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Otra noche



Abre los ojos despacio, muy, muy lento. El sol se ha dormido apenas hace unas horas, da vueltas en la cama sin atreverse a poner pie fuera, quisiera dormir semanas enteras, el aire le aprieta la nariz en una mezcla de alcohol, sudor y tabaco, risas forzadas y falsas caricias. Dos pasos a la ducha y permanecer inmóvil bajo el caudal que le lame la piel sin borrar las huellas de la noche anterior, restriega con fuerza cada palmo de su carne sin poder arrancarse aquel aroma, aquellas manos horrendas, el agua baja por su rostro llevándose cada una de sus lagrimas mudas, se estremece su pecho saltando con cada nuevo sollozo, con cada nueva imagen de besos sin nombre y sin pausa sobre su boca.

Sentada en la cama los pies le cuelgan dejando que las últimas gotas se apuren dibujando oscuras figuras sobre el piso, el pelo sobre sus hombros como aterciopeladas cortinas de un teatro, oculta las mordidas sobre su busto de niña, apenas dieciséis y cada uno le pesa, hace tantas noches se a quedado proscrita la inocencia y las rondas de Gabriela donde todas iban a ser reinas, pero no hubo alegre canto que callara el llanto, ni abrazos que le aguarden en la puerta.

Frente al espejo tiñe sus ojos dormidos con múltiples colores, primero los ojos y luego la boca, poco a poco va vistiéndose de otra, simulando frescura, y otra vez el recuerdo de la maciza mano sobre su boca apretando y ahogando su miedo, la presión sobre el pecho y el dolor en la entrepierna doncella, la imagen de aquel rostro infame y jadeante que a cada embestida iba quitándole un pedazo mas de alma que debía proteger, de los sueños infantiles que debía guardar y guiar de la mano.

Es mejor otro trago, la noche esta fría y al marchar tras la puerta cuelga su piel de niña, los pasos apurados siempre a la misma esquina, los mismos faroles dibujando estelas luminosas que salvan las figuras de otras siluetas, de otras historias y callados dolores, tal vez de otras manos macizas sobre la boca. La noche inicia y tan solo espera que llegue la mañana para intentar bajo el agua borrar las huellas de las manos venideras, del asco que le provoca cada beso en su boca.

Pasea despacio alzando la cabeza y a su lado se detiene un automóvil, repitiendo la misma rutina en la que ella se va gastando la primera sonrisa de la jornada, falsa alegría que oculta el asco tras la delgada capa de carmín.

Veinte minutos mas tarde la monotonía de luces en la avenida, los faros traseros de un automóvil solitario alejándose raudo despintándose en líneas imposibles tras la esquina, y luego otra vez la espera y los labios despidiendo besos de alquiler que se pierden en las fauces de otra noche mas.

Y yo juraría que hasta hay vidas peores...

Muy buena tu historia. Como siempre.

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