27 mayo 2010

Hoy







Hoy el viento se ha llevado algo mas que las hojas a mis pies. Y entonces, mientras el cielo se arropa con millones de gotitas dormidas, se declara un nuevo ocaso. ¿De donde viene esta hermosa acuarela etérea?, que entre rojos, bronces y violetas, va tiñendo las cenicientas motas de algodón allá en lo alto. Aquellas nubes flotan cual gráciles dragones imposibles, tan cerca y tan lejos, como lo es hoy tu sonrisa.

Poco a poco otro día se consume, y te recuerdo, mientras observo como los astros se revelan centelleando desde la noche de los tiempos, mientras los árboles se desnudan suavemente y se entregan al sueño de otro invierno, y te pienso, mientras despacio se viene el sosiego y me recuerda que así es cada tarde, siempre tan llena de finales.

Y entonces la noche y tu ausencia, la calle y las farolas, tus labios prohibidos y tus besos en la memoria, y te siento, cada vez mas y mas lejos, y entonces comprendo.

Hoy el viento se ha llevado algo mas que las hojas a mis pies.

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20 mayo 2010

Carta a la hija del Sol





Y entonces caminar otra vez sin saber a donde se va. Solo me queda dibujarte en el imaginario de estos días en que no te tengo. Bosquejar tu rostro línea a línea, trazar tu sonrisa. Aquella que siempre viene a mi mente y termina por dibujar otra en mis labios.

Camino por calles sin nombre. Aquellas que no se deleitan con el recuerdo de tus pasos, y te pienso. Mientras el día se vuelve noche y las luces ambarinas cubren malamente la desdicha de los días en que me haces tanta falta.

El frío soplo de este otoño muerde el rostro mientras la angustia se prolonga ante la ausencia de la “primera estrella de la tarde”, aquel astro luminoso, divino y grácil que eres tú. Así sin mas sigo llevando mis pasos entre la muchedumbre, tratando inútilmente de encontrarte en la sonrisa de otras bocas, intentando descubrirnos en la dicha franca que se observa entre aquellos que de la mano van delante de mis pasos. Caminar sintiendo que con cada día mas de tu silencio, poco a poco me sumerges irremediablemente en el rincón más austral de tus recuerdos, entonces te nombro. Y mis palabras al viento esperando que Ehécatl te lleve mi voz, allí, en donde quiera que te encuentres iluminando todo con tu sonrisa.

Entonces, en una esquina cualquiera, un café me invita al refugio de sus calidas luces, mientras afuera la noche se ha resuelto entre sombras azules que devoran las siluetas, y ahí estas, otra vez tú, sonriéndome desde el otro extremo de la mesa tras la humeante tasa entre mis manos, apenas un sueño, un delicado espejismo que intento acariciar en la mejilla y que se diluye como el breve tiempo en que me regocije inventando un nosotros, apenas un suspiro en el devenir de los días en que todo era mejor si lograba verme en tus ojos.

Y entonces caminar otra vez sin saber a donde se va, mientras tus besos aun arden en mi boca, mientras mis manos extrañan ser caricias que recorren tu espalda, mientras mi abrazo aun se pretende tu refugio, mientras aun puedo escuchar la canción que me enseñaste, la misma que aun puedo oírte cantando entre susurros, como aquella tarde “entre pairos y derivas”, en que la mítica serpiente emplumada voló de tus labios… a mi boca.

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13 mayo 2010

Ella


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Ella es algo más que simplemente una mujer. Ella es un sueño, tal vez la respuesta a todas las plegarias, a todos los deseos, a toda la espera. Ella es belleza, encanto, sonrisas, alegría, ritmo, caderas, misterio.

Ella es el abrazo calido, el beso furtivo y a veces esquivo. Ella es el suave deslizar bajo mis dedos, ella es pasión y fuerza, bondad y carácter. Es la palabra dulce que acaricia y el regaño que despierta y estremece. Ella es mi sonrisa, mi anhelo, el rápido palpitar en mi pecho, es a veces la angustia que aprieta fuerte la garganta cuando me faltan sus ojos.

Ella es el resumen de las horas, es noche y alba, es contemplar desde lo alto la ciudad que duerme en apariencia. Ella es aquellas largas caminatas al anochecer, la frescura de la brisa que muerde las mejillas mientras dejo atrás su puerta. Ella es cultura ancestral, ella es tradición y orgullo de la sangre, un mundo de intensos matices multicolores, ella es todo descubrimiento, un imperio completo de aromas, sabores y sonidos nuevos.

Ella es toda energía y movimiento, es salud, mente y ciencia, ella es conocimiento, mitología. Ella es compañía y amigos, ella es vino dulce y chocolates, es paciencia, comprensión y reflexión. Ella es historia, danza y trova, ella es el mirar dulce y amable, a veces tristeza y nostalgia.

Ella es dormir hasta tarde, es cabello revuelto y ojitos pequeños, es un lento despertar tras el insomnio. Ella es grandes ventanales, terraza y plantitas secas, ella es urbe y cemento, es vértigo y nubes, es noche y luces, almuerzo, cena y un café a medía tarde, y es la sed en mi boca después de amar.

Ella es un océano de aguas tibias y claras, ella es todo luz y norte, ella es un día de sol con sonrisas y una cerveza en la mano, ella es arena blanca, canto de gaviotas sobre las cabezas, ella es piel y calor.

Ella es una tablita de quesos y manzanas, es maíz, frijoles y ají, agua de hierbas, es café y galletitas con manjar. Ella es también aquellas palabras que me anudan la lengua y provocan su risa. Ella es esfuerzo, templanza y coraje. Ella es amar en el lecho donde duerme el sol. Ella es ausencia y silencio, ella es una promesa, es mi hoy y mí ayer, mi silencio, mi deseo, mi refugio, mi alegría y mi tiempo.

Ella es eso y todo lo demás

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04 mayo 2010

Él

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Cuando la gente lo veía pasar, en sus rostros aparecía una expresión que transitaba entre la lástima y la burla. “Miren ahí va sonriendo otra vez como idiota, ¡pobre infeliz!”, -decían- mientras le observaban perderse por la misma calle de todos los días. ¿Como puede alguien pretender a una estrella? -se preguntaban sin quitarle los ojos de encima-, que importa, -decía alguno-, miren como va, observen como sonríe, como le brillan los ojos. En efecto desde hace ya algunos días su vida había cambiado enormemente.

Desde que él elevó los ojos al firmamento y decidió por vez primera ver y no solo mirar (que al fin y al cabo es algo bien distinto), descubrió algo que le dejo maravillado. Muy despacio fue apareciendo por el norte añil un lucero pequeñito, sin duda el cuerpo celeste mas delicado y grácil que puede habitar el firmamento, algo había en su brillo que tocó profundamente en su pecho.

Fue así como desde entonces en aquel primer ocaso y descubrimiento, ya no pudo olvidar aquel brillo. Necesitaba profundamente dedicarse a su contemplación, no podía explicarlo y bien tampoco hacia falta. Fue así entonces que cada crepúsculo él se perdía siempre por la misma calle en busca de aquel lugar en donde él sabía que aquel lucero se aparecía. En ocasiones, cuando el sol aun no se decidía ir a dormir, él tenía que extender sus ya largas caminatas esperando la mejor hora para verle, y entonces cuando el ocaso se tornaba noche y el cielo se vestía de cilicio, poco a poco el manto ceniciento de las estrellas se extendía en pleno, y entonces él ponía su ojo atento al norte, y esperaba, pero a veces nada sucedía, a veces ni rastro de su estrella, ¿me abre equivocado de lugar? -se preguntaba confundido-, pasaban largas horas y nada, es así entonces como él sacaba su libretita de apuntes y se largaba a escribir y escribir, escribía para aquel lucero, aquel puntito diminuto en la bóveda celeste. Luego sencillamente sin que le importara un carajo lo que pudiera pensar la gente alrededor, elevaba los ojos y le recitaba su sentir, llamándola por su nombre ancestral y terreno, un nombre antiguo que el mismo lucero se encargo de susurrarle al oído sin que nadie mas lo oyera, ese era su secreto.

Fue entonces que muy a pesar de la distancia que existe entre un simple mortal y el cielo, él sencillamente aguardo, impacientemente (hay que decirlo), pero siempre fiel a su deseo, ocaso tras ocaso. De pronto su llamado fue recibido en lo alto, aquella estrella diminuta aparecía otra vez en el norte, esta vez un poco mas brillante, él la observaba en silencio imaginando que su luz le acariciaba la cabeza, entonces él sonreía agradecido sintiéndose pleno, y volvía a recitarle su sentir. Pasaron algunos días y él siempre seguía esperando aquel punto en el cielo, a veces pasaron varios días sin verle, y su corazón se entristecía, su garganta llevaba un nudo amargo, pero no importaba, eso era lo de menos, todo quedaba aliviado cuando la estrella se aparecía en el norte.

Fue de pronto, él no sabe muy bien como, pero cada vez las apariciones de aquel astro se fueron tornando cada vez mas seguidas. Él no perdía la oportunidad de cantarle su admiración, tal vez fue eso, no sabe bien, pero en algún momento el lucero se fue volviendo cada vez mas brillante, su tímido fulgor se torno mas intenso, mas vivo con el correr de los días, incluso tanto que a veces se imponía con creces al brillo frío del alba, entonces él era feliz en grado sumo, su dicha se volvió sonrisa y su entusiasmo poco a poco alcanzó hasta para compartirla con sus cercanos, pero nadie mas podía ver lo que él veía. Incluso algunos observadores mas aventajados y expertos en estas cuestiones, habían puesto sus ojos hacia el norte pero ninguno logro ver, tal vez tan solo miraban, es triste aquello, tantas veces solo se mira sin realmente ver, cuanto se ha perdido por esta auto impuesta miopía, pobres de ellos -pensaba él mientras sus ojos se deleitaban con su estrella, ahora las más brillante y bella de todas-. Así pasaban las horas desde el ocaso hasta el alba, incluso hasta media mañana, a veces hasta mas tarde que eso inclusive.

Él imaginaba, más bien, sentía que con su luz aquella estrella le acariciaba, que le estrechaba calidamente, entonces él cerraba los ojos hasta que el sosiego llegaba a su alma, y no había nada mas en el tiempo que él y su estrella. A veces cuando el brillo parecía decaer él le contaba sus locuras y ocurrencias intentando ser divertido y grato, y a veces lo lograba con creces, lo sabia puesto que cuando la estrella estaba alegre, parecía centellear dando giros sobre su eje, despidiendo intensos brillos que él intentaba coger con sus manos, pero aun estaba muy, muy lejos…, pero no importaba, a fin de cuentas que la distancia es solo un espejismo, él seguía con sus brazos alzados, envuelto en el ensueño de un abrazo. Por eso la gente tal vez lo miraba extrañamente cuando le veían allí parado estrechándose así mismo, él los veía también y de vez en cuando les señalaba hacía lo alto, mas ellos nada veían, pobre de ellos que no te conocen ni te sienten como yo, que tristes han de ser -pensaba él sintiendo pena por esas gentes-, y se largaba a caminar por la calle de todos los días, sabiendo que su estrella es y será la mas brillante que corona su espacio en el tiempo, incluso aun en los días de ausencia, en que alguna nubecilla maliciosa se cruza con rumbo norte intentando inútilmente de opacar su brillo.

Entonces él ya absolutamente prendido de aquel brillo, se dio a la faena de alcanzar esa estrella, cada vez la noche era mas y mas breve y el sol con su ajetreo ocultaba su amada estrella, el tiempo parecía pasar raudamente cuando estaban en aquel bello romancear. ¿Como puedo alcanzar a mi estrella?. –se preguntaba-, entonces intentó desde el salto con catapulta hasta el paracaidismo nocturno, pero nada…, una y otra vez se estrellaba contra el suelo, el dolor a veces era intenso, pero eso no lo amilanaba, a fin de cuentas la vida no es para los cobardes y él ya no tenía miedo, no importa cuanto tarde -se decía- no hay mayor poder que el querer, luchar por lo que se quiere, perseverar con alegría y con verdad.

Fue así entonces como pasó el tiempo, nadie sabe cuanto, los ocasos se fueron sucediendo como las hojas de otoño que caen de un árbol y la gente se olvido de él, nunca mas nadie le volvió a encontrar sonriéndole al cielo, con los ojos llenos de brillo, si tan solo hubieran alzado sus ojos al cielo tal vez lo hubieran visto sonreír como nunca antes, esta vez desde lo alto, ahora mas cerca en su empeño de alcanzar la dicha que yace tras el misterio y la promesa de aquel brillo.

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