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Cuestión de Perspectivas



El ambiente huele a humo y risas. El humo de mi cigarrillo suma y contribuye a espesar el aire que a ratos se hace irrespirable. En una esquina tres mujeres ríen algo borrachas, aplasto la colilla de mi cuarto cigarrillo mientras los minutos parecen dilatarse, confabulándose con la impaciencia que me consume. Levanto mi copa y desde la esquina una de las mujeres me sonríe, alza su copa bamboleándola en su mano con errático gesto, imaginando que nuestras copas se encuentran en un brindis ausente del cristalino tronar que no ha sabido atravesar el espacio que separa nuestras mesas.

Una pareja fuma y habla incesantemente. Ella agita sus manos en el aire intentando dibujar sus palabras, el gesto solo consigue pintar una sonrisa ancha en los labios de su acompañante que la mira divertido sumergido en una nube de tabaco. El mesero se pasea repetidamente frente a mi mesa como un lobo al acecho, vigilante, estudiando cada pequeño movimiento de la presa que ignora su suerte. El mesero observa fijamente mi copa eternamente a medio terminar, su ceño fruncido pareciera reprochar lo exiguo de mi pedido y la falta de premura en acabarlo. Sin saber por que cojo la copa y apuro el resto que me queda, miro al mesero y le sonrío torpemente, enciendo otro cigarrillo y dejo escapar una gruesa bola de humo que viaja lentamente atravesando el salón, la miro alejarse y morir sobre las luces de colores que brillan al fondo, donde las risas parecen mas fuertes aunque distantes y vuelvo a clavar por vigésima vez mis ojos sobre el teléfono que yace en la mesa.

El mesero se acerca y deja ante una copa que no le he pedido, lo miro con la pregunta en los ojos y solo me señala con un guiño de su boca la mesa de la esquina donde ríen las tres mujeres que beben desde que llegue. Sus sonrisas ebrias me parecen tristemente divertidas, les sonrío falsamente y bebo un sorbo agradecido. Una de ella se levanta afirmándose en la mesa y zigzaguea por el salón en mi dirección, sus compañeras voltean y ríen efusivamente mientras observan a la mujer que se sienta frente a mí, yo las observo cuchichear y guiñarme los ojos en una mueca que me hace recordar algún baile de colegio. Miro nuevamente el teléfono sobre la mesa, allí esta inmutable, frío y dormido, el reloj de su pequeña pantalla pareciera estar pidiéndome perdón por avanzar tan lentamente.

-Ya no te va a llamar, pero no te pongas triste -dice la mujer ya instalada en mi mesa

No estoy triste, solo algo cansado

-¿no lo estamos todos? –pregunta clavándome los ojos

-tal vez, gracias por la copa

-me llamo Paula, ¿tu cómo te llamas?

-Como tú quieras

- Ok, Juan- dice Paula encendiendo uno de mis cigarrillos

“Juan”, odio ese nombre –pienso y sonrío incomodo

-Yo te veo algo triste Juan –insiste Paula exhalando el humo directamente sobre mi cara

Una pareja de viejos se planta en la escalera y protesta por el exceso de humo en el lugar, increpa al mesero por no respetar la nueva ley que prohíbe fumar en lugares públicos, los que fuman en el lugar guardan silencio, y por un segundo parece que el único sonido era la voz chillona y desagradable de la vieja, el mesero la mira en silencio, con aspecto aburrido, y unas ojeras de cien noches sirviendo tragos a los sedientos parroquianos

-¡vieja de mierda ándate a huevear a otra parte! –grita Paula arrastrando las palabras desde mi mesa

Todos ríen y vuelven a sus charlas olvidándose de la pareja de viejos que comienzan la retirada. Mientras los viejos se pierden por la escalera van balbuceando maldiciones que no alcanzo y ni quiero escuchar. Paula se ríe estupidamente, yo la observo desde atrás de mi copa, es una linda mujer, no se por que me da pena, la veo tan perdida intentando guarecerse tras una frágil sonrisa de aparente felicidad, ella ríe pero sus ojos dicen otra cosa.

Vuelvo a fijar mis ojos sobre el teléfono y los minutos aunque lentos siguen gritándome que ya no va a sonar, que es mejor que lo olvide, que no importa cuanto lo desee, el muy maldito no sonara, solo suena la voz de Paula que no cesa de hablar y hablar, y ya no puedo escucharla mas, no es su voz la que necesito

-¿te gustan?

¿Qué cosa?

-Los poemas

¿Cuáles?

Paula se acerca al muro y pasa su índice sobre uno de los rayados, todos los muros están tapizados por cientos de pequeños fragmentos escritos por quizás que mano temblorosa inspirada al calor de las copas, la verdad no lo había notado y ciertamente aunque lo hubiera echo no tendría el mayor interés por leerlas. Paula frunce el ceño y entrecierra sus ojos intentando descubrir las frases garabateadas en tinta verde, se acerca tanto que parece que a ratos su nariz rozara las letras, apoya la frente sobre el muro y murmura despacio, como leyendo primero para si, evaluando si aquel es el fragmento indicado.

“En las copas se ahoga la espera
La nostalgia, las dudas, los desencuentros
Las promesas encendidas y borrachas al calor del deseo

Amores trasnochados de sonrisas borrosas
Y caricias lerdas y hediondas a tabaco
Torpes recorridos de las bocas
Que intentan ser un beso
Procurando quitarle un espacio al desaliento
al olvido y a la soledad que nos oprime y guardamos en el pecho

Espectro de los días que se han ido en la espera de un momento verdadero
Amargura que se esconde malamente
tras la risa y otra copa”


-La pura verdad –dice Paula anunciando una lágrima que es temblor en sus labios

-¿te gustó?- me pregunta

-Es muy bueno –le miento levantando mi copa, la verdad es que lo encuentro pésimo, pero siento que debo devolver de algún modo la gentileza por el trago que bebo, tomo el teléfono entre mis manos y reviso las barritas que indican la potencia de la señal, ciento por ciento, no pasa nada con la señal, la verificación pareciera desalentarme un poco mas, ¿por que diablos no llama?-pienso.

-La pura verdad ¿no? – dice Paula

¿Cuál?

-¡Que todos estamos cagados po juanito!, mas solo que borracho cagao, todos irremediablemente cada vez mas ¡SOLOS!

Pareciera haberme gritado la última palabra, mientras se echaba a llorar, no se si debiera consolarla -pienso-, darle unos golpecitos en la cabeza y decirle que todo va a estar bien, que no se preocupe, que es una mujer linda y que todo tiene solución, las clásicas huevadas que se dicen al voleo y que en realidad al que las escucha le importan un carajo, a la mañana siguiente seguirá sintiéndose tan vacía como ahora, pero seguramente con una resaca de puta madre, ni se acordara de mi rostro ni de las risas de sus amigas que la miran entretenidas desde su mesa, pobre tipa –pienso-, en realidad con amigas así esta jodida.

Observo mi teléfono suplicándole que suene y me permita escapar de esta mala escena, ¡maldito celular¡ tráeme su voz suave que me diga que todo esta bien y que no me preocupe, que todavía existe una solución, que el incendio no fue la catástrofe que parece.

Paula me mira con los ojos enrojecidos y las mejillas empapadas, dejo mi teléfono sobre la mesa y ella parece sonreír malamente, apenas una mueca teñida de carmín.

-Viste juanito, ¡Todos estamos solos!, igual que tú, igual que yo, pero parece que tú mas, ...que pena.

-No, eso no es verdad –le digo mientras terminó mi copa
-Todo es cuestión de perspectivas, yo no estoy solo, yo solo espero

- y que hueon ¿acaso la espera no es otra cosa mas que hundirse lentamente en la soledad?

- bueno que importa –dice Paula encogiéndose de hombros

Paula se levanta y me agarra de la solapa, toma mi teléfono y lo mueve frente a mis ojos, me besa torpemente en los labios y mientras se aleja me dice, -pero no te preocupes juanito, seguramente es cuestión de perspectivas, sus compañeras en la mesa del rincón rompen en carcajadas y aplauden, mientras ella me deja la boca teñida

Salgo a la calle y caminó arrastrando la vista por la vereda cada vez mas vacía, un tipo se pasea vendiendo aretes artesanales que penden de un gran trozo de tela negra que brilla como las alas de un cuervo . Ya es muy tarde, el tráfico es exiguo. En la esquina la pareja de viejos que protestaban por el humo espera un taxi, están sentados en silencio con la mirada fija en la avenida que rebota las luces de los faroles sobre el pavimento, me miran algo asustados y luego se abrazan en un gesto que evidencia mas frío que miedo, “solo”, ¡yo solo!, “al final es solo cuestión de perspectivas” –repito despacio-, cruzó al bar que esta enfrente a la plaza, mi teléfono esta apagado hace un buen rato.

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