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Divina Locura

Pintura: Lucifer is not nice
(Mark kostabi)


 


Salio rápidamente desde el estacionamiento y avanzo con pasos vacilantes. Casi chocó a una señora que paseaba distraída mirando las vitrinas. Apenas y se detuvo para hacerle el quite haciendo uso de una habilidad insospechada. Los ojos de la mujer brillaron fugazmente viajando entre el miedo y el asco, lo mismo decía el gesto de su boca antes de continuar la marcha, no importaba, lo olvidaría antes de llegar a la esquina, tres pasos mas adelante volvía a escrutar las vitrinas. Él ni siquiera se dio cuenta de esa mirada, o tal vez si, pero no le importaba, al igual que no le importaron las miradas curiosas y las risitas solapadas, ni siquiera los rostros espantados que lo vigilaban con temor cuando se acero a orinar dentro del basurero municipal. Ahí se quedo plantado frente a ese pequeño recipiente azul simplemente orinando, con la mirada perdida, musitando algo que nunca escuchare y que tal vez nunca habría entendido.

Poco a poco el grupo de muchachas que fumaban en la calle se fueron abriendo, escapando del alcance del loco que orina los basureros, ¡mira, mira!, Hooo, ¡mira!, -decía riendo una pecosa veinteañera a su compañera-. ¡Mira! ¡la cagó!, el ¡hueon loco!-. Siguieron riendo incluso cuando el loco se dio vuelta y les brindo una victoriana reverencia, con graciosa y altiva elegancia en el gesto, un verdadero caballero de la corte celestial danzando un mundo distante y misterioso. Incluso las muchachas siguieron riendo cuando metros mas allá el loco se fue de cara al piso, quedando inmóvil un buen rato tirado como ropa vieja en la calle mientras la gente pasaba a su lado sin detenerse, rieron incluso hasta que se levanto despacio y se quedo de rodillas, llorando con el desconsuelo que solo he visto en los niños. Ese llanto que sacude fuerte el pecho y espera el abrazo. No se por que yo no pude sonreír.

El loco se levanto y sacudió con energía sus pantalones. Como si en verdad pudiera quitarle las manchas o tirar al piso los agujeros hilachentos. Volvió sobre sus pasos y se quedo a un par de metros frente a las chicas. Las miró ladeando un poco la cabeza, intentando tal vez encontrar sus ojos, mientras ellas ocultaban la sonrisa y la mirada en la punta de sus zapatos, sonrío alegremente y cerrando los ojos alzo los brazos diciendo;

¿Quién querría sufrir del tiempo el implacable azote, del fuerte la injusticia, del soberbio el áspero desdén, las amarguras del amor despreciado, las demoras de la ley, del empleado la insolencia, la hostilidad que los mezquinos juran al mérito pacífico, pudiendo de tanto mal librarse él mismo, alzando una punta de acero? ¿quién querría seguir cargando en la cansada vida su fardo abrumador?...(*)

Dicho esto, les regalo una nueva y elegante reverencia, sin aplausos, ni luces, ni aterciopelados telones y sin más, simplemente se marcho perdiéndose tras la esquina, pero esta vez era él quien se reía.

(*) Fragmento de el soliloquio de Hamlet (William Shakespeare)

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