Cualquier día de Julio
Llegamos al restaurante y nos sentamos al costado de una gran rueda de carreta, un restaurante típicamente Chileno. Tú estabas feliz observando todo con ojos inmensos, la verdad a mí nunca me gustó tanto aquel ambiente desbordante de iconos patrios, ni siquiera me gustaban los asados o las empanadas.
Te quitaste el abrigo y me miraste brindándome una gran sonrisa, yo te sonreí, complacido de que te sintieras feliz, extrañamente en aquel momento sentí que estabas mas cómoda que en todo nuestro encuentro. Me tomaste la mano por sobre la mesa y seguiste el ritmo de tonadas y cuecas que interpretaba un colorinche grupo folklórico sobre el pequeño escenario
Es lindo el lugar, muy hogareño, ¿vienes seguido? – preguntaste
- La verdad no, quise que esta fuera la primera vez para los dos –dije apretándote la mano-
Un mesero se acerco a nuestra mesa trayéndonos el menú, lo miraste de pies a cabeza y me reí de la cara del tipo cuando le pediste un cosmopolitan
- un jarrón de chicha estará bien –le dije salvándolo mientras tu me mirabas curiosa- Te gustara, confía en mi – te dije sonriendo
Te me quedaste viendo en silencio y tus ojos se perdieron en un punto que no pude definir- ¿que te pasa? –pregunte
¿Te puedo hacer una pregunta?- contestaste
- Bueno ya la hiciste –respondí estupidamente creyéndome gracioso
¿Por que huimos del museo?
Tu mano acaricio mi mejilla y te quedaste mirándome sin decir nada, solo esperando a que por fin me abriera, que por fin comenzara el verdadero aprendizaje
Bueno una vez me enamore, ella era una mujer increíble, algo excéntrica pero bueno una cuota de excentricidad tiene todos los artistas. Ella es una gran pintora, de verdad muy talentosa, viajamos a Paris y nos quedamos un año y medio sobreviviendo a duras penas en un pequeño apartamento, el comienzo fue difícil pero no importaba nada, nos teníamos el uno al otro.
Al principio conseguíamos algo de dinero en la Plaza St-Michel en el bello barrio latino, ella hacia retratos a los paseantes, mientras yo a un par de metros interpretaba viejas tonadas y cuecas con mi guitarra, tal vez por eso ahora odio tanto esa música. Al cabo de un par de meses conseguí trabajo estable en un café cerca del museo de Louvre. Ella seguía pintando mejor que nunca, yo amaba todo en ella y secretamente la admiraba, aunque ella lo sabía perfectamente, se me quedaba viendo complacida cuando me quedaba con la boca abierta frente a sus lienzos. Al cabo de unos diez meses conocí a Michel Deveroux, siempre lo veía ojeando grandes catálogos de pinturas mientras bebía su café y fumaba su pipa con aroma a vainilla. Le gustaba que lo atendiera yo, sabía que era sudamericano y siempre me preguntaba cosas como costumbres y lugares de mi país, seguramente debía parecerle exótico, la mayoría de los Franceses todavía piensa que en Sudamérica andamos corriendo en taparrabos. La cuestión es que notó mi interés en las pinturas de sus catálogos y me preguntó si me gustaba el arte. ¿Cómo no?, -le conteste- incluso mi mujer es una artista, es una excelente pintora –dije llenándome de orgullo-, Muy bien eso habrá que verlo -me dijo extendiéndome una tarjeta " Michel Deveroux directeur d'art galeríe Saint Chapelle". Esa noche llegue contento y le extendí la tarjeta a Valeria que daba las últimas pinceladas a una de sus obras, "te conseguí una entrevista" y en la mejor galería de París –le dije casi gritando, me abrazó e hicimos el amor entre sus lienzos. Nunca pensé que sería aquella la última vez.
Valeria comenzó a exponer sus lienzos, tuvo gran éxito entre el público parisino, luego vendrían los viajes y las ausencias cada vez mas frecuentes, nuestra comunicación comenzó a ser menos fluida, la verdad yo estaba feliz de que estuviera triunfando. Mi paso era mas lento, cuando ella comenzó a viajar, entendí que era conveniente que yo también me superara, yo también quería que ella se sintiera orgullosa de mi, como yo lo estaba de ella, así que me inscribí en la cátedra de literatura en la universidad de Nanterre.
Una mañana buscando un destacador para mis apuntes, encontré un análisis medico entre los papeles de Valeria, estaba fechado hace unos tres meses atrás, un poco después de que comenzara a exponer en Saint Chapelle , el análisis indicaba que estaba embarazada, me alegre profundamente pero luego… duda. ¿Por qué no me lo dijo?
Cuando Valeria entro al departamento aquella mañana se sorprendió al verme sentado en el sofá, a esa hora yo debía estar en la universidad, su rostro palideció al ver el análisis medico en mi mano
¿Por que no me contaste?- le pregunte
¿Para que? – contesto sin mirarme
¿Como que para que?, es preciso que me entere de esta forma de que estas embarazada –dije desconcertado
¡Estaba! – contestó sin ganas mientras dejaba su maleta sobre la cama
Como que estaba, ¿que paso?
Nada simplemente ya no lo estoy, ¡eso es todo!, ¿esta bien?- pareció molesta-.Me levante del sofá y la tome por los brazos ¿no te entiendo?- le dije mirándola a los ojos, me estremecí de no ver nada en ellos
¡Aborte! esta bien, ¡Aborte!, me gritó apartándose de mi, no ibas a pensar que me iba a dejar embarazar justo ahora cuando mi vida por fin tiene sentido, cuando mi arte esta en su mejor momento.
Me sentí morir, caí al sofá y me quede en silencio sintiendo asco y pena, y luego una profunda ira. Tomó sus cosas y se largó. Tras un par de semanas supe que se había ido a vivir con monsieu Deveroux, pobre tipo, casi sentí lastima por él. Me volví a Santiago y de eso ya más de tres años. Jamás la volví a ver, hasta esta tarde en el museo, hasta esta tarde
Si, hasta esta tarde- repetiste mirándome tristemente.