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Un día en el campo



El sol brilla y es un buen día para realizar un paseo al campo, Anette y Cristina suben a la furgoneta amarilla de transporte escolar que se habían conseguido con la vecina, cargaron combustible y algo de comida en la estación de servicio pasando el ultimo peaje, allí van alegres con los vidrios abajo por donde se cuela el aire fresco cargado de sol, que juguetea con el largo cabello de Cristina que conduce con una mano en el volante y la otra en el la palanca de cambios igual que un camionero, claro que sin tener la mas remota idea de mecánica. Anette pelo corto, rubio, hermosos ojos celestes y aro en la nariz como buena gringa, mientras se lía un pito de marihuana canta a todo pulmón “even the spirit are afraid” y ocasionalmente se caga de la risa con las intervenciones de Cristina que tiene un ingles de colegio fiscal algo mas o menos como “yo tarzan tu chita” a los oídos de Anette claro que ella va corrigiendo sus errores con tono fraterno.

La ciudad y el tumulto quedo atrás hace ya varios kilómetros, ahora frente a ellas se habré un paisaje generoso en colores y rebosante de aromas olvidados entre el cemento, encontrarse con joyitas tales como la hierba mojada por el roció, impagable. Anette va tomándole fotografías a todo lo que se cruza por su lente, hasta un cerco de división que mantiene un viejo poste de madera atado con alambres oxidados a punto de caerse de lo podrido le parece digno de inmortalizar, los campos de trigo, una que otra vaca, y las montañas, diablos que bellas montañas gran novedad para ella poco acostumbrada a estas majestuosas visiones en su natal Holanda, recuerda con tristeza que su querida patria es mas bien plana como una mesa de billar.

Es ya poco mas de medio día y Cristina decide que es mejor aparcar la furgoneta en el próximo signo de civilización, algún pueblito o caserío disponible que avisten, además necesita con urgencia vaciar la vejiga castigada por la cerveza, podrán estar en pleno campo pero ni discutirlo ella necesitaba un baño, “cosas de mina” le habría dicho su novio Manuel, pero en fin el gueon no estaba así que podía cagarse literalmente en esos detalles tan propios de su personalidad, al cabo de unos doscientos veinte kilómetros desde el ultimo edificio que vieron, un gran letrero blanco y rojo con las internacionalmente conocida leyenda de “Enjoy Coca-Cola”, les invita a detenerse con la promesa de refrescarse de este calor de mierda que les viene golpeando hace unas horas, es un pequeño restaurante situado justo en medio de la nada, adjunto al edificio principal, si se le pudiera llamar edificio a lo que tienen enfrente, enquistado en el extremo oeste se deja ver una tienda con un presuntuoso letrero que le titula como “Curiosidades de la zona”, Anette piensa que lo realmente curioso es la inocencia empresarial de la zona, a quien mierda se le ocurre poner un negocio en una carretera rural donde con cueva han visto pasar una carreta en varias horas.

Cristina se va directo en busca del baño al interior del restaurante “El paso”, tal como cita la leyenda sobre la puerta de entrada que es resguardad por un raído y sucio mosquitero, Anette decide curiosear en la tienda esperando captar una buena foto se acerca a la entrada y separa los hilachas de plástico que hacen de puerta igual que en las carnicerías de antes hay poca luz lo que la desanima en función de su objetivo principal, “la foto”, a pesar de esto entra igual, no hay nadie a la vista y a cada paso que da las tablas en el piso crujen como acusando dolor por el peso depositado en sus añosos cuerpos, la habitación es algo pequeña para tener pretensiones de tienda de curiosidades de echo por lo que puede apreciar lo único curioso del lugar es que no se haya venido abajo con el viento, no sabe muy bien por que y se sonríe un poco al descubrirse caminando despacito sobre las tablas, como si quisiera tratar de que no le escucharan. Las dimensiones de la habitación a simple vista podrían calcularse de unos cuatro por cuatro metros, toda de madera en uno de sus costados hay una repisa de madera algo mas nueva y de otro color, un color mas claro como el pino sin cepillar bastante tosca, con varios clavos asomándose oxidados en una esquina que contrasta con el tono oscuro de la construcción principal un color caramelo pero algo mas sucio con mucho polvo, al pasar el dedo por las tablas se nota algo pegoteado, como grasa, talvez filtración de la cocina del restaurante vecino. En la repisa hay variados objetos, algunos no reconocibles a primera vista, una pata de conejo, la caparazón de una tortuga de agua, conchas de erizos convertidas en ceniceros, puntas de flecha echas en una piedra verde, lagartijas disecadas, tres frascos con un liquido marrón que dificulta apreciar el contenido de su interior, no sabe por que pero ella cree que podría ser “orgánico”, se acerca al de mayor tamaño y lo coge para acercarlo a la luz del sol que se cuela por las rendijas del techo que se desprende como un velo filtrando las partículas de polvo en suspensión del ambiente, lo acerca a su rostro y cree ver un ojo en el interior.

-¡¡Buenos días!!....¡¡Eso no esta en venta!!

Anette no puede evitar la sorpresa y a pesar de sus torpes aleteos el frasco salta en sus manos como si estuviera caliente y se hace pedazos en un sonoro choque contra el piso el hedor es inmediato e inaguantable, el líquido marrón le empapa los pies casi descalzos enfundados solo en unas livianas sandalias de cuero, además de ser increíblemente fétido es también viscoso como la grasa tibia

-¡¡Que mierda hiciste!!....Vas a tener que pagar por eso

Al girar a la voz Anette ve dibujarse la imagen de un tipo calvo muy gordo, usa una playera que hace siglos debió haber sido blanca, llena de manchas multicolores y con grandes agujeros que dejan escapar parte de su flácida humanidad. El gordo se abalanza a recoger los pedazos del frasco y su contenido, Anette retrocede instintivamente, mientras se disculpa nerviosamente en holandés. El gordo recoge los despojos y pareciera no molestarle el hedor, con calma va depositando uno a uno los pedacitos de esa masa negrusca y viscosa que a ratos se confunde con la propia piel del tipo, especialmente con sus dedos regordetes y aparentemente desprovistos de uñas como si fueran gordos gusanos de seda. Anette se queda petrificada al observar como lo que en el interior del frasco parecía ser un ojo, ahora depositado sobre las tablas y a la luz no admite ninguna duda…. es un ojo, Anette comienza a retroceder lentamente en busca de la salida sin quitarle la vista al gordo que en un acto absolutamente asqueroso recoge el ojo y lo lame como si se tratase de un caramelo, al observar dicho procedimiento Anette siente que se le revuelve el estomago se sujeta del mostrador y vomita todo el desayuno, el gordo la mira todavía de rodillas sobre los restos de su majar y ríe grotescamente con tono seco en una mueca desdentada, el gordo se incorpora y avanza hacia Anette quien venciendo el asco se gira para emprender la retirada, la velocidad de la huida le impide ver la mano que golpea su rostro con fuerza por una inesperada presencia

Cristina entro casi corriendo al restaurante, un olor a queso rancio le quito de inmediato el animo de atreverse a pedir algún alimento en ese lugar, el lugar estaba vació salvo por el viejo tocadiscos de vinilo que emitía débilmente Hymne à l'amour de Edith Piaf, las pequeñas mesas con cubierta de melamina verde estaban regadas de polvo, en el centro de cada mesa adorna solitario un florero de greda con los vestigios de lo que fueron flores, las sillas estaban dispuestas ordenadamente en alrededor de estas con milimétrica exactitud, desde las vigas del techo se descolgaban largas trenzas de ajo, ajíes secos y ahumados, sobre la barra unas cuantas tiras de longaniza seca y negra llenas de moscas, a un costado de la barra una vieja vitrina refrigerada el motor de esta emitía un sordo y monótono ronronear acusando que estaba en funcionamiento, cristina se acerco a la barra cruzando las piernas para no orinarse y llamo por cuarta vez con un sonoro.. ¡holaaaaaaa!... ¡holaaaaaaa!..., la única repuesta fue el Batir del mosquitero en la puerta de entrada fruto de una racha de viento que silva entre las rendijas, Cristina mira al fondo en busca de la puerta con el letrerito que señale W.C. o en su defecto presente el dibujo que identifica incuestionablemente el baño de señoritas, al fondo a la izquierda rompiendo la tradición de “al fondo a la derecha”, encontró en la pared una flecha dibujada con tiza que indicaba “Baño”, se perdió en busca de su objetivo primario con un sonoro, ¡Permisooooooooo!…., mientras avanzaba flanqueado el muro rayado con tiza, rogaba por que el baño tuviera mejor aspecto que el resto del edificio, pero sabia que no habría excepción, se planto frente a la puerta y la empujo con suavidad, la puerta cedió con un sonoro crujido, un fuerte olor a orines viejos le sacudió la nariz, era una habitación pequeña iluminada tan solo por el sol que se metía por una ventanita muy pequeña situada en lo alto del muro norte en el que colindaban la hilera de retretes y sus respectivas divisiones de laminas de volcánica, semejante a un trencito, pero de mierda. Una vez satisfecha su urgencia se lanzo en busca de la salida un tanto anestesiada por el fuerte olor del amoniaco, al salir del baño fue como retroceder en el tiempo, el restaurante estaba lleno de personas que almorzaban con tranquilidad sin levantar la vista, se acerco a la barra tras la cual una delgada mujer muy pálida y de cabellos canos desgreñados preparaba café meciendo su cuerpo al ritmo de la música que no había cesado de sonar y que seguía en el mismo canturrear en francés. Pasó entre las mesas sin que nadie reparara en su presencia, sin que nadie le brindara una de las acostumbradas miradas que se suele recibir cuando se es un extraño, un visitante. Al llegar a la puerta el sol golpeo sus ojos cegándola brevemente, recordó que las gafas yacían descansando sobre su frente, las bajo a sus ojos con un dedo deslizándolas suavemente hasta el puente de su nariz, fue directo a la furgoneta, al abrir la puerta del conductor una bocanada de aire caliente le recordó lo estúpido que había resultado traer consigo la acostumbrada paranoia citadina, que le impidió dejar los vidrios abajo para que el aire aunque calido, circulara libremente y no se concentrara como en una olla a presión, Anette no estaba en el interior de haberlo estado estaría deshidratada eso era seguro, recordó que se encaminaba a la tienda adjunta justo cuando ella se abalanzo en busca de un baño, dejo las ventanas de la furgoneta abiertas y se dirigió a la tienda en busca de la gringa, lo mas seguro es que estuviera lateando con preguntas al vendedor siempre hacia lo mismo que, de donde es esto?, como se hace aquello?; es caro?;hay descuento?. Se acerco a la entrada, un gran cartel de madera con letras blancas señalaba “Cerrado”, se fue nuevamente a la furgoneta en busca de los cigarrillos, pese al calor encendió uno, se acerco a la carretera y miro en ambas direcciones, estaba desierta, el cielo completa y absolutamente carente de nubes, no había pájaros cruzando raudos ni ruido de ellos, observo el restaurante y recién reparo en lo extraño del cuadro estaba lleno y no había ningún automóvil u otro medio de transporte disponible aparcado junto al suyo, algo que resultaba muy extraño, es como si la gente hubiera estado oculta, decidió que lo mejor sería emprender la marcha, se fue en busca de Anette al restaurante, entro Tomo asiento en uno de los taburetes dirigiéndose a la mujer de la barra mientras repasaba con los ojos todo el restaurante como si la escena le despertara de un sueño bizarro, debe ser la marihuana pensó por que juraría que la primera vez entre en otro lugar.

– Disculpe Usted… Señora…podría indicarme si una chica rubia de pelo corto entro aquí, Señora….?, Señora…?

La mujer solo se limito a poner una tasa enfrente de cristina y a continuación la lleno de café, antes de que pudiera abrir la boca la mujer se dio media vuelta y se perdió por la puerta a lo que dedujo sería la cocina miro a las personas que almorzaban buscando a su amiga entre las mesas, noto algo en lo que anteriormente no había reparado ninguna persona tenía alimento alguno en sus platos todos sin excepción realizaban el gesto mecánico de llevares el cubierto a la boca y masticar un invisible bocado, siempre con la mirada fija en un punto, la música ceso y un escalofrío recorrió su espalda, se levanto y se encamino a la puerta de salida no sabia muy bien por que pero necesitaba imperiosamente salir de allí, se encamino a la puerta de salida pero en esta ocasión un enorme y asqueroso gordo de piel verdosa obstaculizaba el paso , le observaba divertido, ocultando las manos en la espalda untando amenazante y asquerosamente sonriente, el gordo le miro directo a los ojos y le grito desde la puerta - buenas tardes señorita se queda al almuerzo, hoy hay estofado

Poco a poco desde la espalda fue descubriendo lo que aferraba entre sus manos, los rubios rizos de Anette se escurrían entre los dedos de el gordo que sostenía la sangrante cabeza sin ojos de su amiga con la boca muy abierta casi desencajadas las mandíbulas dibujaba un silente grito de horror y desesperación, el gordo comenzó a reír al tiempo en que todos y cada uno de los parroquianos del restaurante reían mostrando una descomunal dentadura provista de sendos y bien afilados dientes, sus vacíos ojos se clavaron en los aterrados ojos de cristina que observaba con espanto como le rodeaban.

Juan llego con su grúa a la municipalidad de villa hermosa como a las cinco de la tarde, dejo la furgoneta estacionada junto al jeep verde que trajo hace tres semanas y que todavía nadie viene a reclamar, se fue a la oficina de don Carlos a entregar el reporte del turno de la mañana.

- Y Juanito que me trajiste hoy día?

- ¡Chuta don Carlos!... no se que pasa, pero ya es el tercer vehiculo que abandonan este mes en “el paso”

-¿”en el paso”?

-Si don Carlitos, ahí donde estaba el restaurante que quemaron hace como diez años, se acuerda?

- Como no me voy a acordar hijo, si lo hubieras conocido, el mejor estofado del valle,…. el mejor.

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