27 abril 2009

Y si fuera cierto...




Aun me parece algo extraña la grata sensación que me embarga cada vez que camino por las calles de recoleta. Mi domicilio dista a muchos kilómetros de este lugar, pero sin embargo cada tanto me sorprendo caminando por allí, sumergido entre calles de las cuales no alcanzo a recordar el nombre una vez que ya las he dejado atrás, sin embargo me parece interesante eso de entregarse al andar sin rumbo fijo. Dejarse llevar por los zapatos y extraviarse cándidamente mientras el sol intenta en vano calentarme la cabeza. En vano –digo-, pues ahora casi siempre estoy mas helado que de costumbre, será tal vez este simulacro otoñal que perpetúa el verano solo en apariencia.

Siento nostalgia de los ocasos otoñales y de los tonos bronces en el cielo. Las hojas lentamente se van dejando caer al piso, y los árboles parecen desorientados, negándose a desnudarse por completo, Distraídos han de estar, tal vez tanto como yo. Hace algún rato ya crucé el río Mapocho y no me he dado ni cuenta, pues bien, de algún modo he logrado zafarme de los recovecos de Recoleta y heme aquí, listo para otro día en la oficina.

No se que hora es pero no importa demasiado, todo sigue tan igual, el mismo ascensor, los mismos brillos mortecinos de las lamparitas sobre las mesas, la misma ventanita con vista al muro del edificio contiguo. Eso si, desde hace algún tiempo la acostumbrada apatía de los compañeros de oficina se ha tornado algo mas intensa, no es que antes las conversaciones hayan sido extensas, es solo que ahora solamente llegan se sientan y se dedican a lo que fuese que tengan que dedicarse. Valeria –la chica que ocupa el cubículo junto al mío- , se queda largo rato mirando fijamente la pantalla de su computadora, se observa las manos y le tiembla la barbilla, de pronto noto que me observa de reojo y se pone a llorar. Extraña mujer. Nunca conversamos mucho, pero me distrae hacerlo, tiene una voz muy suave y hasta me cae simpática, pero no se si podamos charlar otra vez, tal vez no sea buena idea, teniendo en cuenta como se comporta últimamente.

Samuel -mi jefe-, se pasa de largo tras de mi sin saludar, puede que este molesto por algo, pero como saberlo si no me lo dice. Ayer llegue a la oficina cuando ya todos estaban en sus puestos, seguramente era tarde, pero, no recuerdo que tanto habré demorado, después de todo siempre soy el último en largarme, me quedo hasta después de que el guardia hace su primera ronda. Desde ya hace algunos días el muy imbecil me deja ha oscuras, entra silbando sin ninguna consideración, da una vuelta rápida por la oficina y a salir ¡Click!..., me deja ha oscuras, maldito idiota.

Hoy Samuel ha venido de noche. No me ha visto pues yo estaba junto a la maquina de café, se ha quedado observando mi cubículo, luego comenzó a registrar mis cajones. Me acerco a él rápidamente, pero antes de que pueda acercarme lo suficiente para pedirle explicaciones, el ya se ha ido hasta el ascensor, lo veo con las manos en la cara mientras las puertas del ascensor ocultan su figura. Mis cajones están casi vacíos, apenas encuentro un calendario de bolsillo del año pasado, algunas lapiceras y mi vieja corchetera, ¿que querría Samuel?.

Otra vez las calles de recoleta, es tarde, o tal vez muy temprano, la verdad no estoy seguro, es curioso como el alba se confunde a veces con el ocaso. s impresionante como las primeras luces en el cielo, siempre terminan por parecerse a las últimas del día, solo la temperatura y la fragancia en el ambiente las delata. No se si es tarde o muy temprano, lo mejor será no correr riesgos e irme derecho a la oficina, desde hace ya algún tiempo al parecer estoy llegando tarde y quizás Samuel esta molesto por esta situación, él al igual que los otros de la oficina, cada día parecen mas y mas distantes, ¡tal vez me van a despedir!, y todos lo saben menos yo…, por eso actúan tan apáticamente, les dará lastima ver como consumo mis últimos días deambulando en la ignorancia de mi porvenir, ciertamente hay algo de perverso placer en ser participe de un secreto, bueno… pobres tarados, al final creo que les voy a aguar la fiesta, voy a esperar justo hasta un día antes de fin de mes y me voy a ir directo a la oficina de Samuel a poner sobre su escritorio mi carta de renuncia, ja,ja,ja… ya les quiero ver las caras cuando sea yo quien salga sonriendo de la oficina con expresión triunfante, ciertamente también hay algo de perverso placer en la anticipación.

Bueno, que mas hacer, si al final tengo los días contados en este lugar, ni bien recuerdo cuales son mis tareas, además nadie me interpela, ni pide explicaciones de nada, da igual si estoy aquí o no, da igual si deambulo por la oficina o me quedo sentado todo el día junto a Valeria que no hace mas que ver hacia mi cubículo y llorar, esta loca de mierda ya me tiene cansado.

Hoy cuando he llegado a la oficina, he visto como Samuel esta junto a un tipo revisando mi computadora, ahora si ya no tengo duda alguna, mi despido es inminente, pero que ni piensen estos tarados que van a contar conmigo para ayudar a mi reemplazo, ni que fuera tan imbecil de capacitar al tipo que me ha de quitar el trabajo. Todos parecen muy animados con el nuevo tipo, si hasta la loca de Valeria le sonríe, pobre tipo, no sabe lo que le espera, espérate no mas que Valeria comience con su llantitos histéricos

Tengo tanta rabia que doy media vuelta y me largo a la calle, al fin y al cabo nadie me ha visto entrar, falta para fin de mes y me parece una verdadera falta de respecto traer a este personaje, antes de que yo me haya largado definitivamente, pero que va… al final da lo mismo, mejor relajarse con una caminata, no se como pero ni bien termino de pensarlo y ya estoy en recoleta caminando entre las hojas de un otoño de utilería, ni siquiera hace frío, y el viento ni siquiera se atreve a levantar el polvo de las adoquinadas calles por las que poco a poco me voy adentrando, solo estoy yo y un agradable silencio. Mutismo que acuna y cobija como el tibio manto de la infancia, por un momento no importa nada, ni Samuel, ni Valeria ni la oficina, ni los atribulados transeúntes que a diario se me cruzan con la vista fija en un punto lejano que no puedo descubrir.

Me aburre un tanto deambular, me voy otra vez a la oficina. El tipo nuevo yace en mi cubículo charlando con Valeria, me acerco a ellos, pero no me dan bola, parecen tan animados que su falta de interés en mí me da rabia, ni siquiera me miran, tomo el teléfono y lo arrojo contra el piso, se hace añicos, Valeria grita como una histérica mientras el tipo salta y grita como un mono, ja,ja,ja…, menudo muchachon, parece una niñita, el muy cobarde prefiere alejarse en ves de enfrentarme. Samuel sale de su oficina y se queda observando los restos del teléfono sobre el piso. “Otra vez” -pregunta sin apartar los ojos del piso-, Valeria también observa el piso y tiembla como una espiga en la brisa, ¿¡Otra vez que…!? -, digo en voz alta -, pero Samuel me ignora, todos me ignoran, eso no hace mas que aumentar mi enfado, y entonces lanzo el monitor de mi computadora, el golpe es seco y los vidrios de la pantalla saltan por el aire. Valeria y los otros se atropellan por salir de la oficina, Samuel golpea sus puños contra mi mesa y mirando en todas direcciones me pide que me largue, maldiciendo y lanzando garabatos que ni sabia que existían. Otras veces lo he visto furioso, pero ahora su furia se ve empequeñecida por lo que de lejos se adivina como temor. Maldito Samuel, ni siquiera se atrevió a despedirme mirándome a la cara, no hace mas que mirar en todas direcciones como un imbecil.

Hace ya varios días de aquello, ¿Cuántos?... como saberlo, solo se que cada día es mas quieto que el anterior, los silencios se vuelven mas prolongados conforme avanzo mas y mas profundamente por las calles de recoleta. El río Mapocho arrastra la podredumbre de una ciudad que ya no parece tan feroz, mientras sus aguas parecen quietas y en lo alto solo queda la ausencia de las gaviotas carroñeras. No recuerdo mucho mas que esto, y para no olvidarlo, lo repito una y otra ves conforme camino, me angustia olvidar, siento que tras cada paso los recuerdos se diluyen como jirones del tiempo, y entonces algo semejante al temor me abraza, algún día olvidare mi último día y eso será todo, algún día…, por ahora solo puedo decirte que el cielo entero se ha detenido, perpetuado en el crepúsculo o tal vez en el alba, no se…, de veras no lo se.

06 abril 2009

Cielo



Y entonces observe mis pies y vi tu cielo…

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