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Deja vu



"El yo no es el señor de su propia casa..." ( Sigmund Freud )





Nada sucedía. Era posiblemente el vigésimo intento, pero nada sucedía. Los puños cerrados con tal fuerza que las uñas yacían incrustadas en las adormecidas palmas. Delgados hilillos de sangre se esparcieron frente a sus pies cortando el delicado mutismo de un reluciente y frío piso.

Cayó de espaldas sobre la cama y sin abrir los ojos se quedó hecho un amasijo de jadeos y temblores. Permaneció en silencio y aguardo expectante con los ojos aún cerrados, apremiado por la angustia de quien acusa un8golpe en medio de la dominante lobreguez. Luego así sin más, un diminuto punto luminoso en medio de la nada, creciendo vertiginosamente, abalanzándose sobre el rostro mientras los latidos vuelven a estremecer el pecho, y ahí esta otra vez la calle en movimiento, el sol adivinado apenas por su manto de luz cansino que cubre todo con un halo de malvado sueño, el ajetreo mudo de rostros ajenos y distantes, las mismas alas surcando el firmamento en completo mutismo, y luego la esquina. Caminar hasta media cuadra y ver el rostro de Natalia envuelto en llanto con los brazos abiertos mientras cruza la calle corriendo hacia él, y por un segundo todo parece quedarse suspendido como las burbujas atrapadas en el cristal. Apenas un instante que da paso al vértigo de la movilidad, es entonces cuando irrumpen los sonidos, los gritos, las bocinas y todo el barullo del mundo conocido que se desata en un segundo como un caudal que aplasta todo a su paso. El chirrido de los neumáticos del mismo auto da paso nuevamente al silencio inicial, mientras Natalia sale despedida como una muñeca de trapo frente sus ojos, una muñeca que rebota pesadamente sobre el asfalto.

Cesar abrió los ojos rápidamente. Tras la persiana al pie de su cama se adivinaban los lejanos edificios y sus ventanas apenas unos puntitos discretos. Permaneció en silencio mientras su respiración poco a poco se normalizaba, la sensación tras la experiencia siempre era agotadora, pero ahora mucho, mucho mas intensa. El sangrado de nariz ya no era ocasional, aquel “don” poco a poco le iba consumiendo. Al principio Cesar lo paso por alto, a lo mas sonreírse un poco como cualquiera al sentirse acariciado por la incógnita, el toque de un deja-vu. Detener los pasos y notar que una niña cruza frente a sus ojos con un globo en la mano, sentir como llora con aquella tristeza pequeña al ver su globito alejarse hacía lo alto en cualquier tarde, o la risa de un tipo que le obliga a volver la mirada sabiendo que ya la ha escuchado antes y quedar congelado al sentir que toda la escena tras de si ya se ha vivido, ese tipo de cosas, nada verdaderamente trascendente, nada en que reparar demasiado. Luego un giro inesperado, los deja-vu se tornaron mas frecuentes hasta presentarse casi a diario.

Al principio Natalia se desencajo riendo al escuchar los relatos de Cesar, pero luego conforme transcurrían las semanas su mirada se torno menos benevolente dando paso a la preocupación, “hazte ver”, fue lo último que le escucho decir antes de que se distanciaran “casi” definitivamente.

El lapsus de eventos curiosos cesó tan inesperadamente como había comenzado. Cesar se dedicó a transitar por su vida con la aturdida cotidianeidad de cualquiera, hasta que una noche todo verdaderamente dio comienzo. Cesar apagó el televisor y se quedó sobre el sofá observando como la braza de su cigarrillo daba pequeños destellos, entonces cerró los ojos y pensó en Natalia, primero una Natalia inexpresiva, de aspecto muy serio, decidió que no le agradaba aquella expresión y entonces deseo que sonriera. La imagen en su cabeza comenzó entonces a esbozar aquella sonrisa tan característica y tan dulce que solo Natalia podía brindarle, poco a poco fueron apareciendo los objetos, uno a uno hasta ir conformando la escena, Natalia frente a su edificio, el recepcionista saludándola, luego las escaleras y Natalia subiendo por ellas, el pasillo mal iluminado y en un instante Natalia frente a su puerta, el dedo en el timbre y…, de pronto todo se desvaneció excepto el sonido del timbre. Cesar se quedo inmóvil, el timbre dio paso a los golpes en la puerta y finalmente a la voz de Natalia, ¡Imposible!, -pensó-, Cesar corrió a la puerta y la abrió rápidamente, allí estaba Natalia., ¡incluso vestida como él la había ¿imaginado?!, que increíble ¿casualidad?. Fuere como fuere lo importante es que allí estaba ella.

Cesar poco a poco fue “practicando” su nueva habilidad. Se quedaba por las tardes en su casa con la luz apagada, cerraba los ojos y se concentraba en enfocar determinadas escenas teniendo como marco su ventana. Primero una pareja de perros, o un auto azul, un tipo en bicicleta, cualquier cosa, el resultado escalofriantemente siempre era el mismo, se levantaba del sofá en dirección a la ventana, levantaba la persiana y ahí todo estaba como el lo había dispuesto, ¡que gran capricho del destino habría puesto aquel “don” en sus manos!.
Desde entonces nada volvió a ser como antes, desde aquella noche todo sería como él lo deseara, todo acorde a la voluntad de un emergente semidiós. Si quería ver a Natalia o a cualquier otra persona no hacia mas que construir la situación en su cabeza, ahora con la sorprendente agilidad y velocidad que otorga la practica constante sobre cualquier habilidad. Para los demás, solo increíbles coincidencias, encontrarse a la vuelta de cualquier esquina, en algún café a media tarde o incluso en el autobús, hasta encontrarse dinero tirado en el piso, lo curioso es que nunca podía “imaginar”, alguna cantidad considerable, ciertamente un par de billetes de vez en cuando. Si había concertado algún paseo con Natalia al día siguiente este siempre era soleado y no por la mera consecuencia del capricho de las estaciones, sino solo por que él simplemente así lo deseaba. Así transcurrieron los días y los meses, cada día y cada hora disfrutando la cierta posibilidad de crear el mundo a voluntad. Cesar a fuerza de practica descubrió que dicho don tenía por cierto también sus restricciones, estaba impedido de recrear el pasado, cada vez que lo intentó fue imposible volver a vivir un acontecimiento pasado, solo podía proyectar. Podía servirse de las imágenes estáticas de su cerebro, y cual experto tramoyista ir disponiéndolo todo cuidadosamente en la próxima escena de su vida.

Al poco tiempo Natalia finalmente terminó por mudarse al departamento de Cesar, a nadie le resultó extraño que aquella decisión fuera tan “espontánea”, ni aquel tan repentino enamoramiento del que fue presa.

Fue en la oficina de Cesar cuando todo se tornaría algo más difícil. Tras una acalorada discusión con su jefe, Cesar invadido por la ira y en un acto reflejo no hizo más que verle rodando por las escaleras. Fue cosa de segundos para que los gritos histéricos de una secretaria dieran cuenta de la malograda “suerte” del viejo que yacía en el piso como un pollo con el cuello roto. Cesar se quedo pálido, sobretodo cuando sus compañeros se le quedaron viendo fijamente. Sin saber exactamente que hacer o que decir, solo les miro de vuelta hasta que uno de ellos le advirtió que desde su nariz la sangre comenzaba a mancharle la camisa.

Aquella noche Natalia permaneció a su lado abrazándolo, confortándolo sin entender por que lloraba con tal angustia, no hubo preguntas y no fue por que Cesar precisamente así lo deseara. Desde entonces él decidió no volver a utilizar su don, se refugio en su trabajo y en Natalia y por un tiempo las cosas parecieron marchar bien.

Fue en su departamento. En el mismo lugar en donde todo había comenzado. Cesar observaba distraído las luces distantes filtrándose por la ventana, sin ninguna idea clara en su cabeza, y no supo ciertamente que fue lo primero, si el sonido o la imagen, un gran estruendo le hizo estremecer y lo arranco velozmente de su sofá. Permaneció de pie mientras la imagen se disolvía en su cabeza, un autobús y dos automóviles ardiendo en la calle, ¡su calle!..., corrió a la ventana y levantó la persiana, ahí a siete pisos bajo su ventana las llamas consumían a los mismos vehículos que había visualizado en su mente segundos antes, ¿y si esta vez se trataba de una real coincidencia? –Pensó intentando calmarse-, la respuesta le llegó de inmediato, su nariz comenzaba a sangrar copiosamente. Las escenas se fueron sucediendo sin aviso, en un cada vez más creciente descontrol, más y más a menudo. Innumerables accidentes a pequeña y gran escala. Días mas tarde fue Pablo, un compañero de oficina el que quedó reventado cuando se desplomó el ascensor en el que viajaba, luego el viejo del kiosco de revistas aplastado bajo una camioneta de reparto. Cesar dejo de ir a la oficina, ya no frecuentaba a sus amigos y se encerró en su cuarto intentando despejar su mente de cualquier imagen, o cualquier pensamiento, solo horas y horas, sin palabras, sin sonidos.

Natalia terminó por abandonarlo a las pocas semanas de sucedido el accidente del viejo del kiosco. Lo último que hizo por él fue llenar la despensa de comestibles, que bien administrados alcanzarían fácilmente para unos seis meses.

Cesar estaba decidido, no saldría de su departamento hasta que encontrara la manera de revertir aquel castigo. Se entrego a la tarea de visualizar pequeños accidentes, tipos cayendo de sus bicicletas, vasos cayendo al piso de su cocina, cosas así, nada que fuese demasiado grave. Al poco andar en su búsqueda se dio cuenta que al concluir de construir la escena también podía manejar el tiempo de la misma, una vez iniciado el movimiento en el cuadro, si se esforzaba al máximo podía detenerla y destruirla como si se tratase de una acuarela sobre un cristal, no tenía mas que visualizar la escena estallando en cientos de pedazos y desecharla y el evento nunca sucedía en realidad. Lo malo del procedimiento es que al acabar sangraba copiosamente de la nariz, y le invadía una fatiga que le dejaba en cama por todo el día.

Las escenas parecieron disminuir su frecuencia. Cada vez que se presentaba alguna escena “no llamada”, cerraba los ojos y apretaba fuertemente las manos, su cuerpo entero se tornaba rígido y los latidos de su corazón aumentaban en tal magnitud que el pecho amenazaba con reventar, el esfuerzo era castigador, pero hasta ahora siempre logró contener las malas escenas, siempre igual, un estallido de cristales y luego tumbarse por horas y horas recuperándose.

El teléfono le despertó a eso de las diez de la mañana. Natalia lloraba y su voz apenas audible intentaba relatarle lo que Cesar ya sabía perfectamente, los padres de Natalia habían muerto en un accidente Aeronáutico mientras volvían de sus vacaciones, eso era todo lo que le habían dicho. La noticia llegó temprano a los oídos de Cesar, incluso antes de que su cuerpo dejara de temblar por el esfuerzo inútil en tratar de destruir la imagen de la aeronave cayendo al océano convertida en una bola de fuego. – Necesito verte Cesar- fue lo último que le escucho decir a Natalia, antes de colgar el teléfono. Cesar aun estremecido por las palabras de Natalia se deja caer en el sofá, las manos le tiemblan, cierra los ojos y tras una larga exhalación se entrega a construir la escena, Primero las noche y su vacío, luego el firmamento en completa mudez, su calle y la bruma en la esquina. Caminar hasta media cuadra y ver el rostro de Natalia envuelto en llanto, con los brazos abiertos mientras cruza la calle corriendo hacia él. Y ahora el último esfuerzo, una sola escena, la mas simple hasta ahora, La ventana y el sofá y Cesar en él, poco a poco, lentamente las luces se van apagando, luego la ventana se torna tan suave como el humo que desaparece en la brisa, luego los muros y el piso se desvanecen, y ya nada mas queda Cesar en el sofá en medio del vacío de lo que fuera su edificio de departamentos, luego un prolongado y agudo sonido que se va desvaneciendo en los oídos de Cesar mientras el frío recorre su espalda, siempre son los ojos bien cerrados, los mismos que no verán la expresión divertida y confusa de Natalia cuando pase frente al sitio baldío en donde hasta hace unos instantes se alzaba su edificio. Los pasos de Natalia se detienen de improviso, todo le parece tan familiar, la escena completa es tan peculiar, los autos, los perros, la bruma que envuelve los cuerpos y hasta la risa de un tipo a sus espaldas, que sensación extraña –piensa-, y entonces sonriendo se encoje de hombros y reanuda su andar diciéndose en un tono bajito, “estoy segura de haber vivido esto”.

Impresionante. Como siempre.


MO.

Dan un poco de miedo estas cosas.
Creo que hay gente con una intuición muy desarrollada, eso puede llevar a la creencia de que hay algo paranormal detrás.
Durante un tiempo, yo tenía el don de invocar a un amigo que vivía lejos de mí, con el pensamiento. Si pensaba en él durante un rato, si llevaba alguna prenda de ropa que él me conocía, recibía una llamada en un breve espacio de tiempo. Supongo que, simplemente, coincidíamos en el pensamiento uno y otro en el momento justo.

Otra casualidad, hoy he publicado una imagen en mi Blog que le va al pelo a la frase que has puesto de Freud.

http://2.bp.blogspot.com/_7q4wn1srtPU/SGk0h_b35OI/AAAAAAAAAPo/EL76-nvACJw/s1600-h/El+cuerpo+-+King.jpg

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