« Home | Como todas las mañanas » | Tú, aquí y ahora » | Cuestión de Perspectivas » | Estrella » | Tarde Feliz » | La cocina » | Relax » | Lost » | Otra noche » | Mal Sueño »

Fin de Ruta I


A finales de Agosto se echo a la calle, bajo el largo invierno que castiga implacable y con saña su cuerpo, regó todos los maceteros de la casa y giró por última vez la llave en la puerta carcomida por la humedad. Mochila a la espalda y veinte monedas en el bolsillo. Respiró profundo y dejó que el aire frío se colara en sus pulmones, hasta que su cuerpo se estremeció. El cielo cubierto y amenazante dejaba caer algunas gotas sobre su cabeza. Observó su casa por última vez y comenzó a caminar con paso urgente rumbo a la carretera.

El azar fijaría su rumbo, buscó en el bolsillo de su chaqueta y cogió una moneda, cara=norte, cruz=sur, cerró los ojos y lanzó su destino al aire, el tintineo metálico en el asfalto había decidido su rumbo, abrió los ojos y se dijo satisfecho, “sur”, acto seguido saco su petaca de pisco y bebió un largo sorbo para celebrar su comienzo. Echo un vistazo en dirección norte, las luces de la carretera comenzaban a despertar, levanto el brazo y extendió el pulgar en dirección sur y espero a que alguien se detuviera. La lluvia comenzaba a caer con prisa.

Manuel tenía un trabajo de medio tiempo como reponedor en una cadena de supermercados, no era mucho, pero ganaba lo suficiente para sobrevivir. Sus compañeros le llamaban “Manolitro”, por su afición al alcohol. En el supermercado siempre se las arreglaba para hacerse de alguna botella de lo que fuera, aunque prefería el pisco de 40°, le gustaba solo y sin hielo, siempre petacas ya que de otra forma no podía meterlas en la entrepierna de su pantalón, sabía que los guardias jamás pondrían sus manos en ese lugar, de esta forma burlaba con éxito el control en la puerta de servicio. Manuel consideraba que lo suyo no era un robo o hurto para ser exactos, él consideraba que lo suyo era un acto compensatorio ante el poco dinero que ganaba, el decía que tenía un sueldo mixto, la mitad en dinero y el resto en “especies”, en contadas ocasiones había gastado unos pocos pesos en copete.

Manuel había cultivado una cierta fama de intelectual entre sus compañeros de trabajo, jamás se le veía sin un libro entre las manos durante la hora de descanso, su gusto no era demasiado ecléctico, leía todo y de todo, por ende siempre tenía algo interesante que contar, poseía un cuadernillo lleno de notas de sus lecturas, frases famosas, citas, unidades de conversión métrica, el nombre de las siete maravillas del mundo antiguo y cualquier dato que le pareciera curioso o útil, jamás se sabe cuando una buena frase te conseguirá un trago o unos buenos besos – se decía- fanfarronamente


Santiago era una ciudad enorme y Manuel se empeñaba en conocerla entera, había recorrido cientos de kilómetros por menos de un dólar en sus diarios “City tours”. Miraba por la ventana y anotaba lo que veía en su cuadernillo, a veces se bajaba en el centro y caminaba por el parque forestal escuchando “ultra” de los “Depeche mode” en un destartalado walkman amarillo. Le gustaba sentarse a mirar las parejas o se entretenía en juegos absurdos como carreras contra el reloj, debía contar treinta autos blancos antes de cinco minutos, o cuatro pacos a caballo por el parque en menos de media hora, si lo conseguía se premiaba con una largo sorbo de pisco de su petaca y si fallaba, bueno… si fallaba se premiaba igual, como premio de consuelo, nada mejor que la autocomplacencia

Manuel decía que le gustaba estar siempre a medio filo, ese estado de sopor entre la embriaguez y la lucidez, en donde el mundo -según él- se ve más amable, agradable estar arriba de la pelota. De vez en cuando participaba de tocatas en el bar “time out” ubicado en el barrio Bellavista, le pagaban diez lucas por dos horas más todo el copete que pudiera beber. El bar era del negro Andrés, su único amigo y compañero desde el colegio, hace ya quince años. Andrés le había ofrecido que trabajara de forma estable en el bar, a lo que siempre Manuel respondía – mira hueon, el día que firmemos un contrato, va ser el día en que dejemos de ser amigos – al final Andrés terminó por ofrecerle que tocara en el bar un par de noches a la semana, Manuel aceptó encantado mas por el acuerdo de copete gratis, que por la plata, cerraron el acuerdo al sonido del chocar de copas.

El gusto musical de Manuel era tan heterogéneo como su gusto por los libros, su repertorio se paseaba desde “Lucho Barrios” hasta “The Cure”. Jamás había quedado mal ante las peticiones de su publico, satisfacía fanfarrón cada canción que le pidieran por mas rebuscada que esta fuera. Su voz no era gran cosa, pero el matiz áspero producto del trajín de miles de cigarrillos por su garganta le otorgaba un sello particular. Su dominio de la guitarra era exquisito, ocasionalmente se hacia acompañar de algunos músicos cargados al blues. Manuel jamás quiso formar parte estable de este grupo, cada vez que se lo ofrecían el se excusaba diciendo que el mundo no necesita otro músico borracho, yo toco por huevear, en cambio ustedes siguen un sueño, yo no tengo sueños.-se le oía decir- .La verdad era que Manuel sentía gran aversión a realizar cualquier acto por mandato u obligación impuesta por voluntad que no fuera la propia. Lo de su trabajo en el supermercado no pasaba de un mero asunto de sobrevivencia y ciertamente gozaba de bastante autonomía, su jefe no lo hueveaba nunca, Manuel jamás faltó a un solo día de trabajo y por muy pasado que estuviese nunca dejó de realizar su trabajo en forma competente. Lo suyo era caminar por la calle con las manos en los bolsillos sin dar o pedir explicaciones a nadie, nada ni nadie lo ataba.

Cierta vez en el bar se le acercó una chica y le pidió un tema de Silvio Rodríguez

¿Te sabes aceitunas? -Le dijo la chica-

Manuel la miró fanfarronamente y le contesta despacio - yo se la enseñe a ese hueon, pero te va a costar algo a cambio

¿Que deseas? -pregunta coquetamente la chica-, Manuel se acerca con cara de lobo, casi tocándole la nariz con su nariz, mientras ella cierra sus ojos y convierte los labios en la promesa de un beso

Te la canto con gusto pero primero me pones un corto de pisco de 40° entre las manos -dice Manuel-, la chica abrió los ojos desencantada y grita, ¡ándate a la chucha maricón!, Manuel se mata de la risa y sigue fumando. No es extraño que las mujeres se acerquen a Manuel, no es un tipo mal parecido, de condición atlética, bastante alto y su aire de músico bohemio no le viene mal. Al cabo de su segundo cigarrillo sin filtro Andrés se acerca a la barra – ya hueon toma la guitarrita y a lo que viniste, Manuel toma la guitarra y se dispone a subir al escenario sin antes arrebatar de las manos de Andrés el corto de pisco que este retiraba de la barra, lo bebió al seco. La iluminación mortecina da un matiz extraño a su piel que se funde con el color de la madera de su guitarra, sus ojos vidriosos parecen brillar con sutileza entre el humo de los trasnochados cigarrillos, los borrachos murmullos y las féminas risas, se apagan y solo se escuchan los acordes de su guitarra, Manuel canta “Layla” de “Eric Clapton”.


Pasadas unas dos horas bajo la lluvia y unas dos petacas y media de pisco, un gran camión blanco con líneas celestes se detiene ante Manuel, un plateado pegaso anticipa y guía el avance del enorme coloso que resopla como un dragón luminoso al detener su marcha, se abre la puerta y desde adentro un gordo de gorro rojo lo invita a abordar, suba rápido amigo, que se escapa el calor - le dice- Manuel arroja su mochila y sube los tres peldaños hasta alcanzar el asiento del copiloto, deja su mochila tras el asiento y cierra la puerta, los ojos le pican por el humo en suspensión, el olor a calcetines le golpea y le recuerda al queso rancio del supermercado, el mismo que convertían en empanaditas de coctail o que se cortaba en cuadritos acompañado de salsa de ajó, y que luego las promotoras ofrecían a los clientes para el mes aniversario del supermercado, ja,ja,ja, pobres ovejas –piensa Manuel al recordar aquello-

¡Chucha!... el climita que escogió pa’ ponerse a hacer deo amigazo – dice el gordo mientras hace avanzar lentamente el camión- ¿pa donde va? , - pregunta encendiendo un cigarrillo-

Pa delante igual que usted no mas amigo, gracias por detenerse – responde Manuel -, el gordo se ríe y le extiende la mano- me llamo Jaime, Jaime Zapata, - Manuel duda un instante y miente, Francisco, Francisco Torres mucho gusto, gracias de nuevo por parar pensé que nadie me iba a llevar, no hay de que mi amigo, hace rato que vengo con ganas de conversar con alguien, así me ayuda pa no quedarme dormido, hace rato que vengo al volante, y si no es por el amigo que canta - dice mientras le sube el volumen a la radio - suena “tu cariño se me va” de Budy Richard.

Manuel observa la cabina y pasa lista a los detalles, el gordo le parece el cliché de una caricatura gringa, camisa a cuadros arremangada hasta los codos, una gorra roja con manchas de aceite que en letras negras dice Texaco, rostro ancho de tez morena, la barba de tres días que lleva encima le da un aspecto algo viejo. La cabina esta tapizada de calcomanías varias, sobre el espejo retrovisor Manuel encuentra algunas tan celebres como “no corras papito”; “el señor es mi copiloto”; “no por favor… sin aceite no”; “coma caca” (emulando el logo de coca-cola). Del espejo retrovisor cuelga un rosario plástico color rosa, la cubierta del tablero frontal esta tapizada por una piel sintética de leopardo. Manuel siente haber retrocedido años en el tiempo, parece que estuviera rumbo al colegio en la antigua micro del recorrido “recoleta lira”, cuando el color reinaba en las calles de Santiago.

¿Le gusta el Budy Richard? – pregunta el gordo Jaime –

-Prefiero en el cover que hace el grupo los tres - dice Manuel

¿Cuáles tres?, -pregunta el gordo-, Manuel no responde

¿y pa’ donde va? – Pregunta el gordo observando de reojo a Manuel-

-¿Hasta donde va usted?,- responde Manuel

Hasta Osorno

-que suerte yo también - miente Manuel

Sáquese la parka, esta todo mojado, atrás tengo una toalla pa que se seque, ¿y a que se dedica?, fraaaaancisco me dijo, no ? –

Si, Francisco – contesta Manuel - , secándose la cabeza con la toalla olor a petróleo

-¿a que se dedica panchito?, ¿no le molesta que le diga panchito verdad?, tengo un hijo que se llama igual que usted, mire la coincidencia.

¡Chucha lo que me faltaba! – pensó Manuel – ahora le va a bajar el sentimiento paternal a este guatón de mierda

-No don Jaime, como se le ocurre, no me molesta, -contesta Manuel arrojando la toalla detrás del asiento-, el pelo le ha quedado aceitoso pero no esta del todo mal

-Yo estudio teatro – vuelve a mentir Manuel

¡Que interesante!, capaz que mañana lo vea en alguna teleserie cuando sea famoso – se ríe el gordo-

-Si guatón conchetumadre ríete no mas – murmura Manuel –

-¿Cómo dice?,-pregunta el gordo-, si, es entretenido contesta Manuel

Manuel ya entiende que será un largo viaje hasta Osorno y decide seguir la corriente, calculando que el guatón es seco para batir la lengua decide atacarlo con preguntas abiertas para que se explaye a sus anchas y Manuel solo se limitara a contestar si o no según le convenga, a la hora de conducir la conversación Manuel es un maestro, podría ser uno de los mejores vendedores de santiago con su técnica de tratamiento de objeciones, guiando el curso de un tema para su propio beneficio, un efecto colateral producto de una educación mercantil en la guerrilla por la sobrevivencia en santiago.

Al cabo de unos cuantos kilómetros bajo la lluvia Manuel se va enterando de los detalles mas escalofriantes de la vida del gordo Jaime, que le a contado toda su vida con el desenfadó de quien se confiesa con un desconocido al que jamás se volverá a ver de nuevo. Poco a poco Jaime va capturando la atención de Manuel con detalles sabrosos de sus innumerables correrías por las innumerables casa de putas que decoran de norte a sur esta angosta y larga faja de calientes que es Chile, a decir verdad y bajo el juicio de Manuel el guatón es un viejo chucheta. Manuel se acomoda en la butaca, esta seco y en ruta. Manuel se entera de que Jaime tiene un hijo que no ve hace años desde que se separó. Su mujer logró que el juez le dejara ver solo dos veces a la semana a su hijo y debido a la naturaleza de su trabajo, siempre en la carretera, le fue imposible cumplir con las visitas que se fueron haciendo cada vez mas ocasionales. Jaime no volvió a casarse, y si no fuera por las minitas que tenía en Osorno estaría tan botado como Manuel, salvo por el detalle que a Manuel no le importa no tener mina.

El gordo enciende el octavo cigarrillo y le pasa la cajetilla a Manuel, son cigarrillos peruanos, tabaco negro y oloroso, sin filtro, en la cajetilla de papel blanco que parece cartón lo mira una dorada cruz inca, Manuel toma uno y lo enciende, no puede evitar toser con la primera bocanada, un humo amarillento se perfila desde la punta de la braza al final de sus dedos entumidos, - son buenos, algo fuertotes, no como los que fuman las viejas – se ríe Jaime burlonamente de Manuel, - sip, y vuelve a toser-, el gordo no puede evitar reírse con ganas, la panza le baila como una gran terremoto que amenaza con expulsar como balín el torturado botón de la camisa de franela que sostiene heroicamente la panza de Jaime, Manuel alcanza la mochila y extrae su petaca, se la muestra a Jaime y le pregunta - ¿se puede?, el gordo Jaime se pone serio e inclina su pecho sobre el volante, con el brazo izquierdo hurga bajo el asiento de donde rescata una botella de Orcon quemado que de inmediato le ofrece a Manuel, ¿será del mismo?, -pregunta el gordo-, Manuel la destapa y se regala un largo sorbo, tirita como perro mojado y expulsa un sonoro ¡¡¡brrrrrrrrr!!!, Jaime vuelve a reír moviendo la panza.

Manuel canta “Tears in heaven”, desde la segunda fila en una mesa bajo una reproducción de “la mujer hippie” de Rufino Tamayo, una morena de ojos pardos lo escudriña insistentemente. Manuel termina el tema y baja del escenario entre aplausos, camina satisfecho y presumido en busca de su trago en la barra detrás de la cual esta ocupado Andrés despachando unos vasos de vodka tónica, - el mío sin hielo - , le grita Manuel, Andrés lo mira y mueve la cabeza en acto de reproche

tenis los ojos rojos hueon, estay casi curao y te faltan unos temas pa terminar, termina y después vemos

-Si mamá – se burla Manuel, al tiempo que le roba un vodka de la bandeja

-Estoy hablando en serio hueon déjate de huevear – grita Andrés


-Chucha hueon, ¡ahora ya no somos amigos!, viste como al final se te salio el jefe que tenis dentro

-Mira hueon este es un negocio, y las condiciones las pongo yo, si queris que te sirva al tiro, te empiezo a cobrar y listo.

-Soy care raja hueon creéis que por diez lucas todas cagadas me podis decir lo que puedo o no puedo hacer, ¡metete tu plata en el culo conchetumadre!

Hueon no podis seguir así, por que no te internas en una clínica de rehabilitación, -Manuel lo mira estupefacto y solo se ríe en su cara

-si tenis intenciones de que me vaya dilo de una vez y no me vengai con huevadas

-Lo que pasa es que me preocupo por ti hueon nada mas – dice Andrés esta vez con un tono casi paternal

-Lo que pasa es que todo el mundo pretende decirle a los otros como vivir su vida hueon, - se defiende Manuel-, ¿acaso yo te digo a vos como vivir tu vida hueon?, no verdad, te dejo ser como queris ser, sacándote la chucha cada noche sirviéndole la misma huea que tomo yo a hueones que no conocis y cagao de la risa, si queris te pago tu huea de copete y no me hueis mas

-No se trata de eso Manolo – dice Andrés, no entendis nada

-Que no entiendo Mmm… –dice Manuel, ¿que no entiendo?, por que chucha, te cuesta tanto aceptar que no todo el mundo quiere vivir como vos, algunos deseamos vivir como se nos para la raja, por que todo el mundo pa vos tiene que vivir de una forma “aceptable”

-Por que el mundo es así hueon – dice Andrés mientras arrebata el vaso de vodka de la mano de Manuel, así es el sistema

-Que sistema hueon, me cago en tu sistema, de que chucha me hablai, tu creéis que yo podría ser feliz como vos sacándome la chucha cada noche todas las noches pa juntar plata y pagarme una casa a veinte años plazo, una casa vacía donde llegay a puro dormir en la mañana cuando tu mujer y los pendejos de tus hijos salen a construirse una vida sin ti, te has matado comprándote huevas de las cuales jamás tenis tiempo pa disfrutar, ¿Cuándo fue la ultima vez que se la metiste a tu mujer?

-¡Para hueon, o te vay cagando! – le grita Andrés –

¡Me voy po conchetumadre! –contesta Manuel-

-Hola, perdón que interrumpa- , dice la morena de ojos pardos que ya esta junto a Manuel - no quisiera molestarte, Manuel la mira con los ojos llenos de rabia y los puños cerrados aun sobre la barra, ¿Qué queris?, la morena mira a Andrés y pide dos cortos de pisco sin hielo, toma uno y ofrece el otro a Manuel

Se que te gusta así – dice la morena mientras sonríe

Como venga -contesta Manuel- , ¿y que tema queris que te cante?,- pregunta

-ninguno -responde la morena-

-¿Cómo te llamas?- pregunta Manuel

Adriana

¿y que queris de mi entonces morena de ojos soñadores y sufridos?

Solo un beso -dice Adriana antes de beber su trago

¿Y por que chucha queris un beso mío?, el bar esta lleno de hueones que se te tirarían de guata a los pies

-Por eso mismo, por que se que tu no lo harías, por eso quiero un beso tuyo

¡ja!, cada vez mas locas estas minas, dice Manuel mientras le sonríe a Andrés

-Tanto problema por un beso, ¿acaso no te gustan las mujeres? -se ríe Adriana

Manuel deja el vaso en la barra y abraza la cintura de Adriana empujándola hacia su rostro, ¿queris un besito?, ya po, Manuel besa con fiereza los labios de Adriana, al tiempo que su mano izquierda desgarra los botones de la blusa dejando sus pechos al descubiertos, los cuales Manuel aprieta a manos llenas, Adriana intenta apartarse, pero Manuel la retiene con fuerza, Adriana ya no parece tan segura de si misma y comienza a golpear con desesperación el pecho de Manuel que se ríe burlescamente y continua sobajándole los pechos, ¿que te pasa puta? , ¿acaso no queris que te de un besito?, ahora vay a ver si no me gustan las minas, venís caga de la risa a provocarme y ahora te ponis difícil, creéis que por pagarme un trago tengo que saltar cuando vos querai. Adriana comienza a gritar, la música ya no suena y todos los ojos se vuelcan sobre la barra donde luchan Manuel y Adriana. Un tipo corpulento se incorpora rápido de una de las mesas del fondo y corre hasta la barra, separa a Adriana de Manuel de un solo tirón – ¡suéltala conchetumadre! – le grita el grandote

-¡¡Y quien soy vos guatón conchetumadre!!,¡quien te paso la pelota!- grita Manuel- al tiempo en que lanza un puñetazo en pleno rostro al improvisado superhéroe, el cual con felina agilidad logra esquivar y contrarresta con una certera patada en las bolas de Manuel quien cae al piso presa del dolor. Manuel se incorpora como puede y vuelve al ataque provisto de una botella de cerveza que captura de la barra, el grandote gira tarde para enfrentar a Manuel que ya a ganado terreno y propina un certero botellazo en la nariz del grandote que estalla en sangre. Dos tipos se lanzan sobre Manuel y le someten presionando sus manos tras la espalda, el grandote propina repetidos y secos puñetazos sobre el rostro de Manuel que se desploma como un costal sobre el piso del bar, Manuel no se mueve, al cabo de un rato en que nadie se atreve a tocarlo, al caer su cabeza a golpeado fuertemente en la barra, el grandote se asusta y lo patea despacio a la altura de los tobillos, tanteando, esperando cualquier reacción, Manuel no se mueve esta lánguido e inmóvil como un estropajo, el bar esta sumido en el silencio, Manuel no se mueve, el grandote se inclina y toma a Manuel de un hombro para voltearlo, al realizar este movimiento Manuel se gira rápido y velozmente le clava en el pecho la navaja que siempre guarda en su bolsillo izquierdo, un agudo grito se escucha en el bar, y el grandote habré los ojos como dos huevos fritos, Manuel se abalanza sobre su presa y con sus rodillas presiona los brazos de su victima, propinándole repetidas y violentas estocadas en el pecho y en el cuello.

-¡¡que tenis que meterte conmigo conchetumadre!!, -grita Manuel- , mientras sigue hundiendo la hoja en la carne del vencido, los gritos de espanto estallan en las féminas gargantas, algunos huyen y otros buscan ayuda, todo ocurre muy rápido. Andrés que estaba congelado por al escena, despierta con los gritos y se abalanza sobre Manuel que esta fuera de si.

-¡¡para hueon que te pasa!!, ¡¡estay loco, que te pasa!!

Manuel se vuelve y coge a Andrés por el cuello, lo mira furibundo directo a los ojos levantando su mano ensangrentada que aferra la navaja, y en gesto amenazante la apunta al rostro de su amigo

-¡¡Manuel!!, - grita Andrés-

Manuel se detiene, como despertando de una pesadilla, mira sus manos teñidas de rojo y las oculta tras la espalda como un niño travieso, el grandote tirita en el piso mientras de su pecho y su cuello manan borbotones carmesí. Manuel observa el bar, el tiempo de ha detenido, los rostros desencajados con las bocas abiertas de los rostros que le rodean parecen mascaras de silencio, Manuel se guarda la navaja en su bolsillo izquierdo, nadie se atreve a tocarlo, observa por un momento los ojos de Andrés y se lanza a la calle, se pierde tras la esquina al son de la música de otra noche en los locales de Bellavista

Creative Commons License

    Creative Commons License
    Esta obra es publicada bajo una licencia Creative Commons.
    Quedas en libertad de hacer uso de la obra escrita, bajo las condiciones establecidas en la licencia Creative Commons. Haciendo siempre referencia al autor y a este sitio

Vistas