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Segunda vuelta



Don Ricardo, ¡don Ricardo!... es su turno, -la enfermera sacudía con cuidado el hombro de Ricardo que yacía sobre el sofá entregado al sueño-, ya puede pasar don Ricardo.

Al cabo de veinte minutos Ricardo salía de la consulta cerrando la puerta con cuidado, haciendo que el ruido de la hoja al batir apenas exhalara un murmullo, como si temiera espantar el sueño de un infante a medianoche. La recepcionista lo observo con cuidada expresión y luego de un par de segundos, bajando la mirada le brindo una nerviosa sonrisa, sonrisa que a Ricardo le pareció una bofetada violenta. Presiono el botón del ascensor y sintió que todos los ojos en aquella sala de espera caían sobre su espalda, en su mente las imágenes se sucedían una y otra vez sin orden alguno, el rostro de Sara su mujer, la vieja casona de los veranos de infancia en Chillan, el primer beso adolescente en la plaza frente a la escuela, las manos de su padre limpiando la pipa roja y olorosa que siempre le acompañaba a cualquier sitio. Las puertas brillantes del ascensor se cerraron al mismo tiempo que sus ojos, de pronto solo una imagen en su mente, el rostro inexpresivo de aquel medico, reprodujo una y otra vez el movimiento de su boca esperando encontrar otro sonido, otro sentido a aquella palabra, a esa única palabra que había taladrado sus oídos y su pecho... leucemia.

”Bueno Ricardo el resultado de los exámenes es lamentablemente inapelable, envié las muestras a dos laboratorios distintos y el margen de error en estos casos es del uno por ciento, lo lamento, tal vez si hubieras venido antes… lo que ahora queda es… Ricardo... ¡Ricardo!...”. Su nombre fue lo último que escucho al cerrar la puerta de la consulta, luego el mundo se quedo sin sonidos y se lleno de miradas que le atravesaban.

Caminó toda la tarde hasta que el sol no fue mas que un retazo de luz rojiza sobre el horizonte, nunca antes aquel matiz en el cielo le pareció tan bello como entonces, incluso las luces de los oscuros edificios parecían pequeños y celestes astros en una noche de amantes, cerró los ojos, y escucho atento, llenándose de todos los sonidos de la calle, el rumor de los pasos apurados de cada día, los destemplados acordes de un bolero en un bar de medios tintos, el canto grave del ciego de la esquina, los bocinazos histéricos y el rugir de los motores en la avenida, aquellos pequeños detalles, simples, cotidianos e invisibles que ahora tras una pequeña y terrible palabra se volvían únicos y preciosos.

Se detuvo frente al edificio y observo su ventana en el quinto piso, Sara fumaba en el balcón, lo saludo con la mano en la que sostenía el cigarrillo, la braza de este dibujaba figuras en las sombras, semejando a una luciérnaga entre la hierba. Ricardo entro al departamento y se fue directo al cuarto de baño, cerró la puerta con llave y echo a correr el agua en la ducha, luego se dejo caer al piso arrastrando la espalda sobre los fríos azulejos del muro y se entrego al llanto, entre sollozos apagados por el sonido del agua cayendo a su lado, por primera vez tras largos años se permitió volver a llorar como un niño, lloró con rabia, con los dientes apretados, aferrándose las piernas con los brazos, dejando escapar los minutos, poniendo distancia entre su dolor y los ojos de Sara.

No sabe cuanto tiempo tardo en aquel baño, mientras secaba su cuerpo tras la ducha de rigor, solo pensaba en Sara, ¿Cómo decirle a Sara?, se quedo inmóvil intentando captar algún sonido desde la sala, mas el único sonido era el zumbido del pequeño tubo fluorescente sobre el espejo en el botiquín, se miro en el espejo y observo su rostro demacrado, los ojos rojos e hinchados, ¿Qué le iba a decir a Sara?, ¿Cómo decirle?. Salió del baño y camino hasta la sala, estaba a oscuras, a penas asomaba la débil luz de la luna entre los visillos del ventanal de la terraza, donde por las noches fumaba Sara. Al final del corredor la luz encendida de la cocina le llamaba con un guiño, caminó despacio preparando las palabras, hilvanado las frases entre dientes, atravesó la puerta y solo encontró su cena y una copa de vino sobre la mesa, igual que todas las noches cuando llegaba tarde, se dejo caer pesadamente sobre el taburete y cogió la copa de vino, ¿hace cuanto tiempo lo mismo? – se pregunto - , ¿cuando había sido la última vez que había compartido la cena junto a Sara?, ¿cuando fue la ultima vez que habían caminado juntos siquiera?, ¿cuando había sido la ultima vez que le había visto sonreír?, hace cuanto… ¡cuantas preguntas! que ya no importan un carajo. La oficina y esos malditos horarios los habían ido transformando poco a poco en extraños, pero esta vez era distinto, hoy había llegado a casa mas temprano que de costumbre y había visto a Sara en la terraza y no durmiendo como era casi todos los días, ¿por que no había querido acompañarle?, ¿es que acaso ya no le interesaba siquiera compartir la cena con él?, Ricardo se sirvió otra copa de vino y se llevo la botella hacia la terraza, se sentó en el borde mas ancho del barandal y observo las pálidas luces de la avenida.

“quisiera mandar todo a la cresta y largarme a vivir a la playa”, ¿te irías conmigo? - recuerda que le dijo a Sara hace tiempo –

¿a hacer que? - Respondió aburrida

- ¡No se!, lo que sea, que mas da, vendemos artesanías, ponemos un bar, que se yo

Si como no Ricardo, como no

- ¿y por que no? Sara, ¿¡por que no!?

¿Por que no?, ¡por que no hueon!, por que ni cagando estoy dispuesta a tirar por la ventana todo el trabajo que me costo llegar a donde estoy y todo lo que tengo hueon, ¡por eso!

- chucha y que importa, ¿te importa mas tener que ser?, acaso no es mas importante que estemos juntos, vivir Sara, ¡Vivir!

Si Ricardo, vivir, pero no como unos miserables, ¿Qué te pasa?

Ricardo se sacudió el recuerdo de aquella conversación de hace tantos meses, acabo la botella de vino y se fue a la cama, se quito la ropa y se acostó junto a Sara, se quedo observando la delicada línea de su cuello y la sugerente desnudes de su espalda, la miro largamente, como si fuera la primera vez que lo hacia, redescubriendo centímetro a centímetro cada detalle de su piel. Acerco su cuerpo al de Sara y le abrazo tiernamente, hundiendo la nariz en su cabello, respirando profundamente como si su pelo fuera un campo en primavera.

¡Ricardo que te pasa!, déjame dormir, mañana tengo una reunión importantísima a primera hora

-Disculpa Sara, es que tengo algo que contarte

¿¡Y no puede esperara hasta mañana!?, ¿es acaso tan importante como para despertarme a esta hora? – dijo Sara sentándose en la cama.

Ricardo la miró a los ojos y ya no pudo verse en ellos, guardo silencio mientras ella lo atravesaba con la mirada y entonces supo que ya no importaba, que ya no tenía caso seguir fingiendo que los ojos de Sara simplemente pasaban a través de él
Bueno ¿y que es?… ya me despertaste dime que pasa… ¡vamos, habla!

- Te amo Sara

¿¡Que diablos te pasa!?.. ¡Me despertaste para esto!, Ricardo duérmete quieres


Ricardo… don Ricardo, ¡don Ricardooo!... es su turno, - la enfermera sacudía con cuidado el hombro de Ricardo que yacía sobre el sofá entregado al sueño, - ya puede pasar don Ricardo

¿Cómo dice?

- ya están sus resultados don Ricardo, el doctor lo espera

Al cabo de veinte minutos Ricardo salía de la consulta sonriendo, respiro aliviado exhalando con fuerza, como quien se quita un gran peso de encima, observo a todos los pacientes que en la sala de espera le escrutaban con evidente curiosidad.

¿Para cuando le doy la próxima hora don Ricardo? – Pregunto sonriente la recepcionista- , ¿don Ricardo…?

- me prestas el teléfono – contesto Ricardo

Si, por supuesto

Ricardo aguardo algunos segundos tras el auricular -"buenas tardes señor",-escucho al otro extremo de la línea

¿a que hora sale el próximo autobús a la costa?,-pregunto Ricardo sin dejar de sonreír- solo uno...no importa...a donde sea...

Ricardo se reía con fuerza mientras se cerraban las puertas del ascensor, seguido por las atentas y curiosas miradas de los pacientes en la sala de espera.

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