el tuyo, ¡cuanta gracia!, pareces flotar por las escalinatas.

¡Ufff!, al fin arriba, las nubes, los coches y la eterna humedad en el aire, pero ¿¡donde diablos te has metido!?…, desde que rincón estarás espiándome dar vueltas la cabeza, sabes que te busco y te divierte hacer trampa, esconderse no estaba en el acuerdo.

La palmada en mi nalga derecha me hace brincar como resorte y por un momento no hay mas sonido que tu risa. Al voltear te encuentro mordiéndote el labio inferior, los ojos te brillan.

Jillian, mi dulce Jillian… traviesa hasta el final, sabes como me enloquece aquello, y antes de que te diga nada vas y me sueltas un beso, ¡venga que te lo has ganao! .

18 abril 2008

En algún lugar





Ayer volví a dormir en el bosque. Sencillamente no me atrevo a volver al campamento. No se si Marta logró escapar, la perdí mientras corríamos en dirección al bosque, mientras el miedo me impulsaba a no volver la vista atrás, mientras el pavor me obligaba a alejarme lo más aprisa posible de aquel lugar. Una y otra vez repasaba en mi mente aquella furtiva y espantosa visión, aquel intervalo de espanto que no me liberaba de la culpa de abandonarla a su suerte.

Primero fue Andrea. La buscamos sin éxito durante todo el día hasta que Marta encontró uno de sus zapatos en medio de un charco de sangre y jirones de ropa. No escuchamos sus gritos ni nada que pudiera alertarnos, los únicos gritos fueron los de Marta al encontrar aquel amasijo, un grito sordo y sin eco. Al parecer todo había sucedido muy rápido. Nos refugiamos en la Carpa y permanecimos en silencio durante toda la noche sin poder pegar un ojo, siempre con el oído atento a cualquier sonido. Ninguno de nosotros salio de la zona del campamento durante los próximos cuatro días, luego el frío poco a poco nos obligaba a aventurarnos al bosque en busca de algunas ramas secas que nos permitiera mantener encendida la fogata. Pese a nuestro miedo, Julián decidió aventurarse, no había mas que hacer, era impostergable la tarea de conseguir madera, tarde o temprano el frío terminaría por hacernos sucumbir.

Levantó el hacha y se dirigió al bosque, tras perderle de vista los minutos se volvieron horas y el paso de cada una de ellas se tornó un calvario, la espera no hacía mas que atentar contra nuestros nervios y cada tanto el golpe seco del hacha sobre la madera de algún árbol nos hacía estremecer, hasta que ya no hubo mas que el sonido cotidiano y ajeno de la vida silvestre circundante. Marta gritó repetidamente llamando a Julián, el sonido de aquel nombre se perdió entre el barullo de las aves que asustadas ante la fuerza del grito batieron al unísono cientos de alas cubriendo el pequeño trozo despejado de cielo que se abría sobre nuestras cabezas en un circulo casi perfecto. Tras un instante, Julián apareció de entre los árboles con un montón de gruesas ramas en los brazos. Marta respiró aliviada y aquella exhalación fue el último sonido antes del absoluto y repentino mutismo que nos envolvió como una sombra. Julián se quedo inmóvil observando en todas direcciones y al volver la vista al cielo se echo a correr en dirección al campamento, ni siquiera alcanzó a gritar, todo fue demasiado rápido. Desde lo alto la oscuridad se abalanzo batiendo inmensas alas y entre aguzadas garras le abrazó partiéndolo en dos, alzándolo velozmente del suelo en el más absoluto silencio.

Anoche creí sentir un llanto a lo lejos. Fue un gemido ahogado y breve. Abrí los ojos y me quede inmóvil conteniendo el aliento, tras una pequeña pausa aquel llanto pobre llegó nuevamente hasta mis oídos. Mi primer impulso fue gritar el nombre de Marta, pero el terror me contuvo, ¿y si no era Marta?. La penumbra absoluta que me envolvía aquella noche bajo el espeso follaje era tal que ni siquiera adivinaba mi mano frente al rostro y... ¡si era esa cosa!, ¿si era esa cosa indescriptible que intentaba engañarme?, ¿sería aquello posible?. Cerré los ojos con fuerza y me quede en silencio escuchando atentamente, mientras distintos e indescifrables sonidos me rodeaban y se apoderaban del entorno. El sosiego volvio a mi pecho al menos por aquellas horas, aquella noche estaría a salvo, aquella forma solo viene cuando todo lo demás parece estar muerto, cuando el mundo entero parece estar en perfecto equilibrio sobre el filo de una fría navaja. El silencio, un silencio sepulcral que transita a la vanguardia de un horror sin nombre, un terror sin rostro.

Pasa de mediodía y sin atreverme a dar paso fuera de este lugar, me siento y observo la libretita de apuntes que me regalo Marta, la misma en que voy enfermizamente anotando todo lo que hasta ahora a acontecido, observo la libretita y recuerdo a Marta y a su alegría al conocer la noticia de que habíamos sido elegidos para encabezar el grupo de avanzada en lo que sería el mayor proyecto de investigación botánica emprendido por una universidad.

Cierro los ojos y pienso en Marta mientras la penumbra se cierne otra vez sobre mi cabeza, mientras el eco del entorno se apaga y el silencio me rodea, mi cuerpo tiembla, no tiene caso seguir avanzando, he perdido toda orientación, ni una sola hoja se mueve alrededor, solo es cuestión de tiempo, silencio…las sombras ya vienen.

16 abril 2008

¡Clup!, ¡Clup!, ¡Clup!,




Poco más de las tres de la mañana, ¿acaso una peor hora para estar con los ojos clavados en el techo?

El eco de la gotera en el baño de alguna maldita manera ha terminado por dominarlo todo, da lo mismo cubrirse la cabeza con la almohada, ni algodoncitos en los oídos, aquel exasperante tintineo contra la baldosa yace en lo profundo de mi cabeza, ¿Qué hacer?. Encender un cigarrillo y sentarme a contemplar los dedos de mis pies, mmm…, no lo creo, tal vez si cierro los ojos y cuentos ovejitas hasta el cien mil consiga dormir, pero… ¿y si las ovejitas se ponen a balar?

¡clup!, ¡clup!, ¡clup!, desde el baño y para todo el continente americano la maldita gotera continua taladrando el piso y mi cabeza, ¡puf!.... Estrujo el cigarrillo entre mis dedos al punto de cortarlo en dos y de mala gana me dirijo por quincuagésima vez a la bodega por mis herramientas y de allí al baño. ¡Ahhhggggg….!, ¡hijo de p…!, maldigo mi suerte, acabo de soltar la llave inglesa sobre el dedo gordo de mi pie derecho, ahora si arreglo la gotera no voy a poder dormir por la hinchazón del dedo, ¡huuuuy!..., ¡pum, pum, pum!, late con fuerza el pobre desdichado que ya esta todo rojo y caliente…, bueno al menos ya no mas ¡clup!, ¡clup!, ¡clup!, al menos por un instante, ahora ¡pum, pum, pum!, pobre dedo, pobre idiota, semidesnudo a las tres de la mañana desarmando la llave del agua fria, en fin…, una,.. dos,… tres… y mmmmm, cuatro vueltas con la llave inglesa y ¡Pfffsssssss…! El gélido chorro directo a la cara, (olvide cerrar la llave de paso, pero seguro ya lo dedujiste), ¡Haaaaaaaaagggg...!, esta vez un grito furibundo se me escapa y con toda la rabia que me aprieta las sienes doy sendos golpes con la llave inglesa sobre la llave de agua ( como si aquello fuera el método adecuado para aplacar mi estupidez). Antes de que el baño se inunde corro raudo escaleras abajo, la maldita llave de paso esta afuera, en el antejardín, - ya lo se, ya lo se, es el costo de vivir en una casa barata y mal diseñada, -, a ver… Mmmm, esta dura, pero..., ahora si, poco a poco la desgraciada llave de paso comienza a girar, pero no recuerdo si es de derecha a izquierda o de izquierda a derecha…, tres, cuatro, cinco seis vueltitas y…¡Plaf!, de alguna manera antes de darme la vuelta ya se que aquel sonido no es otra cosa mas que la puerta de la calle cerrándose tras de mi, dejándome descalzo, golpeado, mojado y en calzoncillos en el antejardín, (si…así es, salí sin coger las llaves, ya te diste cuenta ¿verdad?) y ¿ahora…?. Mmmm, me da verguenza llamar a los vecinos, no pararan de reírse cada vez que me vean y eso no creo poder bancarmelo el resto del año…y ni hablar de Casandra, mi exquisita vecina de enfrente. Apenas hemos salido un par de ocasiones, de seguro no habría una tercera, como continuar saliendo con imbecil que se queda fuera de la casa en calzoncillos a las tres de la mañana, ¡diablos!...

Ciertamente fue confuso explicarle a los policías que aquella era mi casa, que no era un degenerado exhibicionista, o algún pobre infeliz con algún tornillo suelto (aunque por la cara del oficial eso último le mereció duda), deben de haber estado en una ronda bastante tranquila, se adivina por lo espectacular del despliegue, primero un carro policial, luego otro, y… otro. Si, seguramente la situación no lo ameritaba pero estoy seguro que estos desgraciados se pasaron la voz y se dieron cita frente a mi casa solo para reírse de mi.

A estas alturas creo que ya no es necesario relatar que la mayoría de mis vecinos (incluyendo a Casandra), estaban en pie contemplando la escena, “lindos calzoncillos”, -grito algún original-, y las carcajadas fueron generales, -Policías incluidos-, al fin luego de que terminaron de solazarse con diversas bromas a costa de mi…mmm, como decirlo, bueno digamos que a esa hora de la madrugada el frío ya había echo lo suyo –creo que Casandra definitivamente quedo fuera de mi alcance luego de eso, ¡porca miseria!

Al fin, luego que mis vecinos ratificaron mi identidad, alguien trajo una escalera y me pude trepar hasta la ventana de mi cuarto –nota aparte; tuve que romper un vidrio-, ¡ufff!.. ya casi veinte para las cinco de la mañana, ¡demonios!... como pasa el tiempo, al menos ya no tengo sueño. Poco ya podía importarme encontrar cuatro azulejos rotos en el baño – recuerdas los golpes con la llave inglesa, bueno digamos que no le atine a la llave de agua a la primera... ni a la segunda-, recoger los pedazos y enfrentarme a la llave y su gotera, que mas podía hacer, una, dos tres vueltitas mas y ¡Queeee!, pero ¿y esto?, acaso una broma,… la gomita de seguridad en perfecto estado, cada una de las piezas de la maldita llave no ofrece particularmente ningún problema y ¿entonces?...una, dos, tres, y cuatro vueltitas en sentido contrario y armar todo el conjunto otra vez, guardar las herramientas, reponer el suministro de agua –esta vez lleve las llaves y me puse pantalones- y meterme a la cama, súbitamente me siento molido, con suerte cogeré poco mas de dos horas de sueño. El dedo gordo de mi pie ya no duele tanto pero parece estar sufriendo una metamorfosis, esta pasando del rojo brillante al cautivante tono verde aguacate, ¿habrá muerto?...

Poco a poco la tibieza del sueño amenaza dulcemente con vencerme por completo, solo el suave susurro de mi propia respiración… y... no puedo creerlo, como si se tratase de una maldita locomotora en lontananza, aquel maldito ¡clup!, ¡clup!, ¡clup!, se hace presente, esta vez ...¡desde la cocina.!

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