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Martes hoy, martes mañana, martes toda la semana



En voz baja Catalina seguía repitiendo; “Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana”, “Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana”. No pude evitar sonreí confundido mientras observaba sus manos entrelazadas a la altura del pecho. Aquel gesto le confería un aspecto casi devoto. Cualquiera que la hubiera visto desde lejos pensaría que realizaba una plegaria. En definitiva es lo primero que creí, luego el terror cincelado en su Rostro me dijo otra cosa. Sus ojos cerrados con fuerza y su boca adolescente repetían una y otra vez la misma frase, hasta que de pronto el sonido en los cielos cesó, dejando tras de si el rumor de ladridos y el relinchar de los caballos en la cuadra. Ahí comprendí, no hizo falta la pregunta, ¿que podría decirme Catalina?, de una forma u otra ella sabía que yo no le creería

Me quede en silencio unos minutos en los que pareció que el mundo se había detenido por completo. Catalina había vuelto a sus labores domesticas en la cocina de la pensión haciendo sonar ollas y sartenes. El miedo en su rostro poco a poco se fue disipando entre el humo del bracero. Volví a sonreír cuando me miró, sus ojos pasaron del miedo al enfado en apenas un par de pestañeos, solo un par de segundos le bastaron para decidir que mi sonrisa era una burla y no una cortesía.

“Mejor que crea iñor, a los descreídos por aquí les va re mal sabe”, - le escuche decir mientras me iba en busca de la puerta, a fin de cuentas la cena todavía tardaría un rato. Salí de la cocina pensando en las palabras de Catalina “a los descreídos por aquí les va re mal sabe”, repasar la última frase me arranco otra sonrisa, cualquier otra amenaza tal vez y solo tal vez me hubiese puesto algo nervioso, ¡pero esto!... esto simplemente era ridículo.

Aquella noche el aire fresco de Graneros me acariciaba la piel, haciendo que cada pelito sobre mis brazos se erizara, atentos a lo devenir. Camine en círculos por el extenso patio y al cabo de un rato dirigí mi atención al norte intentando encontrar la silueta oscura del mítico cerro grande, nunca había recorrido sus senderos y extrañamente tampoco lo hacían los habitantes, apenas unos pocos se atrevían y solo de día, cada tanto cuando alguno de sus animales caprichosamente buscaba perderse entre los péumos, espinos y litres que le cubrían. De lejos no parece gran cosa, un cerro mas de los miles que existen en Chile. "Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana". ¡pero si apenas es Viernes! -le dije estupidamente a Catalina la primera vez que la escuche musitando con las manos entrelazadas sobre el pecho, como si estuviese rezando, me pareció extraño. Aún recuerdo la breve charla con la chica de la cocina

Los viernes se juntan los “chonchones” en la cuea el cerro -me dijo en voz baja
¿Qué? –pregunte sin entender

Que los Viernes se juntan los “chonchones” en la cuea el cerro iñor –Repitió alzando la voz-. Luego guardo silencio y se fue a revolver el bracero mientras la Patrona de la casa le lanzaba un mirada de reproche, a fin de cuentas yo era un extraño, un “futre de ciudad”. Así me decía Catalina cuando yo no estaba presente, o cuando ella creía que no estaba presente. La escuche una mañana desde mi cuarto cuando alegaba con la patrona por lo tarde que yo me levantaba obligándola así a tomarse mas tiempo en asear mi cuarto, “futre de ciudad”, también lo decía al no entender como se me ocurría venir al campo a vender enciclopedias, Catalina... que chiquilla – pensé mientras intentaba comprender como en pleno siglo XXI y con una educación bastante mejor que la que pudieron tener sus padres o sus abuelos, fuera capaz de creer en semejante tontería, bueno… en realidad la mayoría de los que habitaban los alrededores también lo creían, por eso me tranquilizaba pensar mi labor, al fin y al cabo estaba acercando la cultura y el saber a los hogares .

“Mejor que crea iñor, a los descreídos por aquí les va re mal sabe", aquellas últimas palabras de Catalina se hicieron una vez mas en mi cabeza, -sonreí-, pobre Catalina como le podía explicar que los “chonchones” no eran brujos malvados sino que simples aves nocturnas parecidas a la lechuza, y que el común de la gente llama “Tue-Tue” por el sonido característico que emiten. Como explicarle que es probable que tampoco exista ninguna caverna en el cerro grande en que los brujos se reúnan los días viernes, en algún "salón" a tratar los sucesos de alguna secreta secta provincial, y por lo tanto que tampoco entre los habitantes de Graneros, Machalí, Doñihue, Larmahue, Rengo, Rancagua, Almahue Viejo, Rinconada, Cerrillos, Quinta, Coltauco y Tagua Tagua, se oculta ningún ser sobrenatural que vuele por los aires convertido en pájaro y que al escuchar el paso de estas no sirve de nada repetir y repetir el infantil conjuro que mantiene a los brujos alejados de la casa, "Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana".

Como decirle que tampoco nada pasara si al sentir a los “chonchones” aleteando sobre nuestras cabezas, se nos ocurre ofrecerles alimentos o prendas de vestir, que nadie vendrá al día siguiente convertido en ser humano a cobrar la oferta y que no será necesario buscar a una “
Machi” para que nos libre del castigo, enfermedad o mal alguno si no se cumple con lo prometido al brujo en vuelo.

"Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana", comenzaba a recitar nuevamente Catalina cuando me sentaba a la mesa a cenar, "Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana", otra vez mas en mi cabeza, de pronto la rabia martillaba mis sienes, "Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana", - ¡no otra vez!, ¡basta! – grite con fuerza golpeando la mesa con los puños, ¡basta!, no va a pasar nada, ¡cállate!

Mejor que crea iñor a los “chonchones” no les gusta los futres descreídos, mejor que crea –dijo Catalina sin mirarme
Te lo voy a probar –le dije con seguridad mientras aun se escuchaban en el aire los ecos de los tue-tue- “¡Brujo de mierda ven mañana a buscar esta mano!” – grite con fuerza golpeando la mesa, con la mano izquierda al tiempo que con altivo gesto alzaba hacia el techo la mano derecha. Catalina me miro aterrada y tras unos segundos se largo a llorar, inútil asegurarle que nada pasaría.

Inútil comprender que era lo que quería de mi el viejo encorvado que se presento a la pensión la mañana siguiente, -Vengo por la oferta” –me dijo -, imagine que se refería a mis enciclopedias y le extendí un catalogo, haciendo solo que se riera de mi, “como usted quiera” –me dijo al marcharse. Inútil también fue la serie de exámenes médicos que termine de realizarme esta semana intentando explicar o encontrar el motivo a la parálisis de mi brazo derecho. Apenas un hormigueo en la palma era lo único que sentía desde que abandone Graneros hace tres semanas, tras aquella noche en la pensión, ¿extraña coincidencia?, tal vez…extraños sucesos y secretos a voces por los rincones olvidados del campo, en una tierra llena de misterios que mi razonamiento daba por simples leyendas, historias absurdas del vulgo campesino que encienden los temores añejos al amparo de la ignorancia, tal vez…. Lo cierto es que en este instante mientras regreso a Graneros, la tarde cae en la carretera vistiendo de violetas y rojo la cumbre de los cerros a lo lejos. Me pregunto como será el rostro de la menche, la “Machi” del sector, una de las buenas según aseguran los viejos, difícil imaginarlo, difícil regreso. Difícil como intentar escribir solo con la mano izquierda, difícil aceptar que en ocasiones es más sensato callar y creer.

Mientras en lo alto el sonido del miedo se esconde entre secretas alas, siento otra vez su toque frío, como una gota que se desliza por mi espalda. Cae la noche sobre los campos que desfilan por mi ventana, extraña tierra en donde las noches siempre parecen mas largas, eternamente largas. Cierro los ojos y entonces repito en voz baja, “Martes hoy, Martes mañana, Martes toda la semana”.

que deleite leer esto...!!! muchas gracias...!!! aquí en los campos de temuco también esta arraigado esta creencia...!!! saludos.

Anoche soñe repitiendo estas palabras...
Excelente relato.

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