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Yo lo vi


El sonido irritante del televisor acabó por espantarle el sueño. Abrió los ojos pestañeando repetidamente y fijó la mirada sobre la pantalla donde un universo de puntitos luminosos se alternaban en caótica secuencia tras el fin de transmisiones. Tanteo la cama intentando capturar sin éxito el control remoto en la penumbra de la habitación iluminada penosamente por el halo del viejo televisor. Con un dejo de molestia no tuvo mas remedio que levantarse en medio de aquella noche especialmente fría para apagar el maldito aparato, pulso el botón de encendido y la habitación se sumergió en una profunda oscuridad que le abrazo como un frío trozo de seda haciéndole estremecer.

Los fosforescentes números del reloj en la mesita de noche marcaban las 04:30 A.M., desde la calle los ahogados gritos de una mujer partieron en dos el manto de silencio de aquella madrugada, aquello termino por espantarle definitivamente el poco de modorra que amenazaba deliciosamente en cerrarle los parpados de una buena vez. Se abalanzó a la ventana y en un acto impensado y torpe deslizó las cortinas descubriendo toda la ventana del segundo piso, abajo una mujer luchaba desesperadamente por zafarse de los brazos de un tipo corpulento, apenas si podía distinguir la escena en medio de la bruma espesa tras la exigua lluvia de la tarde, apenas si podía ver las figuras en pugna bajo su ventana, hasta que la chica se libero solo por unos segundos avanzando un par de metros hasta situarse bajo el circulo amarillento que proyectaba un poste de luz. La mujer en la calle pidió ayuda alzando las manos hacia la ventana desde donde observaba una espantada Matilda. El tipo le dio alcance y la asió firmemente por la espalda, los gritos de la muchacha terminaron abruptamente bajo la palma de una mano poderosa y cruel, cubriendo enteramente su boca y parte de la nariz. Matilda se quedo petrificada al observar como una brillante navaja dibujaba una delgada línea oscura sobre la garganta de la chica, en un único, certero y limpio movimiento de izquierda a derecha, apagando para siempre los histéricos y aterrados gemidos que se apoderaron de la calle.

Los brazos de la muchacha se batieron desordenadamente hasta que poco a poco fueron cayendo hacia los costados en medio de los espasmos y estertores de quien se ahoga en su propia sangre. El tipo dejó que el cuerpo de la chica se deslizara lentamente hasta el suelo, extrañamente como si quisiera evitar que se golpeara, como quien cuida de no causar daño, Matilda dejó escapar un pequeño grito llevándose de inmediato la mano a la boca entendiendo que el silencio debía ser en ese minuto su principal protector, el tipo avanzó unos pasos hasta la reja de Matilda dejando que la luz pobre del poste le describiera en medio de la bruma, elevo los ojos entre las sombras y alzando la navaja ensangrentada en dirección a la ventana la señalo, el brillo de la sangre sobre la afilada hoja parecía una antorcha encendida y furiosa. Matilda cerró las cortinas desesperadamente y se dejó caer al piso apoyándose contra el muro mientras sentía en sus paredes el eco de la grotesca risa del asesino mientras se alejaba por la calle.

-Bien señorita Matilda, espero haber escrito bien su apellido es… es.. s c h u b e r t t,-deletreo penosamente un gordo policía- ¿esta bien no?, ¿señorita?, ¡Señorita!…

Matilda asintió con la cabeza, sus manos aun temblaban y la mirada estaba fija en la ventana

Veamos señorita Schubertt, en su declaración usted dice que aproximadamente a las 04:30 A.M. se levanto para apagar su televisor y escucho a una mujer gritando en la calle.. ¿Es eso correcto?

- Si, es justamente lo que dije

-Luego indica que la mujer habría sido degollada por un tipo al cual usted no pudo distinguir bien, ¿es eso correcto?
- ¡si!, ¿cuantas veces debo repetirlo?, es eso justamente lo que sucedió

-Bueno y como se explica entonces que en la calle no hay un cuerpo, ni rastro de sangre, ni que ningún otro vecino sintió ruido alguno

-¡no lo se!, ¡no lo se!, créame, le juro que eso sucedió, eso paso, lo vi todo desde la ventana, no es posible que alguien mas no sintiera los gritos de esa mujer – Matilda tomo por los brazos al policía y lo tironeo con fuerza, en un desesperado intento por hacerse entender.

-¿Consume usted algún tipo de droga, señorita Schubertt?

-¡No!, ¿tengo cara de adicta acaso?

-Vamos, cálmese señorita Schubertt, tómelo con calma, son preguntas de rutina y del todo necesarias, mire en ocasiones el exceso de trabajo nos pasa la cuenta –dijo sonriendo el policía con tono desagradablemente paternal-, es posible que haya estado usted viendo algún filme de terror y luego solo tuvo un mal sueño.

-¡Le estoy diciendo la verdad!, ¡no estoy loca!, yo lo vi, ¡yo lo vi!, yo escuche esa risa, esa maldita risa que todavía ronda en mi cabeza, ¡por la mierda!, ¡créame!, no es posible que no exista sangre, tal vez el tipo se llevo el cuerpo, ¡que se yo!, pero le digo que él sabe que lo vi, me miró desde la calle y me amenazo con la navaja –Matilda trato nerviosamente de encender un cigarrillo y solo consiguió volver a llorar.
Matilda revolvió el cajón de su mesita de noche y extrajo un frasquito amarillo, tomo dos píldoras y las trago rápidamente.

El policía observó el frasquito de píldoras sobre la mesita de luz de Matilda, hizo una mueca parecida a una sonrisa y anoto en su libreta intercambiando una mirada cómplice con el sargento que terminaba de examinar el cuarto

-Bueno señorita Schubertt, ya tenemos toda la información que necesitamos, si ocurre algo le llamaremos…, hasta luego y trate de descansar

Aquella noche Matilda no durmió, y tampoco a la noche siguiente y la siguiente a esa. Pasaba toda la noche con las luces encendidas sentada en la sala balanceando su cuerpo adelante y atrás, mirando la ventana tapiada y la puerta siempre con doble seguro.

Las repetidas llamadas a la comisaría terminaron por agotar la paciencia de los policías que le habían comunicado ya no tan educadamente que la falta de evidencia hacían imposible comenzar una investigación, que mejor se tomara unas vacaciones. - Hijos de puta –pensó

La risa de aquel tipo se paseaba una y otra vez por su cabeza atormentándola de noche y de día, a ratos cerraba los ojos y solo veía la oscura silueta del asesino empuñando la navaja teñida de escarlata, y en ocasiones se veía a ella misma en la calle apresada entre los brazos de aquel asesino apunto de ser degollada, y al alzar la cabeza hacia la ventana se veía de pie observando la escena, como si se desdoblara ocupando ambos planos, la de victima y observadora sin decidir cabalmente cual rol era el peor, si morir de aquella forma o vivir en permanente incertidumbre en el filo del maldito miedo.

Cuando se atrevió por fin a echar un pie a la calle, tras dos semanas de enclaustramiento voluntario en su departamento, lo hizo tomando todas las precauciones necesarias, jamás de noche y observando cada tanto a sus espaldas por si alguien le seguía, pero que importaba cuantas veces mirara tras de si, todos los rostros parecían sospechosos, todas las miradas parecían llenas de maldad, ¿como detenerse en un rostro que no se podía identificar?, ¿como eliminar aquella terrible sensación de sentirse observada?, sin descubrir a aquel demonio que se oculta entre la multitud de rostros, impune sin siquiera cubrirse, tal vez había caminado junto a él sin saberlo siquiera, tal vez se ocultaba tras los ojos del taxista que la miraba de reojo por el espejo retrovisor, o se ocultaba tras la sonrisa amable del vendedor de fruta que aparcaba la camioneta en su calle cada Sábado por la mañana, o tal vez…., tal vez.., demasiados tal vez, aquella maldita incertidumbre, lo desgastante de vivir en el miedo, entendiendo que en cualquier minuto podría sentir el filo de una hoja deslizándose sobre su Garganta.

Aquella tarde en el supermercado,-tras dos meses de lo sucedido- de pronto se paralizo, la maldita risa de aquel asesino le lleno los oídos y le recorrió la espalda como una fría gota, era como si el tiempo se hubiese detenido, ni un solo sonido mas que aquella endemoniada risa, ni siquiera el estruendo del frasco de pepinillos que sostenía entre sus manos al romperse contra el piso desviaron su atención, la risa, la terrible risa, nacía justo tras su espalda. Respiró con fuerza y venciendo el terror se giró lentamente, el hombre la miro directo a los ojos, fue solo un momento, un terrible momento en que sus ojos se cruzaron por primera vez, el tipo miro al piso y observo los pepinillos regados a los pies de Matilda

-A mi tampoco me gustan mucho –le dijo sonriendo- mientras señalaba los pepinillos, Matilda comenzó a llorar y se orino encima, el tipo se alejo arrastrando su carrito de compras mientras meneaba la cabeza,“que tipa loca” -dijo- mientras se perdia por el pasillo de enlatados y volvió a carcajear con aquella maldita risa.

Matilda entendió que tal vez el tipo no la había reconocido, ¿sería posible que entre la niebla de aquella noche, el gesto que dirigió a la ventana fuera puro azar?, tal vez él tampoco había visto su rostro, al fin una cuota de esperanza ¡ella tenía la ventaja!, su risa siniestra lo había delatado, ¡ahora lo tenía! Buscó nerviosamente el teléfono en su bolso, marcó el número que le había dejado el Sargento y tras unos segundos cortó la llamada sabiendo de antemano la respuesta que le habrían dado, “Señorita Schubertt, por enésima vez deje de perder nuestro tiempo”, ¡hijos de puta!, ¡malditos hijos de puta!-se dijo mientras guardaba el teléfono en el bolso.

Caminó lentamente tras del tipo, lo siguió con bastante distancia pero sin perderlo nunca de vista hasta que llego a una caja. Matilda lo observo mientras desocupaba el carrito y entendió que el tiempo se le acababa. Miro alrededor y se dio cuenta que se encontraba en el pasillo de artículos para el hogar, se dirigió a un estante repleto de afilados cuchillos de cocina y en un rápido movimiento deslizó en su bolso uno de ellos, avanzó hasta la caja donde se encontraba el tipo y se situó tras él. Alcanzó un pequeño paquete de chocolates de un estante a un costado de la caja y se quedo inmóvil mientras el maldito demonio pagaba sus comestibles.

Matilda le siguió hasta el estacionamiento, el corazón le latía con fuerza y las manos le sudaban, respiraba hondo como si el aire le faltara, como si todo el aire del mundo fuera insuficiente. Abrió su bolso y empuño firmemente el cuchillo cocinero, y mientras el maldito asesino iba guardando las bolsas en el auto, se acerco por la espalda y lo degolló con un solo y certero movimiento de su mano, el tipo cayó de rodillas apretándose la garganta con ambas manos, intentando contener la sangre que manaba profusamente del tajo recién abierto, se giró hacia Matilda que aun sostenía el cuchillo en su mano derecha y la miro con los ojos desorbitados.

-¡Ríete ahora hijo de puta!, ¡ríete ahora! -le gritaba enfurecida-, Matilda observo en todas direcciones y al percatarse que estaba sola, se echo a correr mientras guardaba el cuchillo en su bolso.

Aquella noche Matilda respiraba con tranquilidad, con aquella exquisita tranquilidad de saberse a salvo, apagó el televisor tras el noticiario y antes de meterse en la cama bebió su segunda copa de vino, cerró los ojos y respiró despacio dejando que el calor del vino se convirtiera en agradable sopor, abandonándose alegremente en la placida caída del ensueño, sin colores, sin sobresaltos, y sin temores, y casi sin ruidos, salvo, por unos pasos cada vez mas y mas cerca de su puerta, pasos firmes que de pronto fueron acallados y superados por el eco de una grotesca risa.

¡Ya están aaquiii!

¿Recuerdas el tono de la niña rubita de la película poltergeist frente a aquella pantalla de TV encendida y sin señal?

El final de tu cuento es perfecto

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