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La vida sin ventanas

el nacimiento de america



A saber las azules paredes que brillan ajenas a los rayos solares, si es que existe el sol mas allá de la imaginación que lo sitúa pendiendo sobre las cabezas allá en el afuera.

A ratos se necesita un recuerdo, un retazo del pasado, que entre tintes cobres venga a refrescar la abulica inmediatez. Lo suyo sería considerado distinto, excéntrico si se quiere, demente tal vez, todo depende del observador en cuestión. Nadie podría decir que fuera del todo descabellado, algunos incluso haciendo alarde de una visión mas vanguardista lo califican de “arte”. El punto es justamente la no comunión de las opiniones sobre el lienzo, es decir la razón misma del ejercicio es sin duda el debate.

Aquellos colores, las formas inconexas al borde del delirio, las texturas, la huella de rudos trazos que evidencian tal vez la furia, todo lo que allí confluye de alguna extraña manera aparenta cierta armonía difícil de calificar, un mundo nuevo ciertamente, cada uno de los lienzos que aguardan inmóviles pero no en silencio en aquella galería dan cuenta de un visión única y desbordada.

Se cuenta que el autor jamás ha abandonado el estudio en el que da vida a las telas, se cuenta que sus años suman mas de ochenta y que desde la calle no se aprecian ventanas, que desde hace mas de quince años, cada sesenta o noventa días el gerente de la galería retira los lienzos desde la puerta misma del estudio y en su lugar deja el recambio de pinceles, acuarelas, oleos y telas. Se cuenta que nadie le ha visto ni la nariz siquiera, que las mismas notas de un piano se repiten incesante por las noches hasta que el alba las licencia. Se cuenta que nunca su visión alcanzó la calle y sin embargo dibuja y traza en aceites la vida misma, la que imagina, la que yace bullante en su cabeza. Se cuenta que es imposible permanecer indiferente ante su obra, que provoca y evoca desde lo más profundo del subconsciente. Se cuenta que es sencillo transitar desde el júbilo al llanto, desde la vida a la agonía, desde la noche misma del tiempo hasta la incertidumbre del mañana, cada uno de sus lienzos parecieran adaptarse incomprensiblemente a la necesidad inmediata del observador, y ha de ser cierto de algún modo, ahí de pie, en medio de esa babel de colores no se puede hacer mas que entregarse a la contemplación de aquella vida sin ventanas.

El día ha concluido y la penumbra se doblega bajo una luna imposible, todos observamos hacía la ventana atraídos por la lejana melodía de un piano. Las risas, las voces, todo los murmullos cesan de improviso, las espaldas se estremecen, esta vez los lienzos parecen brillar.

Brillante, como siempre.
No sé.

Me ha costado hacerme con la historia porque me he perdido en los dos primeros párrafos, no entendía. De repente, el tercer párrafo me ha encaminado y ha despertado mi atención. El siguiente es muy, muy bueno, mucho.

He intentado sindicar tu Blog, para saber cada vez que lo actualizas y no puedo, supongo que es cuestión de la configuración que has elegido.

Penélope, esto de los tríos... o pseudotriángulos blogeros contigo ya parece una costumbre, con nadie más me pasa. Es como un deja vu de esos.

Cierto, Tesa. Es curioso.
A mí no me importa, espero que a ti tampoco.

Para nada

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