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Cayendo en Sevilla





Enciendo mi tercer cigarrillo. Jamás el sabor del tabaco me pareció tan pobre como aquella tarde en el jardín del prado. De pie frente a la vieja fábrica de tabaco, intento imaginar como habría sido probar uno de los estupendos cigarros de aquel entonces. Seguro en el siglo XVII no habían las advertencias sobre este dañino, pero exquisito hábito que se devora la vida desvaneciéndose entre los dedos, dejando una mordida amarillenta en la piel.

El escorial es más grande – dices de repente – el escorial es cuando mucho el edificio mas grande de España. La fábrica de tabacos es el segundo más grande.

Te miro pasar las hojas del típico librito de turista, tu nariz de botón parece ir guiando la lectura. ¡Que importa! –te digo exhalando una gruesa bocanada-, aun no te das cuenta que hasta las pirámides pierden significado si no estuvieras a mi lado

Cierras el librito y lo encierras en tus manos como quien guarda un preciado y diminuto tesoro, te acercas y me besas largamente, mientras mas de cuatrocientos años nos contemplan en silencio. Ciertamente algo mas que las pétreas centurias, pues también nos miran los estudiantes de la ahora universidad de Sevilla, actual uso del edificio luego de que se trasladara a otro sitio

Tras una breve caminata y varios besos mas tarde, hacemos un par de fotografías frente al muro de Alcázar. Te apoyas sobre el y me guiñas un ojo con esa sutil coquetería femenina capaz de derribar imperios

Las calles estrechas del Barrio de Santa Cruz nos reciben con sus casas de dos pisos y sus balcones llenos de flores. Giras y giras con los brazos extendidos como una niña en la playa, ¿y si nos venimos a vivir aquí? –Preguntas, sabiendo la respuesta de antemano -, ¿déjame soñar, un poquito?, la casa de las ventanas azules que esta allí me gusta mucho, te imaginas por la tarde luego del trabajo caminando por el callejón de agua, luego antes que baje el sol nos sentamos a charlar en la plaza. Observaremos como las parejas se dan cita junto a la cruz de hierro que se llama, se llama…, no, no… me digas como se llama... se llamaaaa. La Cerrajería, ¿si?, a ver –vuelves a meter la nariz dentro del librito de turistas- Siiiii, lo sabía –dices complacida de tu memoria

¿Que piensas? –preguntas observándome, mientras mis ojos se pierden sobre los coloridos balcones del mas hermoso barrio de Sevilla, pero no puedo evitar estremecerme al recordar al Arcediano de Écija y su primavera de 1391, seiscientos años limpian la sangre de las piedras mas no de las hojas de la historia
¿Que piensas?

Nada, solo imaginaba como sería vivir aquí, seguro ha de ser muy caro, considerando al ilustre vecino

De que hablas ¿conoces a alguien aquí?

Te doy una pista –digo alzando una ceja
Bien, esta bien…, juguemos

Veremos si te estudiaste bien el librito ese, ja,ja,ja, a ver con esto te lo digo todo, “La sagrada familia del pajarito”

Abres las manos con solemne ademán, y dejas en el aire una sola palabra “Murillo”

Efectivamente muy cerca del lugar se encuentra la casa del célebre pintor sevillano, una bella casa ataviada a la usanza del siglo XVII. Luego me volvería a encontrar con Murillo, pero sería en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, junto a “el calvario” de Lucas Cranch y la “primavera” de Francisco Barrera, hermosa alegoría de la estación que nos recibe en Sevilla, como quisiera haberte tenido en su lienzo aquel maestro y coronarte de flores, te digo despacio mientras me deleito observando como la brisa juega con tu pelo

En la plaza de doña Elvira te hiciste de un gran abanico so pretexto del terrible calor de aquella primavera (no mas de veintidós grados), y aunque poco tenían que ver con el calor los dos kilos de cerámica que tuve que cargar hasta el patio de banderas, bien valía la pena el esfuerzo si te dibujaba una sonrisa, y bueno, también una que otra carcajada cuando caí de bruces en la calle judería, por poco y tus souvenirs quedan reducidos a polvo

Ahora vas a ver uno de los mejores ejemplos de la arquitectura gótica de España, dijiste con tono seguro, como si hubieras visitado y conocido de memoria cada rincón de aquella hermosa ciudad tan nueva para mí. Tu media sonrisa y el brillo de tus ojos ordenan obediencia y sin pretexto que valga ya me encontraba frente a la catedral. Tus ojos recorrían la extensa escala hacia la capilla real, ¿te animas a subir? –Preguntaste-, desafiando mi pobre resistencia, como no seguirte, si de seguro te habría seguido hasta el mismo Fernando III si no estuviera tan placidamente dormido y ataviado bajo la figura de la virgen de los reyes en su tumba de cristal.

Al salir el sol hacia brillar la calle empedrada y me punzaba los ojos mientras intentaba encontrar el lo alto al Giraldillo, pese a alzar sus cuatro metros sobre la cima de la torre de la Giralda, es prácticamente imposible atrapar en la retina al detalle mas curioso de uno de los iconos mas representativo de Sevilla

Y ahora, ¿adonde?, recuerda que tú eres la guía

¿Que tal la plaza nueva, o el palacio arzobispal?, ¿El Archivo de Indias?

Noooo, Mejor un bar y unas buenas tapas, -te dije saboreándome a Sevilla entera en un segundo- después de todo estamos en España- , si unas tapas, tapas… unas tapassss

¡Hey, hey que te pasa!, vamos ponte el cinturón ya vamos a aterrizar, ¿que es eso de tapas?, ¡tapas!. ¿Ya pensaste el recorrido? –preguntaste mientras te abrochabas el cinturón

Y bueno…, algo se me ocurrirá –te dije alzando las cejas mientras cerraba mi viejo librito de turista.

Instalados ya en el hotel, luego de un vuelo tranquilo gracias a los cuidados de mi buen amigo Jack Daniel´s (con abundante hielo, por cierto). Decidí que lo mejor sería no quebrarse demasiado la cabeza ideando un nuevo recorrido. ¿Para que? , total en el avión ya el inconsciente e tras la lectura de mi librito de turista prácticamente lo había decidido

Ufff por fin, ¡como odio volar! -dijiste una vez en tierra

Bueno tampoco fue gran cosa –te dije intentando mostrarme fresco después de tantas horas

No dirías lo mismo si te hubieras pasado los últimos seis años atravesando continentes, ya parecía aeromoza de tantas horas de vuelo, menos mal que ya acabo, que tedio, maldito trabajo

Tal vez por eso no te había conocido antes, nunca se me ocurrió mirar para el cielo –te conteste haciéndome el distraído

Mmmm, vaya, vaya tal parece que Sevilla nos esta poniendo románticos, - te sonreíste y me dejaste un beso pequeño haciéndome cosquillas en los labios

Los rincones de Sevilla se ofrecieron esplendorosos, no tanto como la sonrisa maravillosa que te pusiste desde que bajamos del avión. La Giralda y su maravilloso estilo árabe, sus bellos detalles la equiparan solo con la Kotobyya de Marraquech. Me quede pegado un buen rato observando su altura, ¡increíble! –atine a decir –

¿Qué es lo que te parece tan increíble?-preguntaste observándome, fruncir el ceño luchando contra los puntiagudos dedos de un sol que se entretenía picándome los ojos

¿No te parece increíble que semejante muestra de destreza arquitectónica haya sido pensada como una torre de batalla? –el cronista árabe al-Munim, cuenta que la Giralda se mando a construir para batalla contra Santarem

Si ya lo creo –contestaste-también me parece increíble que existan las batallas

Es magnifica –acote, sin quitar la vista de la estructura

¿Tanto como yo? –preguntaste coqueta

Bueno si pensamos en que representa una mujer con túnica, escudo guerrero en una mano y una palma en la otra, no, no me parece tan increíble como tú

Bien zalamero, vamos por tus benditas tapas y luego continuamos, ¿que otra sorpresa me tienes?

¡Ya vas a ver, ya vas a ver! –te dije en tono misterioso

Tras el almuerzo, nos bajábamos del autobús que nos había traído hasta Santiponce las Ruinas Romanas de Itálica, distantes a apenas 8 kilómetros al norte de Sevilla fundada el año 206 a.d, por Publio Cornelio Escipión, cuna de los emperadores Trajano y Adriano.

Caminar por el parque en torno al anfiteatro con capacidad para 25.000 espectadores (uno de los mayores del imperio romano), era por cierto en si misma una experiencia estremecedora, poco importaba que la ciudad hay sido trasladada desde su localización original hasta donde ahora nos encontrábamos, escudriñando sus rincones, contemplando en silencio las centurias que guardan quizás quien sabe cuantos secretos.

El domus de los pájaros y sus muros de no más de 60 centímetros, tras la restauración, no hablaba mucho del esplendor que seguramente vivió esta casa señorial del siglo III

Ahora veo por que se llama la casa de los pájaros –dijiste algo defraudada mientras observabas el esplendido mosaico en la habitación junto al pozo-, frente a mis ojos de pronto las figuras varios pájaros de colores verdes y terracotas, encerrados en grandes recuadros finamente adornados

Si le ponían la casa de las aves no hubiera sido mejor –te dije burlón

Al fondo de aquella construcción apareció como un oasís una de las dos fuentes de agua que mantenían los romanos con poder en sus casas, considerando las dimensiones y las comodidades de los esclavos me parecían un detalle casi execrable, solo perdonable por su increíble belleza. El detalle de la hierba tan verde en torno a la fuente me dio la sensación que en aquellos muros la vida se encontraba solamente dormida

Aquí estábamos de la mano observando y caminando la historia, mientras comenzábamos a construir la nuestra

¿De que te ríes? –preguntaste

Nada, es solo que me divierte pensar si dentro de mil años, alguien caminara por lo que fue nuestra casa imaginando como éramos, y como vivíamos.

Si, sería interesante saber si alguno de tus calcetines petrificados sería exhibido en algún museo mi amor –dijiste mientras comenzabas a reír. Ahí estaba tu risa otra vez, ¡demonios como me gustaba tu risa!, y mas, saber que era para mí.

Sonrío al recordarte bajo ese cielo tan limpio, como tus ojos, como tu alma, Cierro los ojos y casi puedo sentir la brisa salada de Isla Canela, casi puedo verte corriendo como niña sobre la arena fina y dorada de aquella playa en Huelva, como mirabas alrededor preguntándome hacia donde se encuentra Portugal, Jugando a descubrir a simple vista la frontera. Cierro los ojos otra vez y casi puedo ver el sol describiendo fulgores sobre las tranquilas aguas del Atlántico.

Conozco Sevilla sólo de paso. Tenía que enlazar allí con un tren de alta velocidad hasta Madrid porque no encontré billetes desde Algeciras (Cádiz).
Tenía cuatro horas de espera en la ciudad entre mi llegada y la salida de ese tren. Alguien amigo, entonces, se desplazó desde San Fernando (también de Cádiz) para acompañarme en esa espera y vernos después de unos meses.
Con mi sensación "de paso" tomamos un café junto a la estación de Santa Justa.
Me han propuesto volver y patear la ciudad, iré, seguramente.

Mis padres son de Jerez de la Frontera (Cádiz) con lo cual podría decirte que me conozco todo lo que has descrito como si estuviera viviéndolo al leerte. No sé si has estado o si, en cambio, esto es sólo parte de tu imaginación y un poco de información sobre la ciudad en sí, lo que sí te digo es que si sólo te lo has imaginado (del carajo, por cierto) deberías perderte en Sevilla realmente.
Yo soy de Barcelona y me ENCANTA mi ciudad pero si alguna vez tuviera que emigrar, indudablemente, sería a Sevilla.

Un beso rey.


MO.

P.D.: A mí me gustan tus finales también.
Y tus principios.

Algún día caminaré por las calles de aquella preciosa ciudad.

Dejo mis saludos, un abrazo gigante.

Estuve en Sevilla hace muchos años, por aquel tiempo tenía 15 años,y la recuerdo muy vagamente, pero tenía unos tíos que ella era nacida en el barrio de la Macarena que iban muy a menudo, y al volver siempre me explicaban lo que hacían, por lo que me iba haciendo a la idea de lo que había visto tiempo atrás. No me importaría volver, al igual que no me importaría volver a Granada... Besos

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